Hace pocos días me enfrenté a una de las experiencias más duras y gratificantes de mi vida: el ascenso con nieve al pico más elevado de la Sierra de Gredos, el Almanzor.
Como muchos ya sabéis soy una apasionada de esta sierra, una de las más bonitas e impresionantes de nuestro país, pese a ser una gran desconocida para muchos.
El Almanzor, con sus 2.591m es la montaña de mayor altitud de todo el Sistema Central y de ambas mesetas. Se levanta sobre un sinfín de crestas, agujas graníticas, gargantas y lagunas, que conforman el paisaje de Gredos, un sistema montañoso muy extenso que ofrece rutas variadas, muchas de alto rendimiento físico por su relieve alpino, la altitud de la mayoría de sus picos y las condiciones de nieve y frío en las que se encuentra durante buena parte del año.
Es por esto que nos acompañó Raúl Lora, uno de los mejores guías de alta montaña y experto también en escalada en hielo y roca.
Normalmente el ascenso al Pico Almanzor se realiza desde la Laguna Grande de Gredos, a la que podemos acceder desde la Plataforma en una excursión agradable de unas dos horas y media. Lo recomendable es hacer noche en el refugio para ascender al Almanzor al día siguiente.
Aunque en esta ocasión escogimos una ruta alternativa más larga pero con unas vistas insólitas, que sólo se puede realizar con un guía ya que el acceso a este camino está restringido.
A las 06:30 de la mañana partimos en todoterreno, durante más o menos una hora, para coger el camino que sube al inicio de la ruta. Comenzamos a caminar sobre las 07:45 en una mañana de cielos limpios y temperaturas suaves.
Subimos hasta el refugio de Regajo Largo y el ascenso siguió por el Collado del Callejón de los Lobos, el Belesar, la Portilla de Cinco Lagunas, desde donde pudimos ver las espectaculares Lagunas todavía congeladas, y seguimos hasta el Venteadero, la Portilla de los Cobardes y por último escalamos hasta el Almanzor.
Como veis, la nieve todavía es abundante, lo que nos obligó a subir muy preparados con crampones, arneses, cascos, y cuerdas. Nunca había utilizado crampones, y a diferencia de las raquetas, me costó más acostumbrarme a ellos, especialmente en zonas sin nieve.
Pasada la Portilla de Cinco Lagunas fue necesario también el uso de arnés y casco: para realizar este tramo íbamos atados a una distancia muy corta entre los tres, con el fin de saber en todo momento si el compañero que nos sigue tiene algún problema y evitar caídas, ya que la pendiente era considerable.
El último tramo del ascenso lo hicimos atados también pero ya sin nieve, escalando hasta la cima con los crampones. Fue toda una experiencia llegar ahí arriba, desde donde divisas las dos vertientes de la Sierra, la norte en su mayoría nevada, y la sur completamente seca. Las sensaciones desde ahí arriba son extremas, y la luz, la energía y la satisfacción que se sienten son indescriptibles.
Pero no todo era euforia y despreocupación en ese momento: habíamos tardado más de lo previsto y debíamos volver sin demora ya que el calor apretaba y la nieve estaría demasiado blanda. Así que emprendimos camino de vuelta, y ya estábamos cansados, con los pies mojados, y yo con una herida en el talón.
Emprendimos ruta y sinceramente, el descenso fue muy duro. Gredos es una sierra que no sólo te exige estar en buenas condiciones físicas, sino que también requiere una concentración permanente durante el recorrido entre rocas y neveros, lo que resulta mentalmente agotador.
Llegamos exhaustos a Hoyos del Espino, tras diez horas de camino en las que aprendí mucho sobre la ruta, sobre las cosas que son realmente necesarias y sobre mí misma.
Una experiencia única que por supuesto recomiendo, pero para la que sí hace falta estar preparado y subir con un guía mientras haya nieve en las cumbres.
Infinitas gracias Raúl Lora por tu profesionalidad, cercanía y por llevarnos hasta lo más alto.
Gracias a Gredos Norte, Asenorg y a todos los que habéis hecho que esta aventura sea posible.
Gracias a Álvaro Puerto por llegar hasta la cima con un dron y firmar este reportaje.
Y gracias a North Face por acompañarme.