No sé si tenéis destino para vuestra Nochevieja, pero yo aquí os cuento mi pequeña aventura en mi desierto favorito, el Sáhara, porque puede ser el plan perfecto para despedir el año y recibir 2017 con nuevos propósitos, el primero de ellos viajar mucho.
No es difícil que ocurra, aunque vayas con guías experimentados, pero en el desierto más cálido del mundo te puedes perder. La razón es que cambia todos los días... Los vientos y las tormentas redistribuyen la arena y el mapa se modifica totalmente…Perderse en el desierto es emocionante. Sobre todo de noche. Aunque reconozco que no sentir miedo no tiene mérito porque vas con chófer autóctono y teléfono satélite…Hoy os cuento cómo fue mi peripecia en medio de ese inmenso mar de arena, mirando las estrellas y esperando a que nos rescataran…
Comenzaremos por decir que cualquier jornada en el Sur de Túnez está teñida de amarillos, ocres, y dorados. El Sol castiga sin piedad y modifica toda la estructura de lo que toca. Douz o Tozeur son buenos puntos para comenzar un día especial que puede acabar en una jaima en medio del Sahara. Las dos son las ciudades tras cuyo velo se esconden las maravillas de ese mar de arena que hay que buscar porque no está cerca de la capital, pero una vez dentro no decepciona…
Comenzaremos la jornada en Chenini, un pueblo con unas pintorescas ruinas del siglo XII. El más famoso asentamiento del lugar se sitúa en la confluencia de dos crestas. Sus casas están excavadas en la roca y dispuestas en una serie de terrazas desde las que se divisa una buena panorámica. La subida a Chenini, ahora población prácticamente abandonada, es dura, sobre todo si se hace con el sol brillando en lo alto. En el Ksar todavía se almacenan cereales, aunque en realidad el edificio que más trajín tiene de toda la población es el bar que provee de refrescos a los turistas.
Tened en cuenta que la gente del lugar es abierta y acogedora…Es muy mediterránea y está acostumbrada a extranjeros que no ‘dominan’ el paisaje…Os ayudarán lo que puedan, charlad con ellos porque es la única manera de entender cómo es un pueblo, mirando a los locales a los ojos e intentando hablar con ellos. ¡Lo que me falta siempre en Túnez es tiempo!... Para seguir la jornada podéis probar multitud de actividades con las dunas de fondo. Está el tradicional paseo en camello, toda una experiencia si se hace por primera vez…El movimiento del animal no molesta, pero es contundente y puede que las vértebras, si no las tenéis bien, sufran más de la cuenta…También os sorprenderán los músculos interiores del muslo, los famosos aductores…De repente os daréis cuenta de que los tenéis porque las piernas, encima del dromedario, van sueltas, así que tiran de los lugares menos flexibles. Pero aún así reconozco que me subo a un camello siempre que puedo, y que me sabe a poco…¡Quizá porque dentro de mi hay una pequeña
Laurence de Arabia!…
También podéis pasar el tiempo con una actividad más moderna y menos romántica: un paseo en quad. En Ksar Ghilane podréis alquilarlos y os aseguro que merece la pena, sobre todo si es la primera vez y si, como yo, tenéis la suerte de disfrutar de una puesta de sol…Mi compañero de vehículo, Héctor fue generoso y divertido…Y gracias a él me acabé atreviendo con un trasto que a base de oír noticias negativas puede intimidad…¡Probadlo…Es inolvidable!...El paseo nos llevó hasta el impresionante ‘Kasar’, el antiguo fuerte romano de Tisavar, un puesto de resistencia de la línea defensiva del Limes Tripolitanus. En el siglo XVI las tribus bereberes lo modificaron y hoy está abandonado en una enorme colina que lo presenta como un monumento misterioso e interesante…
Las dunas de Ksar Ghilane encierran alguno de los paisajes más bonitos del país. No es difícil entender que hayan servido de decorado de muchas películas, incluido el oscarizado ‘El paciente inglés’. El Sahara es un cuadro que cambia cada día, que se mueve al son del viento y las tormentas, como ya os he dicho…Esa es su magia, pero también su desafío porque cuando comenzamos a buscar el camino al campamento Zmela la noche nos sorprendió, y la tormenta del día anterior había neutralizado el sendero…El caso es que intentamos encontrar la forma de llegar a las jaimas, que se veían de hecho a lo lejos pero no había forma…
-¿Qué pasa?- pregunté
-Estamos perdidos porque la tormenta de ayer ha modificado el camino.
La verdad es que la respuesta me hizo entender la dificultad de un desierto que es el más cálido del mundo y el tercero en extensión después de la Antártida y el Ártico…Ni siquiera la gente que ha nacido aquí está a salvo de perderse cuando el sol, con cuya ayuda se orientan, ha desaparecido…Nos quedamos parados en el sitio, sintiendo el silencio más atronador y viendo las estrellas y…llamamos a la Policía del Desierto que vino a buscarnos…
El campamento ‘Zmela’ nos esperaba con una noche llena de experiencias. Lo atienden bereberes, auténticos y eficientes. El lugar es estupendo porque pernoctando en medio del desierto ofrece todas las comodidades importantes. Hay sanitarios modernos y limpios (teniendo en cuenta que la arena se filtra por todos los lados, ¡claro!) y duchas con agua caliente. ¿Qué más se puede pedir a kilómetros de la civilización?...Aunque lo mejor estaba por llegar: una cena con comida típica en la que no faltó de nada y todo estaba de ‘rechupete’: harira, sorba (sopa de sémola típica de la zona), brik (una empanadilla también habitual del lugar), kusha (cordero cocinado en jarra de barro con patata y pimiento típico del sur) y pan caliento hecho en horno de barro. Acostumbrados como estamos ahora a una comida sin calorías y sin sabor, ¡estos manjares me supieron todos ellos a gloria!
La noche en medio de las dunas, cuando se apagan todas las luces, es distinta. Estuve tentada de sacar el colchón en medio de la arena, pero ya sabéis que las temperaturas son extremas y durante la madrugada bajan estrepitosamente. Dejé la puerta de la haima abierta, disfrutando del silencio, de la oscuridad, de la noche. Pensando en la felicidad de la naturaleza y en lo que nos hemos alejado de ella…Al amanecer hay que aprovechar cada minuto y adentrarse en las dunas para ver la salida del sol…Eso si hay suerte, porque si hay nubes, no se ve la salida, pero se disfruta de una burbuja de placer…Túnez merece la pena. Tiene muchas experiencias que te están esperando y que son inolvidables. Y puede ser una elección perfecta para disfrutar de unas fiestas navideñas distintas…¡No te las pierdas!.
AVIÓN: Tunisair, la compañía nacional, os ofrece varias frecuencias semanales. Concretamente 4 desde Madrid y 5 desde Barcelona. Aterrizaréis en la capital de país, Túnez, y desde allí podéis moveros, o bien con otro vuelo doméstico o bien haciendo una ruta en coche o autobús que os permitirá ir conociendo distintos lugares turísticos de este país tan diverso. Hay mucho que ver. Organizadlo bien y mirad lo que más os conviene.