Pisar Tailandia supone una aventura apasionante que ofrece multitud de oportunidades para conocer la cultura y la riqueza del país. Hay muchas cosas que hacer y que ver, pero también muchas experiencias que probar. He aquí una pequeña lista de instantes imprescindibles para convertirse en una turista tailandesa de ‘pro’
1.Un paseo en Túk-túk
Da igual la hora del día o de la noche a la que los necesitéis, siempre tendréis uno preparado. Los túk-túk son los dueños del asfalto tailandés. No tienen miedo a sus oponentes y plantan cara con desparpajo a autocares o autobuses varias veces más grandes que ellos. Zumban por las calles de Bangkok cual aguerridos jinetes y me atrevo a decir que si os montáis en uno de ellos, repetiréis seguro. Me gustan estos enormes triciclos a motor que se mueven haciendo un infernal ruido. Son una de las señas de identidad de Tailandia y por lo tanto una de esas experiencias inexcusables cuando se visita el país.
Ahora, eso sí, agarraros bien porque cuando el tráfico se despeja y los enormes atascos diurnos desaparecen, circulan a la velocidad de un rayo, aunque el conductor de éste ponga cara de no haber roto nunca un plato.
2.Darse un masaje tailandés
Se reciben estando vestidos, consisten en una serie de estiramientos y presiones sobre puntos concretos del cuerpo que consiguen que salgas casi ‘flotando’ de la habitación. El masaje tailandés es una rama de la medicina tradicional que sigue gozando de mucha popularidad. De hecho casi todos los ‘thais’ tienen su masajista al que acuden cuando están muy cansados o notan algún músculo agarrotado. Se aplica por todo el cuerpo y yo lo recomiendo fervientemente. Aunque tengo que avisar de que no se trata precisamente de un masaje relajante.
Lo normal es que se alterne el placer y el dolor en un equilibrio único que al final sienta muy bien. Es una disciplina que los tailandeses dominan y que siguen enseñando incluso a los más pequeños. De hecho mi primera experiencia de masaje Thai fue con una adolescente en una habitación llena de flores de plástico y personajes que parecían salidos de una serie de dibujos japonesa. La chavala llevaba su uniforme escolar todavía y se veía que acababa de llegar a casa. De repente aparecimos varios occidentales y ella se pudo a echar una mano a su madre. ¡Y tenéis que ver qué manos!. Firmes, seguros y con fuerza, sus dedos se movían sobre mi cuerpo, vestido, recuerdo, a la vez que escuchaba la conversación. ¡Fue fabuloso!. Lo repetí todas las veces que pude, y yo que vosotros haría lo mismo.
3. Comprar en los mercados
Visitar Tailandia y no ir a cualquiera de los múltiples mercados diurnos, nocturnos o flotantes que se ubican en casi cada localidad es como visitar Londres y no ver el Big Ben o pasear por París sin acercarse a la Torre Eiffel. Las opciones son múltiples y todas válidas. En cualquiera de ellas se abre todo un mundo de posibilidades para comprar regalos exóticos o modernos artilugios. En Bangkok ya hemos hablado de Katuchak, pero también está el Asiatic, enorme mercado nocturno al aire libre que los fines de semana tiene mucha animación local en su complejo de bares y restaurantes. La imponente noria os servirá como punto de referencia, porque creedme que os vendrá bien tener uno.
Reservad un rato para probar la experiencia de meter los pies en un agua repleto de peces que esperan ansiosos el momento de morderos. Dicen que es un placer. Yo no puedo confirmarlo porque en el Asiatic el tiempo vuela y a mi se me echó encima, literalmente. Lo que sí puedo decir es que todos los que encontré estaban encantados con la experiencia. Incluido este chico que no dudó en hacerme un gesto de triunfo que dejaba a las claras de se lo estaba pasando bomba.
Este mercado tiene apenas un año y medio de vida, pero es ya muy conocido. Conocido y grande…Representa una extensión importante de terreno que en cualquier ciudad europea sería un barrio entero. Otro mercado de referencia dentro de Bangkok es el Patpong. Sus puestos se llenan de actividad en cuanto cae la noche: artículos falsificados, pequeños recuerdos, baratijas…Podréis encontrar de todo y aprovechad para regatear con ganas porque mi experiencia es que los precios se inflan de lo lindo. Además de los puestos son curiosas de ver las calles aledañas que albergan gran cantidad de clubes y bares de alterne. Veréis a las chicas con poca ropa custodiando la puerta y otras moviéndose dentro de los locales. No se trata de obviar la realidad, pero tampoco de reducir todo Tailandia a lo que ocurre en algunas calles. Después del primer vistazo, la búsqueda de una buena falsificación me resultó más atrayente.
4. Ver Bangkok desde lo alto
Tampoco os haréis una idea de lo que es la ciudad si no subís a alguno de los rascacielos que definen el skyline de la city. Podéis elegir lugares como ‘Siroco’, que está casi intratable desde que aquí se rodó ‘Resacón en Tailancia’ o bien elegir otros restaurantes más discretos pero con igual glamour y encanto como el ‘Above Eleven’.
Su vista nocturna es fabulosa y Omar, un chef peruano se encarga de hacer una comida de fusión sorprendente y sabrosa. Y mientras, podréis disfrutar de las increíbles vistas de una ciudad que nunca duerme y tampoco para. Si el calor y la humedad os pueden tenéis otras opciones como alojaros en algunos de los hoteles modernos que ofrecen habitaciones a cierta altura, vamos a decir. Por ejemplo el Pullman G, antes Sofitel, ha reformado y modernizado sus estancias. Sentarte a contemplar el atardecer frente a su enorme cristalera es un enorme placer que no tiene nada de inalcanzable. Lo mismo digo de levantarse por la mañana, abrir los ojos y ver Bangkok en todo su esplendor.
5.Comer el ‘algodón mágico’ tailandés.
Se llama ‘Crotee Saimai’ y se vende en puestos callejeros. Llama la atención por la diversidad de colores que tiene, aunque en realidad es el equivalente al algodón que comíamos cuando éramos pequeños. En Tailandia no es solo patrimonio de los niños también lo comen los adultos envuelto en crepes y está delicioso. Su sabor es dulces y el secreto de su elaboración está en un ingrediente secreto que utiliza cada puesto y en utilizar siempre agua de río para que todos los componentes liguen mejor.
Mi querido ‘Juanito’, mi guía, nos enseña cómo se hace en un puesto callejero donde un chico de enormes brazos se pone manos a la obra. Hay que estirar y estirar la masa hasta que queda de un color uniforme y una textura regular, así que después de ver la exhibición de fuerza, no me extraña que su cuerpo no tenga casi nada que envidiar al de un culturista. Los dueños de los puestos se han hecho una reputación y algunos ven como sus vecinos forman largas colas para llevarse su ‘Crotee Saimai’. Estas bolsas grandes de colores suelen estar por todo el país, pero si visitáis Ayuthaya es imprescindible que las probéis. Es una buena forma de endulzaros la vida regresando por un momento a vuestra niñez. De esta forma emprenderéis varios viajes por el precio de uno.