Suiza secreta
Que es esa que está más allá de Zurich, Berna, Lugano, Ginebra...La Suiza que está escondida tras esas preciosas capitales de las que siempre oimos hablar. La Suiza a la que muy poca gente llega, pero que guarda sus tradiciones en lo más profundo de su alma. Podemos decir que el corazón de esta Suiza está en Appenzeller, y ese es el viaje que os propongo hoy.
Una de las características más destacas de Suiza es la coexistencia de dos suizas distintas. Dos economías muy diferentes, casi opuestas, pero a la vez complementarias. Por un ldo la industria y las empresas modernas y por otro la economía rural y gandera que tiene su gran reducto en las zonas de la montaña. La ganadería de las tierras altas constituye todavía un negocio familiar y por eso el gobierno, decidido a preservarlo, ha puesto en marcha un sistema de grandes ayudas para que las neuvas generaciones se quedan en éstas poblaciones y no se marchen de manera masiva a las ciudades. De ésta forma Suiza ha conseguido evitar el gran problema de Europa Occidental, donde los pueblos se están convirtiendo en simples zonas de paso
Hay muy pocos sitios que hayan logrado escapar a la Globalización. Pocos lugares que estén fuera de la uniformidad que se impone ya en muchos pueblos y ciudades...Uno de ellos es la Suiza profunda de Appenzeller, donde "Suiza es más Suiza de lo que incluso pensabas" tal y como dice su eslogan...
EL DESCENSO DEL GANADO es una de las tradiciones que todavía algunas familias de granjeros conservan intactas. Al final de verano, hay que bajar a las vacas, las cabras y los animales, de los prados más altos, donde pasan el verano, a los pastos más bajos y cercanos a los pueblos. En todo el territorio del país hay casi 16.000 cabezas, una cifra nada desdeñable que representa uno de los grandes patrimonios del país porque de ellas, de las vacas, se extraen alguno de los productos que dan a Suiza su nombre internacional como el queso. Por cierto, sobra decir que tenéis que probar todos los que os encontréis porque son realmente deliciosos. Volviendo a nuestra aventura de hoy diremos que el descenso de las cumbres es una largo camino que comienza cogiendo fuerzas a primera hora de la mañana
Todos los productos que se ponen en la mesa son frescos, naturales y de un sabor que ya es imposible encontrar en la ciudad. Leche recién ordeñada, queso de primera calidad y el llamado "fenz", una mezcla de leche, huevos, mantequilla y cereales, absolutamente exquisito. Eso sí, todo realmente energénico. No en vano hay que hacer frente al tiempo, que hasta en pleno verano es duro como podéis ver en las fotografías...La lluvia y la niebla nos acompañó durante gran parte del camino.
Una vez que hemos cogido fuerzas y hemos congeniado con las vacas, auténticas protagonistas de nuestra aventura de hoy, comienza el descenso. Lo primero, una vistosa ceremonia en la que los pastores llevan los ropajes tradicionales de la zona...
...Ricos bordados,fieltro de primera, pantalones de cuero y en los cinturones y tirantes figuras repujadas en metal que hacen diferentes y exclusivos cada uno de los complementos que contemplamos. ¡Os aseguro que son especiales y muy originales!!!! Si os enamoráis perdidamente de ésta artesanía luego tendréis la oportunidad de comprarlos como cinturón en alguna de las tiendas de Appenzeller.
Fijaros en el tamaño de éstos cencerros. Sirven para que el ganado siga a los granjeros durante todo el descenso. Son muy pesados y a veces tienes la sensación de que los pastores acarrean una pesada cruz a la espalda hasta llegar al pueblo...Los animales solo tienen que seguir el sonito para encontrar el camino. La senda de la que no se deben apartar, aunque lo intenten. Es su instinto, pero para eso están los más jóvenes de la familia, para perseguir a las vacas en medio de los prados más escarpados. ¡Tendríais que ver con qué agilidad lo hacen!
En la bajada participa la familia entera y los amigos más cercanos. No hay que olvidar que el 16% de los habitantes de Suiza se dedican y viven de su trabajo en las granjas, una cantidad difícil encontrar en otros países. Y hay tarea para todos y también para los más pequeños. Ellos abren "la romería" y se encargan sobre todo de los animales que marchan en la cabeza, las cabras. Es fabuloso verles porque controlan perfectamente la situación. Saben lo que tienen que hacer en cada momento. Y no dudan ni siquiera un segundo en plantarse delante de los animales para cerrarles el paso, aunque sean bastante más grandes que ellos.
Los niños aseguran que la tradición se seguirá conservando. Aprenden desde que tienen uso de razón a colaborar y participar en éstas celebraciones. Para ellos son normales, así que es la mejor manera de asegurarse que continuarán muchos años.
Los tradicionales cantos acompañan todo el camino. Con sus falsetes se comunicaban los pastores de los distintos valles suizos. Ahora han quedado como sonidos originales que conforman todo el floklore de la zona. Y no es difícil oírlos en el día a día. Nos aseguran que no quedan para practicar y la verdad es que no me extraña. Una mañana cualquiera se les puede encontrar entonando los tradicionales cánticos mientras hacen el camino para llegar a la granja.
La entrada en el pueblo es muy emocionante. Después de varias horas descendiendo llegan a Appenzeller, donde sus paisanos se han echado a la calle para recibirles. Todos quieren verles pasar con sus vestidos tradicionales y sus aperos. Algunos incluso salen de sus casas con refrescos y tentenpies para hacerles más llevaderos los últimos metros. La tarea se ha realizado con éxito. La tradición se ha cumplido.
Solo me queda añadir que fue un paseo maravilloso, muy divertido en el que aprendí muchas cosas. Entre otras, que las vacas corren mucho más de lo que nos creemos. Es tremendo ver como te pasan mientras tú vas casi con la lengua fuera corriendo entre los pastos. ¡Tremendo!. La aventura fue increíble y muy intensa...Y para demostrarlo, fijáros en cómo quedaron mis pantalones y mis botas..
¡Para que luego digan que Suiza es tranquila y aburrida!