Carlos Natal lleva en sus genes varias generaciones de balleneros. Desde que tiene recuerdo, su vida ha estado relacionada con la caza del depredador más grande que existe. Ahora que acaba de llegar a los cines ‘En el Corazón del mar’ la historia real de un navío, el Essex, que acabó hundido por la fuerza de un cachalote y que inspiró ‘Moby Dick’, charlamos con un hombre que durante años se levantaba cada día con la esperanza de dar caza a uno de estos enormes mamíferos que pueden llegar a pesar más de 40 toneladas. Un hombre que vivió en un mundo hoy totalmente desaparecido, el de los cazadores de ballenas.
El señor de la fotografía nació en las Azores hace 80 años. Pertenece a una generación que conoció una vida muy diferente. Un mundo que en cualquiera de las nueve islas del archipiélago se había quedado suspendido en el siglo XIX debido a su lejanía con el Continente. Carlos Natal comenzó a trabajar a los 14 años junto a su padre, también ballenero. Recuerda con mucha nostalgia la maravillosa aventura que para él suponía hacerse al mar a la búsqueda del enorme cetáceo. El peligro siempre existía, reconoce, ‘pero era lo que más me gustaba’. Si otra vida tuviera ‘volvería a ser ballenero’, sentencia sin dudar. Y eso que él ha visto pasar la muerte muy cerca en unas cuantas ocasiones…Vio morir a un compañero que viajaba pegado a él en la barca. El cachalote les embistió con el morro y mientras él pudo escapar lanzándose al agua por el lado contrario, su amigo no tuvo tanta suerte y recibió de lleno el ataque del enorme animal. Le recogieron vivo, pero con heridas muy importantes. 4 o 5 días después falleció en el hospital.
Carlos Natal es un hombre amable y de palabra parca pero sincera. Cuando habla de los episodios más dolorosos no utiliza demasiados verbos, pero son precisos y llenos de significado. Quizá por eso se hace un enorme silencio cuando contesta a algunas preguntas. Cuenta que al igual que la mayoría de la gente de la zona tenía otro trabajo, el suyo era de funcionario, y lo abandonaba inmediatamente cuando un cohete anunciaba que un cetáceo se aproximaba a la costa. Entonces los marineros se lanzaban al mar en botes de 7: 5 tripulantes, un oficial y un arponero, este último el puesto más peligroso y el que Natal ejerció durante años. ‘¿Y nunca tuvo miedo?’, pregunto. ‘Nunca’, afirma rápido. ‘Yo era joven’, continúa, ‘no tenía miedo de nada’. El momento crítico era el de clavar el arpón porque es cuando más hay que acercarse al monstruoso animal y cuando no se puede fallar. Los cachalotes son pacíficos y no atacan, pero se defienden con furia cuando se ven amenazados…Una vez que el anzuelo ha alcanzado su presa lo normal es que se escabulla al fondo del océano. Con el cachalote van los más de 100 metros de cuerda amarrados al barco. Un marinero vigila que corra a buen ritmo y sin contratiempos, pero si la situación se torna complicaba un golpe de machete será suficiente para romper el grueso cordón y salvar a toda la tripulación.
Y después solo queda esperar, y esperar rezando, nos cuenta Carlos. En la siguiente emersión de la ballena se la intentará atacar por los costados y así una y otra vez hasta que el animal quede sin fuerzas. Es una operación larga, pesada en la que se necesitan grandes cantidades de fuerza, astucia y valentía. Cualidades todas de un héroe, aunque nuestro personaje está muy lejos de este estereotipo porque es un señor bajo y delgado. Pero quizá los héroes modernos y cotidianos son así. Hombres que en su pequeño tamaño tienen una fuerza interior arrolladora para enfrentarse sin pestañear a un peligro que a cualquier otro mortal le haría tiritar.
Pero la lucha no estaba solo en el mar, también se libraba en la tierra. Después de asumir todo el peligro, la fábrica se quedaba con la mitad del dinero de la explotación del cetáceo (sobre todo aceite para velas y productos estéticos y de perfumería) y no pagaba hasta 2 ó 3 años después haber hecho el trabajo.
Estos héroes modernos quedan ya pocos y hay que buscarlos casi con lupa. En Azores encontré varios, cómo os iré contando. El archipiélago es un lugar fascinante. Magnético por su terreno volcánico y exótico por unas gentes alejadas durante siglos del mundo ‘civilizado’ y cuyo carácter está esculpido a golpe de Océano.