Varsovia 'La Rebelde'

telecinco.es 12/10/2015 22:05

En su suelo han tenido lugar alguna de las ‘batallas’ más importantes del siglo XX. Su invasión llegó a desencadenar una guerra, aunque la oposición de la población fue tan férrea que Hitler ordenó arrasarla. La capital de Polonia, Varsovia, es una ciudad muy interesante, pero no es fácil de encontrar. Hay que buscar entre sus calles la huella de un pasado que el país quiere superar para mirar hacia un futuro europeo. Hoy nos daremos un paseo por alguno de los lugares imprescindibles e inolvidables de la capital del Vístula.

Comenzaremos por una espléndida avenida, grande y llena de luz en la que la vida de la ciudad bulle a cada instante. Es fácil ver a estudiantes, apresurados para no llegar tarde a sus clases, o quizá huyendo de ellas, quién sabe. La Universidad de Varsovia, la más grande del país, tiene su Campus principal en ésta animada calle, la ‘Ulica Krakowskie Przedmiescie’ o la calle del ‘camino de Cracovia’. El complejo es grande y comprende varios palacios restaurados que hoy prestan sus salas para difundir el saber a los más jóvenes.

La impresionante facultad de Ciencias, uno de los edificios más destacados del bulevar, está escoltada a su entrada por una figura inspiradora para todo aquel que quiera hacerse un hueco en los anales de la historia. Es uno de los polacos más universales, con permiso de Juan Pablo II, claro. Hablo de Nicolás Copérnico, Mikolaj Kopernik en su lengua materna, el inventor de la teoría heliocéntrica que explica que en realidad la tierra gira alrededor del sol y no a la inversa tal como se creía hasta entonces. Casi tan influyente y determinante como Copérnico fue en la música Chopin, el músico y compositor polaco que aunque vivió muchos años fuera de Varsovia, pidió que aquí se trajera y enterrara la parte más íntima de todo hombre según la literatura, su corazón. Quizá porque en el fondo nunca se fue del todo de su país, del que salió obligado por los acontecimientos políticos. El genio tiene guardada su víscera en la iglesia de la Cruz Sagrada.

Será fácil de reconocer el lugar exacto porque veréis a turistas, sobre todo japoneses, fotografiando como locos la columna en la que se guarda la reliquia. ‘Donde está tu tesoro, allí está tu corazón’, reza el epitafio de sus compatriotas polacos, que también recientemente han desarrollado una ruta musical para los amantes del compositor. Son unos bancos situados en distintos puntos de la ciudad, pero siempre frente a edificios relacionados de una u otra forma con la vida de Fryderyk. Los asientos multimedia tienen códigos QR que permiten descargar gratuitamente guías de audio para seguir sus pasos.

Por cierto, si alguno de vosotros piensa viajar a la capital polaca antes de finales de mes informaros bien porque si sois amantes de la música clásica todavía puede que estáis a tiempo de disfrutar de un acontecimiento artístico de importancia mundial. Es el concurso internacional de piano que se celebra cada 5 años. El día 22 habrá un ganador, un joven que sin lugar a dudas tiene casi resuelta su vida debido a la fama del certamen. Es uno de los más prestigiosos y antiguos del mundo y en él compiten pianistas de los 5 continentes dispuestos a demostrar que son los mejores interpretando a Chopin, un niño prodigio que a los 7 años compuso su primera obra y a los 8 dio su primer concierto. Tras él nunca volvió a bajarse de los escenarios. Si no disponéis de mucho tiempo las paradas fundamentales están en la Krakowskie Przedmiescie, boulevard en el que se encontraban todos los palacios de las familias adineradas de la época. La propia sede de la Universidad de la que antes hemos hablado era la antigua Escuela Secundaria de Varsovia donde el padre de Chopin trabajó como profesor de francés y el propio Fryderyk estudió durante 3 años. El actual Palacio Presidencial pertenecía a la Familia Radziwill y fue el lugar donde el músico dio su primer concierto en público con apenas 8 años; el último apartamento que habitó en la capital polaca es hoy la escuela de Bellas Artes…

Y así podríamos seguir haciendo un recorrido entero que nos duraría mínimo una mañana porque Chopin y su recuerdo está todavía muy presentes en esta ciudad que se ha levantado de sus cenizas en el sentido más literal del término. La guerra la destruyó totalmente. Fueron pocas las casas que quedaron en pie después de que los alemanes se emplearan con saña en destrozarla tras 2 sublevaciones. La primera en el gueto judío en abril de 1943 y la segunda en toda Varsovia en agosto de 1944. Ninguna de las dos tuvo éxito, y el precio de esa derrota fue alto en sangre y en vidas humanas. Poco queda de aquel muro de ladrillo de 3 metros de altura entre Muranów y Miròw donde fueron apiñados hasta 450.000 judíos polacos y de otros países europeos. 100.000 personas murieron de hambre en sus calles. Las 200 calorías al día que les suministraban no eran suficientes para liberarles de la muerte que les esperaba tras meses y años de hambruna salvaje.

En el verano de 1942, 300.000 fueron enviados desde el gueto al campo de exterminio de Treblinka donde pocos permanecían vivos horas después de haber llegado. Cuando ya solo quedaban vivos 50.000 y los nazis comenzaron su aniquilación total, fue cuando en un acto desesperado por salvar su vida, los supervivientes se alzaron…Y los alemanes no dejaron nada en pie. Apenas algunos edificios que te tienen que señalar y en los que se reconoces la estética de la época. Al mirarlos es fácil transportarse mentalmente a ‘El Pianista’ y ver a Adrien Brody huyendo de los perseguidores nazis.

Arrasado quedó el gueto y destrozada quedó toda la ciudad. También el casco antiguo que sin embargo entró a formar parte de la UNESCO en el año 1980. Y fue precisamente por la minuciosidad y el empeño puesto en levantar ladrillo a ladrillo una ciudad que quedó en ruinas y a la que se hizo desaparecer, literalmente, del mapa.

Uno de esos lugares fue la Plaza de la ‘Stare Miasto’, la Ciudad Vieja. Salvo dos casas, las que se encuentran en los número 34 y 36, todas las demás tuvieron que ser reconstruidas. Hoy es un animado lugar para sentarse a disfrutar de la ciudad y mezclarse también con los polacos que salen alborotados cuando el sol calienta la ciudad. Podemos decir que de alguna manera esta Plaza del Mercado es el corazón de Varsovia porque aquí encontramos el símbolo más universal de la ciudad: La estatua de ‘la Sirenita’.

Pero además no cualquier Sirenita, sino una con espada en algo y dispuesta plantar cara a cualquier enemigo real o imaginario que amenace la ‘city’. Dice la leyenda que este personaje mitológico mitad mujer, mitad pez vivía en las aguas del Vístula cuando fue capturada y encarcelada. Un chico joven la liberó y en agradecimiento prometió quedarse a vivir y ayudar siempre en tiempos difíciles. La imaginación popular dice que eran dos hermanas. Una se quedó en el Báltico y sería la de Dinamarca; La otra es la que reposa en esta fuente de la ciudad vieja y que se puede ver en el escudo de la capital.

De camino al Castillo observaréis que son muchos los puestos que ofrecen helados y gofres. Como si las dos cosas valieran cuando las temperaturas bajan…No lo sé muy bien, pero debe de ser así a juzgar por las colas que se montan y por lo que cuenta una turista española que anima a todo el grupo que la acompaña a probar un gofre recién preparado. La plaza del Castillo es la más animada del lugar. Es grande y normalmente está llena de gente que si no toca algún instrumento, vende globos o hace burbujas gigantes para ganarse algunos zlotys (la moneda nacional). El lugar está dominado por la Columna de Zygmunt, el monumento más antiguo y a la vez más alto de Varsovia. El otro punto destacado es el Castillo Real.

Totalmente reconstruido fue originariamente una fortaleza de madera financiada por los duques de Mazovia. Aunque fue levantado en el XIV, su periodo de esplendor llegó 3 siglos después cuando se convirtió en una de las residencias reales más suntuosas de Europa. Hoy es un edificio en el que se pueden visitar, además de exposiciones, los apartamentos que del Castillo y los Salones que sirvieron de estancias al rey. Y de un Rey a otro, concretamente al último Polaco, Stanislaw II Poniatowski.

Él convirtió el actual Parque Real Lazienki en su residencia de verano y para ello levantó un hermoso complejo palaciego a partir de unos baños transformados. Hoy es una agradable zona verde en la que se puede pasear y disfrutar del buen tiempo; o incluso escuchar música. En verano se ofrecen conciertos para casi mil personas en el anfiteatro próximo al palacio que se levantó inspirándose en el teatro romano de Herculano. El ambiente de los domingos con la música de Chopin alegrando la mañana debe de ser inolvidable.

Y de un pasado más lejano, a un pasado más reciente porque no podéis abandonar la ciudad sin echar un vistazo a la torre que divisaréis desde cualquier lugar. Miréis donde miréis, la veréis. Alta, compacta y poderosa…Y ahora rodeada también de espectaculares edificios modernos de acero y cristal. Crecen como setas a su alrededor recordándola que su pasado comunista es ya historia. Estoy hablando del Palacio de la Cultura y de la Ciencia, un ‘regalo’ de Stalin a la ciudad, que nunca gustó demasiado a los lugareños quizá por esta razón.

En su interior 3.000 habitaciones albergan la sede de varias instituciones así como un Palacio de Congresos, tres teatros, dos museos, varios multicines y un sinfín de locales. Con sus 231 metros continua siendo el edificio más alto de Polonia, aunque puede ser que no por mucho tiempo. Las torres de acero cada vez están más próximas y amenazan su hegemonía. La prueba más evidente de que Varsovia, la ciudad rebelde que se sublevó dos veces contra los nazis y quedó destrozada se ha levantado y está deseando caminar hacia una sociedad moderna y abierta. Y ese viaje bien que merece la pena.