Viaje al fin del Mundo
Si todavía no tenéis pensado vuestro viaje de Navidad, he aquí una propuesta que yo sé que os va a fascinar tanto como a mi. En los confines del Hemisferio Sur os espera Tierra de Fuego, un lugar enigmático y fascinante que atrapa al visitante. Un punto geográfico en el que hombres con alma de héroes se jugaron la vida durante siglos. El mítico Cabo de Hornos y el legendario Estrecho de Magallanes, son los puntos álgidos de un viaje por el que os aventuraréis a bordo del ‘Australis’, única compañía autorizada a navegar entre los canales Patagónicos de belleza abrumadora. El viaje es un encuentro con la naturaleza más virgen y con una fauna totalmente desconocida para un occidental, no porque no sepamos lo que es un pingüino o un albatros, sino porque ¿quién los ha visto en vivo en el Hemisferio Norte?…Acompañadme por esta peripecia inolvidable que nos llevará a soñar con Darwin, Magallanes, el capitán Fitzroy o los Indios Yámanas…
El viaje se puede empezar en Ushuaia, Argentina, la ciudad más austral del Mundo, o en Punta Arenas, Chile, la capital de la XII Región del país y un lugar pequeño y coqueto en el que vuela todo. El viento es uno de sus habitantes perpetuos. Está siempre y está por todos los lados. Da igual que brujulees por sus calles más comerciales, que te refugies entre la vegetación de la Plaza, o que camines hacia el popular cementerio Sara Brawn que acoge adornados panteones en los que seguro que los espíritus se pasean por las noches. El viento está siempre. Volando, aullando, soplando y agitando todo lo que encuentra. También es uno de los protagonistas del inicio del viaje, porque el muelle en el que atraca el ‘Stella Australis’ anuncia lo indómito del clima que tenemos por delante. Aquí dan igual las previsiones meteorológicas hechas con los aparatos más modernos y preciosos. La nieve, la niebla, la lluvia, el viento y el mar son soberanos…Hacen lo que quieren a cada minuto y no permiten que los humanos le predigan…
Nos acoplamos en los camarotes y… primera sorpresa, ¡un gran ventanal domina toda la habitación!. Es pequeña, pero caliente y tiene todo lo necesario para pasar cuatro días concentrada en lo más importante: el paisaje que nos observa desde fuera. El verdadero lujo de nuestra sociedad no está en los cabeceros dorados y las sábanas de seda, sino en poder visitar lugares al alcance de unos pocos privilegiados. Pues eso mismo, en el ‘Stella Australis’ se puede disfrutar desde la misma cama de un paisaje inolvidable porque todos los camerinos son exteriores y tienen vistas panorámicas. ¿Hay mayor lujo que eso?
Somos recibidos por la tripulación y el capitán, y a las 8 de la tarde comenzamos a movernos…El sol se está marchando. Es la primera puesta Fueguina de la travesía. Y es espléndida…Son colores dorados y cálidos, aunque las nubes y el mar amenazan con azules y grises entrelazados que nos advierten de que fuerzas más poderosas están por llegar. Nos alejamos de Punta Arenas, esa ciudad salvaje y cosmopolita en la que he tocado no sé cuantas veces el pie del Indio que según la leyenda te da suerte y te trae de vuelta. ¡A ver si hay suerte!
Las luces de la ciudad se alejan y entramos en el Estrecho de Magallanes que cruzamos por la noche. Entramos en ese laberinto de canales en el que el barco, según nos confiesa días más tarde el capitán, tiene que ir dirigido con precisión y firmeza porque cualquier movimiento en falso puede costar caro. ‘Los canales pueden convertirse en pequeños y echarse encima’ si hay un mal cálculo, nos dice Adolfo Navarro. No creo que Magallanes y su expedición tuvieran instrumentos diferentes a los que son necesarios hoy en día para adentrarse en estos peligrosos corredores. Aquí no vale el GPS ni ningún sistema de navegación moderno. Los llevan, por supuesto, pero hay que utilizar compás náutico antiguo, escuadra y cartabón para medir al milímetro la maniobra que lleve al buque por el mejor cauce. Hasta en eso es distinta e indómita la Patagonia. Los satélites que sirven en cualquier Océano por grande e infinito que sea, no son fiables aquí, en el fin del mundo.
Sirven la cena y conozco a mis compañeros de mesa. ¡Vaya mezcla!. Nuestro comedor es en esos momentos una especie de pequeña reunión de la ONU con no menos de veinte nacionalidades distintas…Una auténtica Torre de Babel en la que también hay un viaje dentro del viaje, que es la relación que se establece con las personas que conoces en el trayecto. Esto es una lotería, y a mi me tocó el gordo en esta travesía porque acabé hablando de lo divino y lo humano con Annette y William Vazquez, un matrimonio argentino que lleva 30 años viviendo en Australia, y Nori Jemil, una periodista británica de padre turco que resultó un personajes adorable por su mezcla explosiva. ‘Soy inglesa, pero fifí 6 años en Santiago. Tengo el alma chilena y quiero practicar mi español. Por eso pedí que me sentaran aquí’ dice con movimientos expansivos y una gran sonrisa. Espero que haya sido el principio de una gran amistad porque siento que todos ellos forman parte de ese tipo de personas con el que logras plena conexión en apenas unos minutos. Son relaciones esporádicas que harían tu vida más plena y rica si geográficamente estuvieran más cerca. Ya digo que en mi viaje por la Patagonia ha habido otros muchos viajes. El que viví con mis compañeros de la mesa 18 comenzó ese día, el mismo en el que zarpamos de Punta Arenas hacia lo que fue un enorme agujero negro en los mapas Europeos de hace 5 siglos.
Salgo a cubierta y pienso en Magallanes y en su expedición de valientes, porque hay que reconocer que valor y coraje tenían todos ellos a raudales para poder adentrarse por primera vez en este territorio lleno de misterios incluso hoy en día. Ellos fueron los primeros ‘no indígenas‘ que pasaron navegando desde el Océano Atlántico hacia el Pacífico, mar al que bautizaron con ese nombre, quién lo diría, porque no fueron sacudidos por ninguna tormenta. Pero no fue fácil, nada fácil. Cuentas las crónicas de la época que fue una expedición en la que no faltó de nada: motines, crímenes, epidemias, descubrimientos, traiciones…Una travesía que arrancó en 1519 con marineros reclutados a la fuerza y que acabó como uno de los mayores hitos marítimos de todos los tiempos…
Pienso en ellos y me duermo. Mañana será otro día…
Recuerdo perfectamente lo que ví al despertar en cada una de las 4 jornadas que pasé en el ‘Stella’. Era como un golpe de naturaleza que sacudía mi mente nada más abrir los ojos. No olvidaré nunca la imagen de la Cordillera Darwin que me sobresaltó con las luces del alba, poco antes de que hiciéramos el primer desembarco en Bahía Ainsworth. Aquí habitan desde hace tiempo una colonia de elefantes marinos del sur que a veces pueden verse desde las Zodiacs. Si no es así, no os desesperéis…Vais a caminar por un bosque primario vírgen, un lugar que solo recibe la ‘visita’ de unos pocos humanos una vez a la semana. Casi nada de la vegetación os sonará. Son árboles y arbustos propios de una latitud singular…
-¿Qué pequeño es este árbol, no?¿Qué especie es?, pregunto
-‘Es el mismo que ese otro de varios metros que ves allí, pero mucho más joven’. La respuesta me la da Cristóbal, el guía que realiza la visita en español y que lleva con paciencia y humor toda nuestra ignorancia occidental y ‘urbanita’…
Parecen dos especies totalmente distintas sin nada en común, ¡pero resulta que son la misma!…La verdad es que me siento un poco avergonzada por no haber podido ver la similitud, pero me digo que hay que ir con humildad por estas tierras donde mis ojos son casi ciegos…Miro, pero no veo. Oigo, pero no escucho…Nos rodean rocas, musgos de distintos tipos y los líquenes más frecuentes de los 640 de la Región.
Un poco más lejos encontramos Mortillas, arbustos rastreros que producen una deliciosa fruta de la que se hace mermelada. La Mortilla comenzó a ponerse de moda por la cantidad de antioxidantes que tiene y ahora se puede encontrar en tiendas exclusivas de belleza. En el Parque Nacional Alberto M.Agostini se pueden encontrar árboles como el Coigo, el Ñirre, la Lenga o el Canelo, considerado por los Indígenas Mapuches como sagrado. Es una especie a la que rezaban y que creían que tenía el poder de unirles a dios, quizá porque ellos eran bajitos y el Canelo parecía llegar al cielo. Los ‘hombres de la tierra’ (mapu,tierra; che, persona) pedían permiso, cortaban unas ramas y realizaban unos cánticos destinados a desterrar los malos espíritus de la persona maldita. Después las quemaban y con ellas se iban todas las impurezas de ese ser humano…¡Así de sencillo!
Además de plantas nunca vistas, si os fijáis veréis volar Gaviotas Australes, Cormoranes Imperiales y hasta algún Cóndor Andino, un ave amenaza y en peligro de extinción por la progresiva desaparición de su hábitat natural. Pues aquí, ¡todavía se ven con cierta facilidad!. El paseo es un viaje por una naturaleza muy virgen, muy parecida, sino igual, a la que vieron Magallanes y sus lugartenientes hace 500 años, cuando bautizaron al terreno Patagón por las enormes huellas que aparentemente tenían sus habitantes. Eran una especie de calzado de madera con el que se protegían del tiempo, pero a ellos les sirvió para imaginar unos gigantes monstruosos a los que enfrentarse. Este ha sido mi primer día de aventuras…Habrá más, en Reinos de Hielo y Viento, que explorar…
CONSEJOS PARA EL VIAJE…
Dos cosas me gustaría deciros para que las tengáis en cuenta: Es un viaje espléndido en el que una vez que se sube al barco no se paga nada. Hay buffet libre y todo está incluido durante vuestra estancia. Buscad ofertas en la web de ‘Cruceros Australis’ porque periódicamente la compañía saca precios interesantes pensando sobre todo en las familias. Ahora en Navidad es un buen momento para disfrutar. Es también un destino interesante como viaje de novios. Si buscáis algo exclusivo y distinto, ¿por qué no empezar una nueva aventura vital en el fin del mundo?