Paseo por la fabulosa Marsella, la bella
Aunque hasta hace unos años no se la tomó en serio ni siquiera por sus propios habitantes, la segunda ciudad francesa más poblada puede presumir de ser un destino perfecto para quien busque patrimonio, historia, gastronomía y buen tiempo. Con 2.500 años de historia Marsella ofrece todo lo que un turista puede soñar…Hoy nos paseamos por la ciudad cosmopolita y efervescente que disfruta al máximo de su carácter mediterráneo.
No se puede entender sin saber que fue fundada hacia el año 600 a.C. por marineros griegos en lo que hoy es conocido como el ‘Vieux Port’, el puerto viejo. A pesar de que siglos después cayó en desgracia al apoyar al enemigo de Julio César, ‘Massilia’ ya se había consolidado como uno de los grandes atraques del Mare Nostrum, status que, de una u otra forma, nunca ha perdido. Los veleros descansan en el mismo sitio que hace siglos, y hoy los barcos de pesca salen a navegar y venden su mercancía como si el tiempo no hubiera pasado…
El mercado improvisado aparece a las 9 de la mañana. Antes de que te des cuenta, los compradores, minoristas o restauradores, han cerrado el trato directamente con algunos marineros mientras otros reparan las redes a pocos metros. El espectacular ‘Miroir Ombriére’ de Foster es testigo de todo. Se trata de una delgadísima estructura de acero inoxidable elevada a 6 metros del suelo que tiene el objetivo de proyectar sombra sobre los peatones. La moda entre los turistas nacionales y extranjeros es hacerse un auto-selfie que inmortalice el momento…Esta es una de las ‘atracciones’ del Vieux Port en torno al que gira gran parte de la vida marsellesa. Aquí están los bares y restaurante en los que se reúnen los lugareños cuando juega su equipo, el ‘Olimpique’, y es el lugar al que acuden para disfrutar del mar y el ambiente nocturno. Se trata del corazón de una ciudad con mucho músculo y también mucho carácter. Marsella fue independiente hasta el siglo XV y cuando cayó en manos de Francisco I, no entregó su lealtad fácilmente, tanto es así que el rey tuvo que hacer apariciones varias veces para llamar al orden a sus nuevos súbditos. Él mandó construir el Castillo de ‘If’, prisión inmortalizada en ‘El Conde de Montecristo’ y cárcel archiconocida que todavía hoy es posible visitar en la isla del mismo nombre.
Tras el Puerto Viejo, se encuentra ‘Le Panier’, quizá el barrio más castizo y auténtico de los 16 ‘arrondisement’ de la ciudad. Era el lugar decadente y abandonado en el que vivían los pescadores. En la ciudad griega aquí se encontraba el Ágora, el mercado, del que además toma el nombre que pronunciamos porque significa ‘la cesta’. Durante la Segunda Guerra Mundial fue bombardeado y destruido, y después se abandonó a su suerte…Hace unos años, coincidiendo con la Capitalidad Cultural, se rehabilitó y ahora es un ‘quartier’ muy auténtico en el que encontrar a los artesanos. No hay mejor momento que perderse por él al atardecer. Brujulead por sus tiendas. Os darán la oportunidad de llevaros regalos únicos cosidos, tejidos o fabricados a mano.
Después de atravesar todo el barrio encontraréis un edificio sorprendente que también es responsable de gran parte del resurgimiento reciente de la capital. Hablo del Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo, un icono de Marsella, levantado y concebido por Rudi Ricciotti, un arquitecto de origen argelino conocido por su dominio del hormigón. El MuCEM es un cubo con 3 partes cubiertas de un dibujo parecido a una mantilla según unos, igualito a una red de pescado según otros, que representa los tendones de las piernas de un ciclista según los que tienen más imaginación. En cualquier caso es un lugar animado que los marselleses han hecho propio. La terraza está transitada y el restaurante todavía más porque es un mini templo gastronómico de nombre ‘Passedat’, llevado por el único cocinero Tres Estrellas Michelín de la ciudad.
El otro punto neurálgico imprescindible es la elegante ‘Notre Dame de la Garde’, una basílica dedicada a la Vírgen que constituye un referente cultural de primer orden. Es lo último que ven los marineros cuando marchan a Alta Mar y lo primero que se divisa en el horizonte al regresar a tierra. Y es también la residencia de la Patrona, ‘la Bonne Mère’, la buena madre. Esta basílica del siglo XIX, situada donde ya se construyó un santuario en el XIII, se encuentra en el punto más alto de Marsella, a 162 metros. Decorada con mármoles de varios colores, en su interior cuelgan distintas miniaturas de embarcaciones de madera que representan la protección que siempre han solicitado a la ‘Señora’ los marineros marselleses. El campanario está rematado por una enorme estatua dorada de casi 10 metros. Dicen que aquí se puede encontrar a gente de todas las razas, y religiones porque todos los marselleses, cristianos o no, la veneran.
Marsella es cosmopolita y multicultural. Siempre lo ha sido. Es uno de los rasgos de identidad más claros de este lugar que ha conocido multitud de oleadas de inmigración a lo largo de su historia. Las naves venían cargadas de marineros de medio mundo, pero es que además las sucesivas avalanchas han dejado una mezcla muy interesante. Entre el casi millón de habitantes, hay un 10% de armenios que llegaron en dos flujos durante el siglo XVII. En los años 20 vinieron gran cantidad de italianos, hasta el punto de que se dice que aquí se come la mejor pizza fuera de Italia, y a finales de los 30 llegaron los españoles que huían de la Guerra Civil. Los africanos hicieron su aparición cuando hubo que reconstruir la ciudad tras la Segunda Guerra Mundial y los habitantes de las colonias también se animaron a probar fortuna en los 40 y 60.
Todavía hoy sentarte en cualquier terraza del puerto garantiza poder oír acentos de cualquier parte del planeta. Ese es uno de los encantos que tanto atraen de esta ciudad viva y rebelde que conserva intacto su espíritu y su fuerza.
Recordad que Air Nostrum tiene vuelos diarios a Marsella todos los días, así que alcanzar la Provenza es cuestión de poco más de una hora. Un esfuerzo sobradamente recompensado por las fascinantes oportunidades de una ciudad siempre a la altura de sus más de 2.500 años de historia.