Todas las ciudades tienen su historia escrita en sus calles y edificios. A veces pasamos delante de ellos sin ni siquiera percatarnos de su importancia o de todos los momentos vividos dentro de esas paredes que han podido cambiar la vida de mucha gente. Vilnius es joven y como tal tiene todavía su historia más reciente en carne viva. Hoy vamos a hacer un pequeño recorrido histórico por los lugares que para bien o para mal nunca serán olvidados en esta ciudad.
Lituania ha sido un pueblo que ha luchado y sufrido mucho para lograr su independencia. La época soviética es de las que en el país se recuerdan con más dolor. Fueron muchos años de anulación de una identidad. Por eso me gustaría empezar este viaje por el Parlamento. En el año 91, cuando ya se habían logrado organizar y celebrar las primeras elecciones libres, los tanques rusos sitiaron el parlamento. Los lituanos tenían miedo de que los ocupantes asaltaran la institución así que de forma espontánea fueron acercándose al edificio y formando una barricada. Primero humana y después de hormigón. ¿El objetivo?: que nadie pudiera violar ese parlamento democrático elegido por todos.
Pasaron las horas, pasaron los días y acabaron acampados a las puertas. No se fiaban de que al marcharse los tanques lo destrozaran todo. Había padres, hijos y familias enteras. Y los muros acabaron pintados con enseñas y dibujos. La lucha fue larga pero mereció la pena porque ganaron la batalla y la guerra. Hoy se puede ver algo de aquel muro de hormigón y la alambrada de espino que defendió el Congreso. Se ha dejado una especie de altar para recordar lo que costó la democracia, también en vidas humanas. Solo en enero de 1991, la de 13 civiles. Esa barricada duró desde enero de 1991 hasta diciembre de 1992. Dos años luchando con uñas y dientes por su independencia frente a los rusos.
Otro lugar para no olvidar es la antigua sede de la KGB que alberga un museo dedicado a los miles de lituanos que fueron asesinados encarcelados o deportados por la Unión Soviética desde la Segunda Guerra Mundial hasta la década de los 60. El exterior del edificio está recubierto de placas conmemorativas en honor a los que murieron.
Todo el edificio es un tremendo viaje que rememora testimonios de personas que sufrieron la represión... Objetos, trajes, fotografías del horror. Pero lo peor, como en casi todos éstos sitios, está en el sótano.
Allí se pueden ver las celdas en las que se recluían a los presos. Espacios que no han cambiado absolutamente nada en todos éstos años. Si te detienes un minuto puedes casi ver a los hombres dentro ya condenados por la barbarie soviética.
La habitación más impresionante es sin duda la sala de ejecución donde entre en la década de los 40, 50 y 60, los prisioneros eran ejecutados. En la antesala se exhiben una serie de fotografías de resistentes que perdieron su vida allí. Y ya dentro, hay un vídeo en el que se recrea exactamente como se llevaba a cabo. En 1994, hace como quien dice dos días, los restos de 767 víctimas asesinadas entre estos muros fueron encontrados en una fosa común en el parque de Tuskulèny.
Cuesta olvidar porque aquel pasado sigue volviendo de vez en cuando. Aunque a veces no se ha ido, como ocurre con el Puente Verde. El Zaliasis Bridge conserva las estatuas de la época socialista. La estética no falla. La polémica entre los habitantes de la ciudad no es pequeña porque hay muchos que son partidarios de reemplazarlos. Pero el pasado no se borra tan fácilmente, me temo.
Otro punto curioso es el Radisson Blue de Vilnius. Si os encontráis cerca un café de media mañana es lo perfecto. Cuentan los lugareños que durante la época soviética era el único lugar de todo el país en el que se podían tomar cocteles occidentales, con bebidas importadas. Y dicen también que sus habitaciones estaban llenas de micrófonos para que nada de lo que ocurriera dentro se le escapara al espionaje ruso. Tampoco cualquiera podía traspasar sus puertas libremente. Tenía que ser previamente autorizado por unos guardias, gendarmes, policías, no sé muy bien cómo llamarles, que flanqueaban la puerta día y noche. Aunque solo sea por el placer de saber que ahora nada os lo impide, yo no me privaría del placer de entrar en el Radisson Blu.