Jungfraujoch, el techo de Europa
Es la estación de tren más alta de toda Europa, y la excursión más cara de toda Suiza. El jungfraujoch es una fantástica escapada que bien merece una visita al país helvético, sobre todo en verano.
Para llegar a los 3454 metros de altura, tenedlo en cuenta para preparar ropa de abrigo, hay que realizar un ascenso de dos horas y media y cambiar de tren hasta en 3 ocasiones, así que debéis de disponer de una jornada entera. El viaje, eso sí, es inolvidable. El espectacular macizo del Jungfrau es Patrimonio de la Humanidad. Se sube desde Grindewald en tren hasta Kleine Scheidegg. Aquí es donde comienza el famoso ferrocarril cremallera que recorre cerca de 10 kilómetros con pendientes imposibles de casi el 25%. Ahora son difíciles, pero hay que pensar en el impresionante reto que supusieron para ingenieros y obreros en 1896, cuando comenzaron su construcción.
La ascensión permite aclimatarse poco a poco a la altura y también disfrutar de los fabulosos paisajes alpinos que se van atravesando: montañas majestuosas y nieve abundante a pesar de que en España hace ya días que el calor ha venido para quedarse. La vegetación de la zona, típica de estas latitudes y llena de escenas que rememoran el invierno, nos recuerda lo alto que estamos. El traqueteo sigue su ritmo y el tren no deja de ascender a paso lento pero firme. Dentro, los pasajeros, asiáticos e indios en su mayoría, quieren inmortalizar cada momento. Son estampas muy diferentes a las que están acostumbrados.
Kleine Scheidegg, a 2061 metros es una localidad de veraneo, conocida también por la práctica de los deportes de invierno. Desde Grindelwald se sube por el flanco del Wargistalalp, ladera del Eiger, ‘el ogro’. Su cara norte fue considerada la escalada más difícil de todos los Alpes durante décadas. A partir de aquí se entra en un túnel de 7 kilómetros en el que se encuentran situadas dos estaciones intermedias en las que el tren se detiene y en las que hay pequeños miradores para contemplar a través de las vidrieras el grandioso paisaje de las cimas alpinas. Puede incluso que os topéis con los restos de alguna avalancha que taponan casi toda la ventana. Es la prueba de que la naturaleza tiene sus movimientos y ni toda la técnica del mundo es capaz de frenarla.
Puede que al llegar al Jungfraujoch os sorprenda la cantidad de gente que se apelotona en el hall de entrada. Tendréis que hacer un pequeño esfuerzo para abstraeros a esta multitud, que por otra parte tampoco es tal. El número de visitantes es controlado exhaustivamente por las autoridades para que no se dañe en exceso la naturaleza, pero es verdad que a pesar de su precio, nadie quiere perderse el panorama que ofrece el ‘Top of Europe’. A partir de aquí, solo queda disfrutar, en primer lugar del entorno y de las magníficas vistas del glaciar Aletsch, el mayor de Europa. Si lanzáis la mirada al norte y al sur veréis toda la región de Interlaken
El palacio de hielo es una experiencia singular. Excavado en el glaciar os encontraréis caminando por una serie de pasadizos en los que se exhiben distintas figuras talladas en hielo. Lo más curioso es sentir que estás deslizándote dentro de un congelador lleno de cubitos en el que no puedes dar un paso en falso porque te vas al suelo…
En cualquier caso no hay que perder la perspectiva, lo más importante, no lo olvidéis nunca, es el maravilloso paisaje que estaréis viendo: en medio de los Alpes y divisando 3 de sus gigantes más famosos: la Jungfrau, ‘la doncella’, de 4.158 metros de altura, el Mönch, ‘el monje’, de 4099 y el Eiger, ‘el enano’ de 3970. Claro que le llaman ‘el enano’, pero estamos ante un pico que acaparó la atención mundial durante décadas por su peligrosidad.
La Cara Norte del Eiger es uno de los precipicios más temidos y difíciles de escalar de la tierra. Hubo una época en la que su solo nombre evocaba en los alpinistas un sentimiento de tragedia pensando en los compañeros que habían perdido la vida en el intento. Harrer, el austriaco encarnado por Brad Pitt en ‘Siete años en el Tibet’ llego a decir que ‘la verdadera historia de la pared norte es más grandiosa y más terrible de lo que los hombres puedan inventar nunca. Su recuerdo no ha sido superado por ninguna otra montaña de la tierra’.
En 1935 dos alpinistas de Munich se atrevieron a intentar la escalada de los casi 2.000 metros de roca descompuesta y de hielo negro a los que hay que hacer frente en esta temida ascensión. Estuvieron cerca, pero no lo consiguieron. Después de ellos fueron muchos los que perdieron la vida en el macizo alpino. Más 50 personas dejaron sus sueños entre la roca. Hasta que el 24 de julio de 1938 una cordada germano austriaca compuesta por Harrer, Kasperek, Heckmair y Vörg fue capaz de coronar uno de los últimos grandes desafíos de los Alpes. El propio Hitler les recibió a su vuelta y les exhibió al mundo como súper-hombres capaces de llegar a donde nadie había conseguido hasta el momento.
Mirar ahora la cara norte del Eiger impresiona. Quizá porque hacerlo es ver la tumba de portentosos hombres que fallaron en su intento de domesticar la naturaleza. Esa es otra razón para no perderse esta excursión. Recordar que en la inmensidad de los Alpes Suizos no somos más que pequeños hombres apabullados por su maravilloso poder.