Hay libros que deberían de estar siempre en la cabecera de la cama. Son esos que podrías mirar una y otra vez sin cansarte nunca, y que además te producen una felicidad con la que te puedes ir a dormir en paz…Pues este es uno de esos libros: ‘Himalaya’ de Tania Abitbol editado por la editorial Lunwerg. El tomo es un fabuloso repaso fotográfico de uno de los lugares más mágicos del mundo. Lo dice todo aquel que lo ha pisado y lo demuestra la fascinación que escritores y deportistas han tenido por esta Cordillera de Nieves durante siglos. El Himalaya, el techo de la tierra, atrae sin cesar a gentes de todo tipo y condición…Y al ojear este trabajo se comienza a comprender por qué…Para empezar, su gente…
La gente hace también distintos los lugares. Los hace perdurables en nuestra mente. Y la autora consigue que viajemos al Himalaya sin movernos del sofá a través de los rostros de la gente que vive allí y que a diario padece la represión del gobierno chino. Sorprende su fuerza mental, sus sonrisas, su mirada… Su firmeza mirando a la cámara y también su naturalidad, porque las fotografías de personas son las más difíciles.
Lo he pensado siempre porque mi experiencia me dice que un objetivo cambia el rictus de las personas. Las despoja de su naturalidad y las convierte en sombras de sí mismas. Uno de los méritos que tiene Tania Abitbol es que capta a la gente tal y como es. Consigue que se relajen y muestren al objetivo parte de su alma: secilla, pura y sin contaminar por los defectos de la sociedad moderna. Hace unos años conocí a un fotógrafo que trabajó durante décadas para una agencia norteamericana, la ‘Black Star’. Él me confesó que cuando viajaba no había muchos retratos. ‘Solo fotografío a la gente que me gusta, todos no se lo merecen’.
El trabajo que edita Lunwerg tiene muchos méritos, pero uno de los incontestables está en los rostros que refleja: relajados, abiertos, limpios de tantos prejuicios…El otro gran mérito es la pureza y paz que transmiten todas las fotos. Lo cuenta mucho mejor que yo Almudena Grandes en el prólogo. Ella habla de que ‘mas allá de los encuadres, de las luces y de la técnica, conmueve una mirada que sabe exprimir todo lo que es un rostro, una sonrisa, unas arrugas que son capaces de decir, y una inteligencia capaz de ordenar todos esos matices para que el resultado final, este libro, guarde la armonía buscada’
Al leer estas palabras pienso que la trayectoria humana es fundamental en el trabajo de un artista. La autora era jugadora profesional de golf y tras una grave lesión de espalda tuvo que abandonar el deporte. Imagino que tener que enfrentarte a esa decepción, a ese dolor, a ese vértigo, te hace más humana y te permite fotografiar con más humanidad las profundidades del alma.
‘Himalaya’ está en mi mesita de noche y allí permanecerá durante mucho tiempo. Porque mirarlo me da paz,…y fe en un oficio que a base de venderse a veces parece que se ha quedado vacío. Pero no es así. Apuestas como ésta nos lo recuerdan.