Friburgo, la desconocida.
No está entre las ciudades Suizas que primero nos vienen a la mente, pero es una preciosa villa que merece la pena conocer en un recorrido por un país que nos descubre sus secretos en la Gran Ruta Suiza
Frigurgo, ‘Freie Burg’, castillo libre, sorprende por su estampa y belleza. El elegante casco urbano se dibuja en el horizonte con multitud de casas suspendidas en el precipicio. Elegantes edificios que recuerdan un pasado glorioso y lleno de pujanza comercial. En la Edad Media aquí se produjo uno de los cueros más apreciados de la zona y un lino de excepcional calidad que todavía se puede encontrar en los ‘almonedas’ tradicionales.
Los días de mercado amanecen distintos en Friburgo. Son más claros, más alegres… Desde primera hora, la plaza de Ayuntamiento se llena de puestos que ofrecen productos de primera calidad recién elaborados o recolectados. Los ciudadanos se acercan a los de su confianza, a aquellos tenderos con los que claramente tienen relación desde hace tiempo, y es normal verles charlando y cambiando impresiones. Hasta el alcalde aparece a hacer la compra de la semana. Va vestido de sport, acompañado por su mujer, y lleva una bolsa grande en la mano. Es la mejor prueba de que el sábado, el mercado es el lugar perfecto para encontrarse a todo el mundo.
Friburgo es elegante. Se sitúa en un recodo del río Sarine y al contemplarla se distinguen perfectamente los dos niveles en los que está construída. Es una ciudad de puentes. Puentes de todos los tamaños y a todas las alturas: Le pont du Gotteron, du Milieu, du Saint Jean, de la Force, de la Samaritaine…etcétera, etcétera. Ahora son muchos pero el primero de todos fue el de Berna. Actualmente conserva su estructura y su cubierta que se remonta al siglo XIII.
Esos puentes también se mantienen si hablamos en términos lingüisticos porque la ciudad es totalmente bilingüe. Se habla francés y alemán de manera natural y casi todos los letreros están en los dos idiomas. La ‘basse ville’, la ciudad baja, es rica en edificios medievales. Entre ellos más de 200 fachadas protegidas por la Confederación Helvética. Algunas con 200 años de antigüedad. Otras con hasta 600. Entre las más curiosas, ésta que veis abajo. Un arambol en el que es fácil distinguir letras. ¿Cuántas?. Muchas. En realidad todo el alfabeto. Probad a intentar verlas a ver si os sale
La calle de los esposos viene del Ayuntamiento y desemboca en la Catedral, no tiene pérdida. Pasaban por ella todos los que iban a contraer matrimonio. A la ida se encontraban con una inscripción en francés: ‘voici la rue des Epouses fidéles et aussi le coin des maris modéles’, ‘he aquí la calle de los esposos fieles y también el rincón de los maridos modelos’. Era la frase que daba esperanza a los novios camino a la ceremonia. A la vuelta la pareja contemplaba el letrero alemán que ya avisaba de lo que estaba a punto de pasar: ‘hombre, alegraté porque hoy te casas pero a partir de mañana tu mujer llevará los pantalones’. Imagino que a más de uno se le cortó la alegría al encontrarse con semejante advertencia
La Catedral de San Nicolás es una magnífica basílica que ofrece la posibilidad de subir a la torre después de superar los 365 escalones de la torre. Seguro que la ciudad lo merece si andáis sobrados de energías. Si preferís guardar fuerzas disfrutar de este espectacular recinto sagrado que contiene unas preciosas vidrieras de Manessier y una espectacular nave de bóvedas de ojiva. La reja de la galería que separa el coro del trascoro es de una finura excepcional.
Los lugares religiosos en Friburgo con abundantes. Recibe el sobrenombre de ‘pequeña Roma’ por el poder que ha tomado la fe católica en esta ciudad que acogió a religiosos y congregaciones de todo tipo cuando las guerras les hicieron huir para salvar la vida. De hecho es habitual encontrar santos en las calles del centro. Casi todas están encomendadas a algún protector. Seguro que hay casi tantos como corales de canto, 2.500 en todo el Cantón.Prácticamente todos los pueblos tienen la suya, que por supuesto, no falta cada domingo al servicio religioso. Por eso las iglesias en casi todo el país están nutridas por jóvenes que ven aquí la oportunidad de mostrar sus progresos vocales.
Fijaros en las floristerías porque no es fácil ver la flor de las alturas, el edelweiss, pero aquí los encontraréis…Seguro que la canción que cantaba Cristopher Plummer en ‘Sonrisas y lágrimas’ os viene a la cabeza ….Es la planta nacional suiza, solo crece en las praderas alpinas y de ahí su valor. Otra cosa excepcional es el funicular de Friburgo. Comunica la parte alta de la ciudad con la baja y ya os aviso de que huele muy mal. Cuando se estrenó, el siglo pasado, era lo nunca visto porque su mecanismo funciona con aguas fecales y no ha variado desde entonces. Dependiendo del número de pasajeros que hay que subir se varía la cantidad desechos.
Y una vez arriba vamos a disfrutar de una buena vista y de una buena comida en ‘L’Aigle Noir’, un estupendo restaurante con una carta relevante de vinos y viandas. El local de Roland Blanc tiene varios reconocimientos gastronómicos como los 2 tenedores rojos de la ‘Guía Michelín’ o los 15 puntos de la ‘Gault & Milllau’ , una lista de establecimientos suizos que se elabora otorgando como máximo 18.
Una última recomendación. Si os atrevéis a pasar en Friburgo un fin de semana (ya sabéis que Swiss ofrece vuelos a horas muy cómodas del día) y sois amantes del golf, no dejéis de probar el circuito urbano que la ciudad ha instalado en los rincones más insospechados. Cada vez es más popular entre los ejecutivos locales que después del trabajo quedan para tomar algo con los compañeros y ya de paso a practicar uno de sus deportes favoritos. Si lo hacéis como turistas los hoyos os irán llevando por alguno de los lugares más hermosos y escondidos de esta ciudad que merece la pena descubrir. Es otra manera de conocerla y poder vivirla. ¡Animaros!.