Las Puertas del Infierno...en la Tierra

telecinco.es 14/12/2015 17:15

Están más cerca de lo que parece y no hay que irse muy lejos para poder acceder a ellas. ‘Las puertas del infierno’ se encuentran en este mundo y hasta allí nos lleva Fermín Bocos en su nuevo libro, un fabuloso recorrido por aquellos lugares de la tierra que las creencias, los libros y los dioses han determinado como entradas al temido inframundo.

El periodista cántabro reivindica en este texto de la Editorial Ariel el valor de la palabra. ‘Al principio fue el verbo’, recuerda, y continúa: ‘en un mundo de imagen, lo que conmueve es la palabra’. Y en eso acierta de lleno, porque el libro es capaz de transportarnos mentalmente a lugares lejanos, exóticos y casi desaparecidos sin apenas una fotografía. Fermín nos pasea por distintos lugares de África, Asia y Europa. Nos lleva de la mano por el Lago Averno, del que las aves han desaparecido misteriosamente, por la ciudad de Turín que supuestamente acoge al Diablo (aunque los turineses se saben protegidos de ‘rampaya’ por la Sábana Santa) y por la Región de Ioánina en el norte de Grecia donde se ubica el Necromanteion, una entrada al infierno muy importante para la tradición homérica…

Entre la veintena de viajes que plantea el escritor me ha resultado especialmente revelador el de Chartres, quizá porque en mi visita a la ciudad francesa tuve una sensación parecida a la que él describe. La Catedral, levantada sobre un templo druida, es un edificio misterioso y místico que durante el solsticio de verano se convierte en hervidero de turistas y curiosos, con o sin creencias religiosas, dispuestos a contemplar un fabuloso fenómeno lumínico. ‘A las doce del mediodía’, cuenta Bocos, ‘un rayo de luz atraviesa la coloreada vidriera que relata la vida de San Apolinar para dar sobre un clavo dorado que singulariza una baldosa de forma trapezoidal’. ‘La losa es la tapa de un pozo de 37 metros (…) que señala un punto de fuerza de la Naturaleza que ya era conocido por los druidas’.

Claro que para sorprendentes los dos viajes que relata por España. El primero de ellos, El Escorial. El lector leerá sorprendido cómo el magnífico Monasterio pudo ser construido para taponar una de las entradas del infierno. Hay quién dice incluso que el lugar fue elegido personalmente por Felipe II en ‘la creencia de que levantar un templo emulando al rey Salomón complacería a Dios pues así se eliminaba uno de los accesos a la oscuridad de la ultratumba. El segundo viaje español es todavía más sorprendente, El Monasterio de la Rábida, donde hay quién cree que se encuentra el auténtico Oráculo por el que Ulises descendió a las tinieblas…Esto es quizá la gran aportación del libro, ya que la idea era hasta ahora desconocida.

El texto es un fabuloso viaje físico por Israel, China, La India, Japón, Egipto; y también espiritual, que al mismo tiempo intenta responder a la pregunta de qué ha ocurrido con el temor al infierno que presidió nuestra infancia y con el que tuvieron que convivir nuestros antepasados. Hemos sustituido ese temor que durante siglos ha controlado a los pueblos, por un gran vacío, afirma el periodista.

Todos los enclaves presentados, son lugares a los que hay que viajar con un libro bajo el brazo. Escenarios de grandes acontecimientos que no se pueden entender sin reivindicar la memoria, porque si no tenemos memoria, dice el periodista, no tenemos nada. Para añadir, ‘somos lo que leemos y hemos visto’. Desde este punto de visto el escritor se lamenta de que se esté usurpando el conocimiento de los clásicos a toda una generación. Fermín es, de alguna forma, un clásico del periodismo. Montserrat Dominguez definió en la presentación a Bocos como un periodista ‘slow’, con unos tiempos distintos al del resto de los compañeros. Y doy fe de ello. Doy fe de que siempre fue un hombre que no se dejaba atropellar por el momento. Un hombre que respetaba al profesional exigiendo, pero a la vez confiando en su criterio y trabajo. Un hombre con tal ‘background’ que era capaz de contextualizar cualquier noticia en pocos segundos. Los tiempos de Fermín siempre fueron distintos, más calmados, reposados,… y así son sus textos. Es curioso porque los que en algún momento le hemos tenido ‘cerca’, aunque haya sido de refilón, al leer este ‘Viaje a las Puertas del Infierno’ le oímos de fondo. Su voz se cuela y es como una especie de compañera permanente en todo el texto. Leerle es escucharle igual que ocurre con los profesores de nuestras materias favoritas, esas que nunca hemos olvidado.

No existe el mal sin el bien, ni el infierno sin el cielo y por eso de todos los recorridos, hay uno, el último, que eleva a las alturas. Se encuentra en el Monte Athos, la Montaña Sagrada de los ortodoxos griegos. Allí el cántabro tiene una de esas experiencias envidiables, sobre todo por inalcanzables para una mujer. Convivió con monjes que se rigen todavía hoy por normas medievales dictadas hace 10 siglos y que determinan por ejemplo que está prohibido el acceso a los monasterios a: ”mujeres , varones barbilampiños y animales hembras” . Fue allí donde Bocos llegó a estar más cerca del cielo a juzgar por lo que cuenta. Y ocurrió estando rodeado de religiosos con los que apenas se podía comunicar y llevando un régimen de vida que incluía rezos a las 3 de la mañana y cierre de puertas a las 6. En ese ambiente de imperturbabilidad y conexión con uno mismo, no parece difícil entender que es donde mejor se puede tener una experiencia religiosa, una relación con el más allá de esas que contaban los clásicos cuando se comunicaban con los mismos dioses.

Decía antes que Bocos es un clásico porque los clásicos nos enseñan aquello que no es moderno ni antiguo, sino eterno. Y él también nos enseña a viajar. No se trata de ir a los sitios cámara en mano disparando por doquier y casi sin ver lo que pasa a nuestro alrededor. Hay que ir mirando, con el espíritu abierto y atento a la gente en se cruza en el camino.

El libro es un fabuloso viaje por mundos desaparecidos y otros vivos solo en los libros y en la mente de aquellos que los leyeron…Me los apunto en esta larga lista de lugares que visitar, lugares con una energía especial que hay que vivir por lo menos una vez en la vida. A ver si los dioses son misericordes y tienen a bien ponerse en contacto con una triste mortal como yo.