Es uno de los trayectos en tren más deseados por cualquier viajero, una leyenda cimentado en paisajes grandiosos, cañones infinitivos y estampas ligadas a los indios Tarahumaras. El Chepe, el Ferrocarril Chihuahua-Pacífico cumple casi 60 años y en este tiempo ya se ha convertido en toda una leyenda. Hoy nos subimos a uno de los trenes más auténticos, una máquina que además de atravesar las míticas Barrancas del Cobre ofrece una pequeña aventura entre vagones.
Cada mañana, a las 6 en punto, los viajeros buscan sus asientos para instalarse. Se ponen cómodos porque si hacen el recorrido completo de Chihuahua a Los Mochis o viceversa son 653 kilómetros que atraviesan 37 puentes y 86 túneles. 16 horas en las que disfrutar del paisaje único de la Sierra Tarahumara lo que le ha convertido en una de las principales atracciones turísticas de todo el país. Los primeros kilómetros, de Chihuahua a Cuauhtémoc, el paisaje es lo que podríamos denominar tranquilo. Atraviesa pequeñas comunidades, salpicadas por tierras de labor combinadas a su vez con pequeños arbustos y vegetación baja. El horizonte se va abriendo ante nuestros ojos porque cuando nos subimos a la máquina todavía es de noche, pero a medida que transcurren los minutos un grandioso espectáculo comienza a producirse, el de la multitud de colores que despiertan con la luz.
‘El Chepe’ surca un colosal laberinto de siete barrancas y abarca una superficie cuatro veces más grande que la del Gran Cañón del Colorado, en Arizona. Todas ellas han sido cinceladas en la roca volcánica de la sierra tras 25 millones de años. La región está surcada por carreteras serpenteantes y tortuosas así que la mejor opción es el tren. El Ferrocarril Chihuahua-Pacífico, ‘Ch-P’, de ahí lo de ‘Chepe’, transporta cada día a cientos de pasajeros y a una gran familia, que es la compuesta por los trabajadores. La mayoría llevan toda la vida bailando en el traqueteo de la locomotora. Así tenemos a Fernando Torres y a José Contreras, Don chepe para muchos, 36 años en la compañía. Nacido en el DF, vino de paseo a Chihuahua y aquí se piensa jubilar. No concibe mejor puesto de trabajo: “esto es lo máximo” nos dice. Ejerce de portero, es decir, ayuda a subir a la gente, a buscar su asiento y a todo lo que se ofrezca a los pasajeros, que no es poco, teniendo en cuenta el enorme trajín que se produce en cada parada. El tren es grande. Lleva 3 porteros, 2 auditores y 4 personas de seguridad con las que no hay que asustarse. Están más para evitar incidentes que para sofocarlos.
El factor humano es lo que hace diferente este trabajo. Un día estás hablando con el indígena más humilde y al siguiente atiendes a un presidente de la República o a una estrella de fútbol. Son muchos los personajes de renombre que no han querido perderse la experiencia del ‘Chepe’: los actores Anthony Quinn (nacido en Chihuahua, por cierto), Eduardo Verástegui, Aracely Arámbula o Yolanda Andrade; el multimillonario Carlos Slim o el Presidente de la República Felipe Calderón. Las chicas Playboy también vivieron la experiencia en el año 2005. ¡No quiero ni pensar el revuelo que se montaría entre los paisanos!
Los trabajadores son una gran familia. Se siente con claridad en multitud de detalles. Para empezar comparten comida como en las grandes fiestas con los parientes. Hoy es Pedro quien se pone detrás de la barra. Pollo, aguacate y salsas de las que gustan en la tierra, algunas de ellas picantes y otras ‘muuuy’ picantes. Si no tenéis la suerte de asistir a este banquete entre camaradas, siempre os queda el fabuloso vagón comedor donde disfrutar de la buena gastronomía mejicana: huevos, chilaquiles, quesadillas, tacos,…de nada falta para empezar con energía el día en medio de esta tierra inhóspita, pero hermosa a rabiar.
La construcción de esta fabulosa obra de ingeniería mexicana fue larga y comenzó con Porfidio Díaz. La Revolución paralizó su avance, pero tras muchas cuitas y esfuerzos el trayecto fue por fin inaugurado en 1961 en la estación de Témoris. Dos fabulosos momentos para embarcarse en este camino son la primavera y el otoño, cuando los colores son más intensos y merecen una exploración detenida. Si tenéis tiempo todo el mundo os recomendará hacer el trayecto deteniéndoos en alguno de los interesantes pueblos que atravesáis. Creel, por ejemplo, es un alto importante de la Sierra Madre Occidental con posibilidad de descubrir algún paraje próximo como el Valle de los Monjes. En Divisadero tenéis que alargaros hasta el Parque de las Barrancas del Cobre y montaros en el ‘Zip Rider’ más largo del mundo. Y en Cuauhtémoc buscad contacto con los Menonitas porque conocer su vida y sus costumbres es una inolvidable experiencia.
En todas las paradas veréis maravillosas artesanías de los tarahumaras, uno de los grupos indígenas más singulares de México. Los distinguiréis rápido porque las mujeres visten fabulosas faldas y blusas de vivos colores bordados. A menudo cargan a los niños a la espalda que se acostumbran a crecer pegados, literalmente a sus madres. ‘Rarámuri’ significa ‘pies ligeros’ y son famosos por ser capaces de cubrir grandes distancias corriendo, a veces aseguran que hasta 20 horas sin parar. No hace falta que corran para que percibas la facilidad con la que se mueven en estas barrancas escarpadas. Pisan con soltura y agilidad entre las piedras y no han permitido que nadie, ni los conquistadores, ni los contrabandistas, ni los turistas, modifiquen un ápice su manera de vivir. Se refieren a todos ellos como los ‘chabochi’, las telarañas en la cara refiriéndose a las barbas de los conquistadores.
Los indígenas son solo una de las fabulosas sorpresas que esconde El Chepe, ese ferrocarril legendario, que atraviesa barrancas más largas y altas que las del Gran Cañón del Colorado, ¡el sueño de todo gran viajero que ahora está al alcance de la mano!.