Las paellas conquistan Bangkok
Poner una pica en Flandes nunca es fácil y ponerla en la capital de Tailandia tiene algo de heroico. Eso es lo que ha hecho Fernando Andrés, un cocinero español que se ha hecho dueño del mercado de Chatuchak con sus paellas gigantes los fines de semana. El ‘viva 8’ se llena de comensales y turistas que pasan por delante y se encuentran una atracción que nadie espera: un cocinero echando los ingredientes de su paella cual malabarista de circo. El espectáculo es él.
El arroz se convierte en una cascada, la sal acaba espolvoreada por los transeúntes que se paran a ver el show…todo incita a quedarse en el chiringuito ‘chill out’ que regenta una mujer que a veces parece salida de una película. Fernando se ha convertido en una Pop Star de la cocina en Chatuchak. Cuenta que se hace hasta 4.000 fotos al día y no es de extrañar. Hoy el mercado está tranquilo y sin embargo el corrillo de turistas cámara en ristre intentando inmortalizar el momento es incesante. Le reconocen hasta cuando va caminando por la calle, como si fuera un actor de moda o un tertuliano de televisión. Y eso en Bangkok tiene mucho mérito, entre otras cosas porque aquí llegó para construirse una vida cuando la crisis golpeó fuerte.
Fernando vino de vacaciones allá por el año 94 y se quedó fascinado con el país. Tenía un restaurante en Logroño, su tierra, pero decidió emprender su aventura asiática abriendo otro establecimiento en Bangkok . Fue su particular forma de declarar su amor a una Tailandia de cuya paz se enamoró al primer vistazo. Iba y venía a menudo para atender el negocio, pero yo creo que en el fondo era la excusa perfecta para seguir alimentando la relación con un país que ya le había atrapado sin remedio. Y al final claudicó. Se estableció definitivamente en Tailandia abriendo un restaurante que tenía de todo menos paellas. La cocina española es mucho más, se decía nuestro chef, y eso hay que pasearlo por todo el mundo. Y tiene razón, pero ya se sabe que el público manda y la realidad es que los clientes pedían el arroz valenciano constantemente, así que tuvo que rendirse a la petición popular. Mira a Fernando en acción
Y ahora el sabor español de su paella es famoso en toda la ciudad. 1.000 raciones reparte cada fin de semana entre extranjeros y tailandeses. Ni siquiera mi guía, rebautizado como ‘Juanito’, se resistió a repetir. Hacía años que no comía este plato tan rico que recuerda de su vida en España, me confesó luego con una enorme sonrisa.
La paella ha convertido a Fernando en el rey del mercado y mientras disfruto de la música que pincha un DJ en directo, observo atónita cómo la gente llega exhausta al ‘Viva 8’ para comer su paella, ‘que no es la mejor del mundo’, confiesa Fernando, pero que es deliciosa, añado yo y seguro que la mejor que se puede hacer cuando en la mayoría de los casos no tienes casi ningún ingrediente español. Muchos se atraviesan todo Chatuchak para llegar a Fernando y eso es mucho decir en el mercado más grande de Tailandia y uno de los más importantes de todo el mundo. Sus dimensiones apabullan: 15.000 puestos, 140.000 metros cuadrados y casi 200.000 visitantes de media cada fin de semana. Desde primera hora de la mañana los puestos son un trajín de ir y venir de gente. Aquí se puede encontrar casi todo lo que podáis imaginar…Tanto hay que ver, hacer y comprar que no es difícil pasarse un día entero enredado en sus puestos porque las opciones son infinitas y a veces sorprendentes. Y es verdad que en sus estrechas callejuelas encontraréis cosas tradicionales como multicolores pay-pay de cetrería, imágenes budistas o camisetas con inscripciones modernas y declaraciones de intenciones…
…Y otras cosas más inesperadas como puestos de ropa ‘vintage’ o de marcas internacionales de culto. Confieso que fue lo más sorprendente porque entre estos puestos me sentí igual que en medio de un mercadillo de segunda mano de Londres. Eso sí, chorreando de sudor y con una humedad del 70%, pero aparte de eso, con el mismo tipo de ropa antigua y sacada de otra realidad alternativa.
Los personajes se suceden como en un libro y dan ganas de pasarse el día observando el ambiente. Mirad éste Tailandés que me encontré en un puesto. Tiene cresta, los pelos de punta, tatuajes hasta en el ombligo y cara de muy pocos amigos, pero es el autor de uno de los trabajos más increíbles en piel de cocodrilo auténtica que nunca he visto. Trabaja incluso con las cabezas del reptil que coloca a pares en algunos bolsos. ¡Esto sí que es ‘trendy’!
Otra parte del mercado que no os debéis de perder es la de los artistas. La encontré casi de casualidad cuando buscaba desesperadamente el baño, pero fue todo un hallazgo. Los hay extranjeros y también locales. Todos han encontrado aquí un lugar de exposición de su obra a pie de calle. Me gustan especialmente los trabajos que funden tradición y modernidad, elementos ancestrales y actuales. Y lo mejor es poder hablar con los creadores, aunque sea en un inglés macarrónico, que, como dice un colega finlandés, es el idioma más hablado del mundo. Tener la oportunidad de que te expliquen qué es lo que han querido representar en cada obra gráfica , cuadro o escultura es muy enriquecedor. El baño lo alcancé cuando estaba al límite de mi aguante porque me iba parando en cada stand como un niño frente a un puesto de golosinas. Pero la vuelta no fue más rápida.
Entre unas cosas y otras seguro que el calor y la humedad os aprieta. Fijaros en los fabulosos puestos de comida que encontraréis a lo largo de todo el recorrido. Los hay de todo tipo, pero reconozco que se me iban los ojos detrás de los de los granizados. Hay múltiples sabores: mango, guayaba, coco,… podéis elegir entre un mundo de frutas exóticas y lejanas que en Tailandia se convierten en delicia. Solo un ejemplo, la piña, dulce y refrescante quita la sed y el hambre como nada. Comerla en medio del mercado cuando el sol castiga sin piedad puede convertirse en una experiencia tan placentera como inolvidable. Pero si preferís la comida más sólida, hay puestos en los que no encontraréis ni una palabra en inglés. Son los mejores, auténtica garantía de calidad ‘made in Thailand’.
Chatuchak es una ciudad dentro de otra gran ciudad. Lo mejor es perderse sin rumbo fijo, explorando entre las estrechas callejuelas y los tenderetes al aire libre…Dejarse llevar para encontrar nuevos productos en los que a lo mejor puedes regatear, aunque en la mayoría de los casos no merece casi la pena, porque la rebaja es insignificante y requiere gastar una energía que en mi caso no compensa.
Chatuchak es un escaparate de la grandeza y diversidad del país y también de la amabilidad de la gente. Lo mejor de Tailandia es su gente. Esto lo repetiré muchas veces, casi como un mantra, porque es la conclusión más clara que he sacado de éste viaje. Los Tailandeses son tranquilos, educados y muy amables. Siempre con una sonrisa en la boca, siempre con un gesto de respeto en el cuerpo. En sus saludos no se tocan. El calor y la humedad constante lo desaconsejan. Juntan las manos e inclinan la cabeza a la vez que pronuncian una preciosa palabra: ‘sawasdee’, que estés bien. Pero si les miras a los ojos, ves esa paz y esa bondad que da el clima, seguro, y también el carácter. Lo mejor de Tailandia son los Tailandeses, sin duda. Y solo por eso el país merece un laaaargo viaje (www.turismotailandes.com )