Bailando con elefantes
No hay un animal tan íntimamente unido a Tailandia como el Elefante. Es imposible separarle de su cultura y de su historia. Estos enormes paquidermos han servido durante siglos para ganar guerras, ayudar en las tareas más duras del campo y transportar a los lugareños por todo el país, sin límites de extensión o dificultad geográfica. Pero ahora que sus funciones han ido desapareciendo, su supervivencia está en peligro. Hoy os invito a un paseo muy especial por un precioso proyecto y por una reserva, la del Parque Nacional de Khao Sok, donde podréis acercaron a los elefantes e interactuar con ellos en su entorno natural. ¡Vais a disfrutar como niños!
Todo ello comienza en ‘Elephants Hills’, el Primer Campo de lujo dentro de la jungla tailandesa, y por cierto, no cualquier jungla. Esta zona del sur del país es, a decir de los científicos, uno de los lugares más antiguos del planeta con más de 160 millones de años. Lo que sí es seguro es que también es una de las zonas más húmedas, así que de junio a octubre os podéis imaginar: paraguas en la mochila siempre. De todas formas, no hay que tenerle miedo a la lluvia. En este paraje tan espectacular es un elemento más, una presencia habitual que puede mostrarnos un Khao Sok diferente y auténtico. No hay sensación que se parezca a la de sentir las gotas cayéndote por el cuerpo y refrescándote del calor. Es un placer inolvidable que bien merece un viaje a Tailandia solo para vivir el resto del año recordando esta experiencia reparadora.
Claro que para experiencia inolvidable, la de tocar a un elefante. Sabéis que tienen fama de salvajes y peligrosos. De animales huraños y con muy malas pulgas. Los asiáticos un poco menos porque llevan siglos de convivencia con los humanos, pero en general no son los animales dóciles que a veces los occidentales imaginamos. En ‘Elephant Hills’ se les pueden bañar, dar de comer y hasta acariciar sin peligro porque son todas hembras de cierta edad, es decir, paquidermos más tranquilos, que están siempre escoltados por su ‘mahout’, su cuidador, un hombre que conoce su comportamiento y que cada día les cuida y mima como a un hijo. Este campamento ha desarrollado una manera perfecta de acercarse a estas bestias de 5.000 kilos y de asegurarles su sustento económico. Ya no se lleva esa pantomima de hacerles golpear un balón como que fueran Messi o pintar unas trazas sobre un pequeño lienzo a lo Van Gogh. Es humillante para un animal noble y poderoso que de un solo ‘trompazo’, nunca mejor dicho, puede estampar a un hombre contra una pared y hacerlo perder el sentido.
Aquí los veis moverse libremente por una enorme extensión de terreno, rebozarse, literalmente, en barro, y bañarse en una pequeña laguna ayudándose de la trompa. Eso que muchos solo hemos visto en los dibujos animados o en los documentales, aquí se produce a pocos metros de ti …Les gusta el agua, la disfrutan, recordad el refrán que dice eso de “soy más feliz que un elefante en el agua”…Pues así es como te sientes en ‘Elephant Hill’, feliz.
Después viene lo mejor…Primero bañarles y cepillarles. Id en chanclas y listos para acabar calados porque los chorros rebotan en la piel, gruesa y dura del animal y salen disparados hacia cualquier sitio. Si no tenéis maña con la manguera, es fácil que necesitéis otra muda…Y más tarde darles algo de comer, y digo algo porque en realidad será un pequeño aperitivo porque los elefantes necesitan 250 kilos de alimento todos los días. Comenzaréis por una especie de píldora natural que funciona como que fuera un protector estomacal y que está hecha a base de tamarindo, sal y cereal. A continuación piña, plátano y bambú en cantidades industriales. Veréis que cualquier pedazo dura pocos segundos en vuestras manos porque los elefantes succionan con rapidez. Es visto y no visto…
En ‘Elephant Hills’ actualmente hay 12 y todos tienen su propia personalidad. ‘Tid Tang’, buen camino, es tranquila y paciente. Le encanta que le eches el chorro de agua detrás de las orejas, aunque nunca te pierde de vista para controlar lo que haces. Yo creo que no se fía demasiado. ‘Noi Na’ es mi favorita. No deja de moverse en todo el día y lo hace a un ritmo que cualquiera diría que está bailando salsa o bachata. Es alegre y no descansa ni siquiera cuando la das de comer. Me la llevaría en la maleta, aunque creo que Qatar Airways detectaría el exceso de equipaje
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Sam, nuestro guía, un chico estupendo que guía grupos cuando el trabajo en la plantación familiar lo permite, nos cuenta que la población de Elefantes tailandeses ha descendido dramáticamente en el último siglo. En 1920 se contabilizaban en todo el país 100.000 ejemplares, ahora se encuentran apenas 4.000 domesticados y otros 3.000 salvajes que tienen que vivir como pueden. Mantenerlos puede suponer un desembolso de hasta 1.000 dólares al mes, cantidad que muy pocos granjeros pueden asumir si el paquidermo no realiza alguna tarea económicamente rentable, así que estos campamentos son una manera perfecta de impedir que se vayan al ‘paro’ por decirlo de alguna forma.
Por la tarde paseo en una pequeña barca tradicional por el Sok River y taller de cocina para aprender a hacer un sabroso curry. Dormir en medio de la selva tampoco se olvida fácilmente. Nuestras tiendas son un auténtico lujo: cómodas, decoradas con buen gusto y equipadas con todo lo imprescindible para disfrutar del lugar y el momento. Llueve. El Monzón se ha adelantado este año y la noche nos trae varias tormentas con rayos que iluminan el cielo. Es mágico. La conexión con la naturaleza nos llena de energía y nos recuerda lo pequeños que somos frente a ella.
El segundo día de visita va a ser todavía más sorprendente porque nos vamos a buscar los palafitos, un campamento flotante en Cheow Larn Lake a donde se llega en tradicional ‘longtail’. No se puede hacer de otra manera. Las tiendas, suspendidas en el agua, tienen a la puerta una pequeña canoa para movernos. El tiempo discurre aquí de otra manera…Se puede hacer ‘trekking’ por la jungla o ‘canoeing’, siempre con guía, por los enrevesados canales fluviales del lago. No faltan tareas para quien quiere acercarse a las especies que viven en la zona. Oiréis un auténtico concierto de ranas que no pararán en toda la noche. Y os despertaréis con el sonido de los monos guibones que comienzan temprano su tarea.
‘Elephant Hills’ nació hace 10 años por la necesidad de una pareja británico-tailandesa de no permitir que los elefantes, tan íntimamente ligados al país, desaparecieran paulatinamente…Hoy es algo más, es un lugar al que hay que acudir para comulgar con esta naturaleza de película y vivir experiencias tan fabulosas que son inolvidables.