Se celebra en estos días de julio en la ciudad de los Papas el certamen más moderno y revolucionario de la escena internacional. Un mes entero en el que desfilarán por Avignon los mejores directores, actores y productores de teatro contemporáneo de todo el mundo. El escenario principal es el imponente patio del Palacio de los Papas, el lugar elegido por hasta 7 Príncipes de la Iglesia como centro de poder lejos del Vaticano. Hoy paseamos por el corazón de la Provenza, un lugar para perderse…eternamente.
El Palacio gótico más grande jamás construido tiene más de 15.000 metros cuadrados y fue levantado en varias fases. Cuando la ciudad se encontraba bajo el gobierno de los reyes de Sicilia perteneciente a la Casa de Anjou, el recién elegido Clemente V, francés de nacimiento y arzobispo de Burdeos antes de su designación, decidió marcharse de la insegura Roma y establecer su residencia en Avignon en el 1309.
Los espléndidos espacios que se visitan a lo largo del recorrido atestiguan el poder que llegaron a reunir los habitantes de este lugar. Sus salas están prácticamente vacías pero permiten hacerse perfectamente a la idea de cómo debía de ser la vida de los ‘pudientes’ en el medievo. La chimenea de la cocina ocupa casi una pared entera de grandes sillares y mide 30 metros de alto. Tenía que ser grande porque en ella se preparaban viandas para los casi 600 comensales que podían llegar a juntarse en las frías paredes del comedor contiguo. Todo el que era alguien en muchos kilómetros a la redonda acababa sentado degustando la carne de caza que habitualmente se servía y que se había cazado en el vecino y mítico monte Ventoux.
Otro detalle, el único que tenía entre su juego de cubiertos un cuchillo era el Sumo Pontífice. Quizá por aquello de no dar más armas de las necesarias a los enemigos. Comía en una mesa en solitario con su cuerpo pegado a la pared para que a nadie tuviera la tentación de acelerar su subida al cielo…
En estas paredes se celebraron hasta 7 cónclaves. Entonces no era necesario estar presente para que te eligieran. Tampoco había ‘fumata blanca’. Se tocaban las campanas durante 24 horas y así se hacía saber que había sucesor. El Palacio Papal fue siempre un lugar espléndido en el que habitualmente se utiliza oro en las vajillas y cuberterías. Hasta 250 kilos por ejemplo en tiempo de Clemente VI. Eso sí, después del convite, se contaban una a una las copas para asegurarse que nadie se iba del lugar con lo que no era suyo.
La antigua sala de Audiencias todavía impone. En ella se celebraba una de las ceremonias más amedrentadoras de toda la cristiandad, la del ‘mea culpa’ en la que se reconocía los pecados y se aceptaba el castigo. Sabemos que el Papa y los Cardenales se disponían se semicírculo delante del acusado y también suponemos que no tenían piedad con aquellos que se desviaban del dogma oficial. Hoy este lugar acoge exposiciones temporales entre el continuo ir y venir de los turistas que reconocen el lugar como el principal punto de atracción de esta espléndida ciudad, capital del departamento de Vaucluse y perteneciente a la región de Provenza-Alpes-Costa Azul.
Volviendo al ‘Palais des Papes’, es la más grande de las construcciones góticas de la Edad Media con unos muros de 5 metros de grosor. La primera parte del reciento es la de Benedicto XII, el llamado Palacio Viejo, y la Segunda toma el nombre de Clemente VI. Su fabulosa fachada estará abarrotada de público estos días. Es inmensamente bella en cualquier época del año y preside una enorme plaza en la que no faltan los atractivos. Al lado está la Catedral Románica de Notre-Dame-des-Doms, en cuya cúspide hay una Virgen dorada de casi 5 toneladas; Y unos metros más allá el jardín ‘Rocher des Doms’ desde el que se divisa el Ródano, se ve el famoso Mont Ventoux y se siente el Mistral, el viento seco provenzal que a veces sopla con la fuera de un vendaval y que aquí reconocen como un habitante más.
El festival de Teatro tiene también otro punto neurálgico en una deliciosa calle, a unos minutos del centro, de nombre ‘Les Teinturiers’. Es una pintoresca zona peatonal famosa por su ambiente bohemio y alternativo. Está llena de restaurantes y cafés con mucho ‘sabor’ y también salas de teatro temporales en las que se pasan otras alternativas durante el festival. Este certamen nació en a finales de los años 40 y fue el primero en apoyar y representar a autores contemporáneos fuera de París, donde por cierto, no eran muy amigos de los textos modernos. Ahora dicen que los productores del país se atrincheran en Avignon estas 3 semanas de julio para elegir las producciones y las compañías que llevarán durante todo el año.
El otro lugar imprescindible de cualquier visita es el ‘Pont d’Avignon’…Y habrá alguien que se acuerde de la letra de la canción: ‘Sur le pont d’Avignon, on y dance, on y dance; Sur le pont d’Avignon, on y dance tous en rond’. Bueno, pues lo que nos cuentan en la ciudad es que en este puente ni se baila ni se ha bailado nunca. La canción infantil ha atravesado fronteras y ahora son hordas de turistas los que vienen para hacer lo que la canción les enseñó de pequeños. Aunque a veces se llevan un gran chasco al ver lo que queda de la enorme construcción que una vez fue.
Se levantó en el siglo XII y llegó a tener 20 arcadas de las que actualmente solo se ven 4. El kilómetro de longitud primitivo se destruyó varias veces porque la primera versión era de madera y la última se la llevó una monumental crecida del Ródano.
Su nombre verdadero es el Pont St-Bénezet, un pastor que tuvo varias visiones en las que aparentemente dios le encargaba que levantara una pasarela para unir Francia con la Provenza, entonces territorio independiente. Es el Puente que atravesaron los 7 Papas que rigieron el mundo Católico durante 7 décadas y uno de los lugares que veréis al marchar de esta ciudad rica y poderosa que todavía hoy representa el corazón de esta tierra bella y acogedora a la que siempre se tiene ganas de volver.
Recordad que llegar a Avignon es fácil...Air Nostrum dispone de un vuelo diario con Marsella en temporada alta. Y de ahí a la ciudad de los Papas no hay más que unos cuentos kilómetros en coche.