Fin de semana perfecto de Navidad
Puede ser en Viena, ¿por qué no?. Una ciudad imperial, llena de historia y con muchísimo ambiente en la calle …Todavía queda tiempo para aprovechar la Navidad, las luces, los mercados navideños y el vino caliente. Vámonos de viaje a la urbe por la que paseó Sissi y en la que los Strauss crearon partituras inmortales. Tenemos un fin de semana para aprovechar al máximo…
Comenzamos buscando motivos navideños que nos adornen la casa, más si cabe…El sitio perfecto son los Mercados que están ya funcionando en cada plaza del centro. Multitud de casetas ofrecen productos artesanales: bolas para colgar en el árbol, papás Noel en todo tipo de posturas, centros de mesa naturales …y dulces por doquier, desde el mazapán tradicional hasta los corazones de pan listos para llevar a la boca.
Hay muchos. Basta un paseo para darse cuenta de que pueden encontrarse casi en cada esquina. El más conocido es el que se monta al lado de la Catedral de San Esteban, pero también tenéis en la plaza de María Teresa, en el Barrio de los Museos y frente al Ayuntamiento entre otros muchos sitios…En la Casa Consistorial hay incluso una pista de patinaje para los más avezados en la materia. Y digo esto porque veréis que en Austria la gente patina muy bien, están acostumbrados a lidiar con la nieve y el frío y se manejan con soltura en el hielo. ¡Contemplarlos da mucha envidia, sobre todo cuando no te sostienes sobre las cuchillas, como es mi caso!…
Mirad con atención las bolas de nieve de cualquiera de los puestos porque podrían ser de la empresa que inventó este objeto tan mágico…Se encuentra aquí, en Viena, y se puede visitar, aunque requiere que concretéis primero una cita y que cojáis el tranvía. Sigue en manos de la misma familia que conserva el negocio desde el año 1900, cuando Erwin Perzy atendió el pedido de los médicos de un hospital para inventar algún instrumento que les diera más luz en las intervenciones quirúrgicas. Una bola de cristal sobre un foco de luz fue la idea inicial con la que empezó todo, es decir, un emporio que hoy exporta a medio mundo. ¡Me encantan las bolas de nieve! Siempre me han parecido mágicas porque encierran una realidad que permanece en la dimensión de los sueños. Me fascina mirarlas, tanto, que haciéndolo se me pasan las horas muertas…Así que no os extrañará que os diga que de la fábrica vienesa que ahora regenta Perzy, bisnieto del fundador, me tuvieron que sacar con gancho. No encontraréis los 250 modelos de todos los tamaños que fabrican a mano, pero sí varias decenas…Suficientes para hipnotizar a cualquiera, os lo aseguro!.
Viena brilla en Navidad. El centro histórico resplandece con multitud de luces de colores, sobre todo en el Graben y la Kohlmarkt, mis calles favoritas. Las dos se engalanan y sacan a relucir sus mejores galas, por eso la iluminación en torno a la Columna de la Peste es de lámparas de baile. ¿No es fabuloso?. Caminando por esta zona sientes que te deslizas más por el salón de un palacio que por cualquier calle europea. Quizá es la elegancia de sus edificios, quizá es la grandiosidad del monumento barroco erigido por Leopoldo I para agradecer el final de una epidemia que se había cobrado 100.000 vidas, quizá es la suntuosidad de sus esculturas…No sé muy bien, pero reconozco que el Graben tiene algo especial en Navidad…Y los alrededores del Hofburg también. Aquí se arremolinan un montón de tiendas que preparan con mimo sus escaparates. Son marcas inalcanzables para la mayoría: Chanel, Gucci, Armani, Dior, …Pero de vez en cuando, viene bien hacer ‘escaparating’ y atrincherarse delante de los modelos exclusivos y prohibitivos que nos enseñan. Soñar no cuesta y nos hace pasar un rato estupendo…Si os encontráis por la zona os propongo un ‘break’ en alguno de los archiconocidos cafés vieneses. ‘El Café Central’ os pilla cerca, el ‘Griensteidl’ se encuentra en la misma plaza y el ‘Demel’ es quizá mi favorito a pesar de la multitud que normalmente lo abarrota.
Era también la pastelería que más gustaba al Emperador Francisco José y ha sido durante décadas proveedora de la Casa Real Austriaca. Tienen horno propio y en él elaboran todo tipo de delicias: desde pasteles, a panes dulces pasando por bombones o natas artesanas. El chocolate líquido con crema sabe a gloria. Entrar aquí me trae muchos recuerdos porque la primera vez que vine a Viena el salón de té se encontraba en la plaza baja y podías ver desde la calle a los clientes deleitándose con el periódico y el café a media tarde. Entonces mi presupuesto no me permitía entrar en un sitio tan refinado. Hoy no piso la capital austriaca sin hacer una parada en ‘Demel’.
Eso será antes de prepararos para la gran fiesta que abre la Navidad en Austria, el concierto ‘Christmas in Vienna’ que se celebra anualmente desde los años 70 y que se retransmite por televisión. Toda la nación se congrega en torno a una sesión musical de obras que recorren varias épocas y estilos. Este año 4 cantantes excepcionales han ocupado el escenario de la Konzerthaus: la soprano alemana Angela Denoke, la mezzosoprano búlgara Vesselina Kasarova, el tenor norteamericano Noah Stewart y el barítono austriaco Günter Haumer. Todos ellos sobresalen en una noche en la que se llega a comprender por qué Austria es la meca de los melómanos. Un enorme coro, la Filarmónica y los Niños Cantores de Viena emocionaron a todo el auditorio que al finalizar el espectáculo aplaudió ininterrumpidamente durante 10 minutos e hizo salir a los artistas a escena tres veces.
La velada había comenzado con la maravillosa interpretación del ‘Hallelujah’ de Leonard Cohen como homenaje al músico recientemente fallecido. Después vinieron piezas más ‘clásicas’ aunque igual de deliciosas, ‘Domine Deus’ de Rossini, ‘Sanctus’ de Gounod’,’ Au fond du temple saint’ de Bizet y ‘Gesú Bambino’ de Yon, aunque mi favorita fue una grandiosa interpretación de un canto espiritual con reminiscencias de góspel a cargo de Noah Stewart que me dejó al borde de la lágrima. El tenor es un hombre simpático y campechano con el que pudimos intercambiar alguna palabra después. A pesar de tener una trayectoria ya reconocida en su país, nos confesó que era su primera vez en Viena y que había tenido muchos nervios. Y cuando todos a una le dijimos lo que nos había gustado su actuación, de repente surgió una enorme sonrisa en su rostro. Me quedo con ese momento en el que la estrella dejó paso al niño y al joven que quiere triunfar y emocionar.
-Me he puesto mis calcetines de la suerte, añadió. Ah, sí, pensé yo, unos rojos que casi se veían desde la mitad del auditorio.
De esta fabulosa gala recordaré también las obras con acento español: la ‘Malagueña’ de Ernesto Lecuona, muy aplaudida por el público, las canciones tradicionales ‘Navidad Negra’ y ‘Corramos, corramos’ de Cuba y Venezuela respectivamente y el ‘Feliz Navidad’ de José Feliciano. Bueno, en realidad lo recordaré todo, porque fue una noche mágica hecha para el disfrute de todos aquellos que aman la música. Tras la resaca emocional del concierto, viene un nuevo día que comienza…también con música. ¡Qué gusto!...Con los niños cantores que, esta vez en la Capilla Real acompañan a la celebración de la Misa. Su fama hace justicia a su talento. Sus voces son magistrales y de verdad que transportan al cielo, sobre todo cuando cierras los ojos y te concentras en su sonido. La celebración dominical es un acto muy interesante, lleno de feligreses y también visitantes extranjeros, sobre todo japoneses. Se oficia en latín y alemán tal y como se hacía en los años 50, y de espaldas al público siguiendo la ortodoxia religiosa más conservadora. A los niños cantores los oiréis, pero casi no los veréis porque están en lo más alto de la capilla.
Los menores, aunque no lo parezca, ensayan antes del comienzo de la ceremonia. Desde los laterales se ve a dos adultos que los ‘pastorean’ porque aunque son disciplinados, son niños al fin y al cabo, y se comportan como tal, con barullo y algarabía, al entrar y salir del coro. La misa tiene partes cantadas en gregoriano y se ofrece con señal realizada para que nadie se pierda ningún detalle. No se me ocurre mejor manera de comenzar un domingo…
…Y tampoco se me ocurre mejor manera de continuarlo que con el espectáculo de la Escuela Española de Caballos Lipizanos, la única institución que mantiene a rajatabla las tradiciones de la doma hispana tal y como se hacían en 1571, año de su fundación. Se puede proclamar sin miedo a exagerar que el picadero es el más bonito del mundo, tanto es así que parece una sala de baile de estilo barroco. Hoy aquí se ve baile, pero de otro tipo, el que deleita a cientos de personas cuando comienzan a danzar los ejemplares lipizanos que han sido mimados desde su nacimiento. El lugar fue creado para que la nobleza y la burguesía pudieran montar en un entorno elegante y refinado. El recinto es un anexo del Palacio Imperial de los Habsburgo y hoy acoge los entrenamientos y también los shows de los domingos.
Si os gustan los corceles os divertiréis de lo lindo al observar la maestría de los jinetes y la destreza de unos caballos tan inteligentes y bonitos que solo les falta hablar. Son mis animales favoritos, reconozco por ellos debilidad, y los que participan en el espectáculo son de pura sangre. Recuerdo especialmente un ejemplar de nombre ‘Favory Aquileja’ montado por el jinete Nowotny. Sus movimientos hacían que los espectadores contuviéramos la respiración de por su elegancia y suavidad. El animal no trotaba ni galopaba, se deslizaba por un salón de baile enamorando con sus mejores piruetas. Fue de verdad un rato inolvidable.
A última hora de la tarde os podéis tomar un buen vino caliente en cualquier de las casetas que encontraréis a vuestro pase y después programar un curso rápido de cocina en el que os enseñarán a elaborar algunos guisos tradicionales de Navidad para degustarlos después. Pasaréis unas horas divertidas en ‘Wrenkh’, en Bauernmarkt 10, al lado de San Esteban: pato salteado con verduras cocinadas en caldo, pescado con lecho de aguacate, zanahorias y col; y para finalizar galletas de Christmas elaboradas con una sencilla pasta de huevo, mantequilla, harina y vainilla natural…Probadlo porque la experiencia es estupenda, muy divertida y sobre todo deliciosa. ¡Que trabajo lleva comer bien!.
Karl y su hermano montaron este restaurante hace unos años siguiendo la estela familiar, aunque no era esa su intención…Karl tiene una historia personal singular. Sus padres regentaron el primer establecimiento vegetariano de Viena y él pasó su niñez y adolescencia jugando en la cocina. Al hacerse adulto marchó a Los Ángeles donde se dio cuenta que lo único que sabía hacer para ganarse la vida era cocinar. Después siguió su periplo vital por Argentina y varios países de Latinoamérica hasta que volvió de nuevo a su casa y vio la oportunidad de hacerse cargo de uno de los restaurantes que ya lo habían sido de sus padres. Ha montado también una escuela de cocina que goza de muchísimo éxito. ‘Hay semanas en las que pasan 1.000 personas por aquí’, nos confiesa, a la vez que reconoce que el secreto de su éxito es la mezcla de tradición y modernidad de sus guisos. ¿Qué más necesitas?, pues poder de comunicación y pasión por lo que haces.
Viena brilla en Navidad y huele vino caliente con canela. Es una ciudad siempre bonita, pero ahora más que nunca porque tiene una luz especial…Una luz que a veces nos llena de nostalgia, pero que también nos ayuda a coger fuerzas para el año que está a punto de entrar. ¡Feliz Navidad!