Antigua, la ciudad renacida
Fue la antigua capital de Guatemala por lo que atesora una innumerable cantidad de tesoros coloniales: monumentos, iglesias, casas señoriales, reliquias de todo tipo…Pero el gran mérito de Antigua es su resistencia frente a adversidades climatológicas porque ni las erupciones de los 3 volcanes a cuyos pies se encuentra, ni los seísmos, ni las inundaciones han podido con ella. Antigua es más imprescindible que nunca en la ruta de cualquier viajero…Hoy nos vamos de visita a una ciudad con clima primaveral durante todo el verano, que huele a café y sabe a maíz.
Cualquier visita comienza en lo que nosotros llamaríamos la Plaza de la capital y que en Antigua es el ‘Parque Central’. Está rodeado de magníficas estructuras coloniales y es el punto de encuentro de visitantes y lugareños…El lugar perfecto para pasar un buen rato observado el trajín de unos y otros. Es probable que llegue también algún grupo de escolares uniformados que se arremolinan en algún banco para charlar y jugar antes de ir a casa.
Ahora, Antigua, parece tranquila, pero hubo un tiempo en el que ‘la muy Noble y muy Leal ciudad de Santiago de los Caballeros de Goathemala’ (ese es su nombre auténtico) era el epicentro del poder de todo Centroamérica. En los siglos XVII y XVIII se levantaron hospitales, escuelas, iglesias y monasterios, muchos de ellos de gran majestuosidad. La Antigua capital llegó a tener hasta 38 iglesias y una Universidad. Algunas de ellas todavía están en pie…Y eso que en julio de 1773 un enorme terremoto casi acaba con todo. Derribó importantes zonas de la ciudad y obligó a la población a marcharse y a los gobernantes a cambiar de nuevo su capital.
La Catedral de Santiago es uno de esos monumentos que a pesar de la Naturaleza y sus desastres sigue en pie. Se comenzó a construir en 1558 y aunque hoy solo quedan ruinas, parece un lugar encantado. El rastro de su esplendor está intacto. Al mirar hacia lo alto, lo que fue la cúpula, los ángeles de las pechinas observan impertérritos a los visitantes recordando que quizá el tiempo pase, pero ellos permanecen guardando el templo. También impresionan los capiteles y los pedazos de columnas que desperdigados por la zona. Mientras, la vegetación, el verde, poderoso y omnipresente en estas tierras se convierte en un elemento más del antiguo lugar sagrado.
Otro sitio que tuvo su parte sagrada es el Antiguo Convento de Santo Domingo que ahora es un hotel importante. Llegó a ser el mayor y más rico monasterio de Antigua, pero después de sufrir tres terremotos en el siglo XVIII, fue saqueado. En 1970 lo compró un norteamericano que realizó abundantes excavaciones y que lo acabó vendiendo a sus propietarios actuales. El edificio es un museo en sí que se puede visitar aunque uno no se aloje en él. Tiene varias colecciones: de platería, el museo colonial, el arqueológico que contiene interesantes objetos de cerámica y piedra del período maya clásico…El otro ‘museo’ que os pueden enseñar solamente si está libre es la antigua habitación del prior. Ahora es el alojamiento más caro del lugar y en él han estado instalados desde Hillary Clinton a Julio Iglesias. Tiene hasta una agradable terraza para recordar que la jerarquía siempre ha existido, incluso entre los hombres de dios.
En el mismo jardín y antiguo huerto de Santo Domingo encontraréis, seguro, a alguna indígena trabajando en su telar… Os querrá vender ‘quitapenas’ (unos pequeños muñequitos que según los guatemaltecos tienen el poder de quitarte el dolor que te aflige si se lo cuentas y duermes con ellos bajo la almohada) y pendientes de jade. Pocos saben del Jade Maya, una piedra muy apreciada en el mundo antiguo. Así se llama de hecho la primera empresa en todo Latinoamérica en comercializar esta roca que es más dura y pesada que la que viene de Asia.
Una de las principales minas se encuentra a unos 150 kilómetros de Antigua por lo que en los alrededores han aparecido una cantidad considerable de piezas de este material. En su origen era de color blanco, pero ahora lo podemos encontrar desde verde hasta lila. Las culturas antiguas preferían el color de los arboles porque creían que venía del maíz, planta sagrada donde las mayas. Se han encontrado máscaras en muchas tumbas que transmitían la idea de inmortalidad. Pero los mayas también hacían collares, pectorales y hasta dientes de este material. Los españoles trajeron el oro y con él poco a poco fue desapareciendo el jade. Pero hoy todavía hay artesanos que trabajan esta piedra en Antigua…Allí encontré a Enrique. Desciende de mayas y cada día talla figuras en este mineral al igual que hicieron sus antepasados en una curiosa forma de unir pasado y presente en el tiempo.
De camino al Ayuntamiento encuentro a varios artistas en la calle. Fabulosos acuarelistas, con todo lo difícil que eso es, que pintan los más exóticos rincones de la ciudad sentados en la calle. ¡Qué ganas de sentarme a charlar y pasar el día con ellos!. ¡Qué ganas de llevarme todos sus dibujos para recordar siempre este lugar y éste momento!...
Reprimo las ganas para que mi presupuesto no se disloque y sigo mi camino a la Casa Consistorial, el lugar desde el que se tienen las vistas más bonitas de la plaza. Es un edificio histórico del XVIII con doble arquería que alberga un museo del libro antiguo.
Aunque, insisto, lo más destacado es su vista sobre el Parque Central y todo lo que allí ocurre: vendedores yendo y viniendo, vecinos encontrándose, niños saliendo del colegio y uniéndose con los amigos…La vida social de Antigua es rica y se vive en gran medida en la calle…
Me queda una última peripecia antes de abandonar la capital Guatemalteca y es la visita al Convento de la Merced, una llamativa ‘mole’ amarilla adornada con filigranas de escayola. El interior es llamativo, como lo son muchas iglesias latinoamericanas que cuelgan banderas de colores para decorar. Fuera me encuentro con Galilea y Gadi, dos primas de 5 y 4 años que nunca olvidaré.
Aquí las tenéis. ¡Se ve a la legua que son 2 ‘personajas’ de cuidao!. Las veo mientras mi compañera Kris Ubach está haciendo una foto a la portada del Convento. Ellas, ajenas a turistas y visitantes, juegan a pillarse y dan vueltas corriendo alrededor de Kris. La escena es preciosa porque ellas están en su mundo de fantasía y divertimento. Un mundo paralelo que nada tiene que ver con el de los mayores, con el de su madre y su abuela que, a solo unos metros, intentan vender algún recuerdo para sobrevivir. Ellas todavía no han perdido la inocencia, así que Galilea y Gadi corretean sin parar. Las pedimos una foto. Y ellas, todo obedientes se colocan en la pared posando para unos y otros con tranquilidad, pero con cierta desconfianza. Sin saber muy bien a qué atenerse…Y cuando se rompe el hechizo vuelven a lo suyo, a jugar, a entrar en un mundo en el que todavía no hay preocupaciones. Solo el juego y la diversión que los inocentes disfrutan.