Parada imprescindible, San José
Es un país conocido por ser un auténtico paraíso para los amantes del turismo de naturaleza y aventura. No en vano tiene una enorme diversidad que alcanza las 500.000 especies , el 6% de la mundial. Pero esta riqueza ha distraído durante décadas a los turistas y les ha impedido disfrutar de la Capital de Costa Rica. San José merece una oportunidad, y quién se la dé, no se arrepentirá porque ahora mismo es una urbe llena de propuestas auténticas para el viajero curioso. Hoy nos asomamos a ‘Chepe’, apelativo cariñoso de esta villa que rebosa energía y que ante todo es ¡pura vida!.
Nuestro punto de partida será la fabulosa Plaza del Cuartel de Bellavista, un hermoso lugar que a mediados del siglo XIX era un cafetal. En esos terrenos se construyó este edificio militar en el que se firmó la abolición del ejército el 1 de Diciembre de 1948. Efectivamente este es uno de los datos más sorprendentes del viaje... En ese mundo de postguerra lleno de miedos y fronteras, Costa Rica se convirtió en el primer país latinoamericano en disolver el estamento militar, y el responsable de aquella decisión pionera fue un descendiente de inmigrantes españoles: José Figueres Ferrer, ‘Don Pepe’, un político que dirigió los destinos del país durante décadas y al que todavía se recuerda con algo de cariño y mucha admiración.
El Museo Nacional instalado en el interior de la fortaleza es una sorpresa constante. El acceso es a través de un invernadero en que te puedes quedar entretenido horas. Enormes mariposas azules y también muchas de las denominadas ‘ojo de búho’ se mueven a sus anchas provocando todo tipo de exclamaciones de admiración. ¡Nunca había visto alas tan grandes y fluorescentes!...¡Bien empezamos!...Perfecto recibimiento para disfrutar admirando todos los tesoros que se amontonan en sus salas: piezas de oro, jade y cerámica precolombinas, las casas que habitaron los Comandantes que primero se hicieron cargo del cuartel, los calabozos en los que se hacinaban los prisioneros hasta 1940…
Aunque el mayor misterio del museo lo encierran las bolas de piedra que iréis viendo a lo largo de todo el recorrido. En los últimos años los arqueólogos han logrado dar respuesta a los mayores enigmas de estos objetos escultóricos, aunque todavía quedan dudas por aclarar. Las esferas de piedra del Pacífico Sur son únicas por su tamaño, algunas llegan a alcanzar las 15 toneladas, su perfección y su cantidad, se han encontrado más de 300. Se sabe que estaban ligadas principalmente a espacios públicos, plazas o zonas de paso y que fueron producidas para ser vistas por otros. Algunos conjuntos escultóricos alcanzan las 30 unidades. Algunas de las más imponentes se encuentran en este imponente edificio que forma parte del llamado Paseo de los Museos, una ruta que intenta acercar el Patrimonio cultural Costarricense de San José al visitante.
Otra de las paradas imprescindibles son los museos del Oro y del Jade, pero antes pasemos por el Mercado Central que, creado en 1880, conserva su autenticidad intacta. Se levantó por la necesidad de reunir a los pequeños comerciantes para dar servicio a los clientes y hoy tiene 240 puestos con todo tipo de productos. La mayoría de los pequeños locales han ido pasando de padres a hijos…Uno de los primeros en abrir, la taberna ‘El Gran Vicio’, un curioso bar de encuentro entre turistas y residentes durante casi 140 años. Una buena tasca para tomarse el primer ‘traguito’ del día. De camino a alguna cantina local pasaréis por carnicerías, fruterías, pescaderías, tiendas de especies, flores, tabaco, café,…Todo hermoso y todo colorido, porque Costa Rica rebosa vida.
Antes de marcharnos, platillos variados y bailes de ‘Herencia Tica’, un grupo folklórico costarricense que lleva 15 años recogiendo e investigando las danzas tradicionales. Diego Soria, Luis Rojas y Ámber Sarabia se conocieron en el colegio y ahora, años de trabajo después, se presentan anualmente en el festival nacional de bailes regionales. Son apasionados de los vestidos tradicionales, por eso cada uno de los que portan están hechos a mano con tejidos artesanos.
Seguimos nuestra ruta y llegamos al museo de Jade, la colección más grande del mundo de esta preciada piedra precolombina. 7.000 objetos repartidos en 5 plantas: brazaletes, collares, serpientes, ranas, diosas de la fertilidad, todas piezas exquisitamente talladas que demuestran la depurada técnica de trabajo de mayas y aztecas. Es una visita ineludible. Si os gusta el jade, el catálogo os encantará, y si no lo conocéis, os sorprenderá. Y la última colección que merece un par de horas es la del Museo del Oro donde 1.600 piezas hablan de la visión del cosmos, la estructura social y la orfebrería que tenían en la cabeza los hombres que habitaron la Costa Rica de hace 2.500 años.
El museo del Oro pertenece al Banco Central (os llamará la atención la cámara acorazada que custodia la exposición) y por eso aquí también encontraréis una réplica del que para muchos es el billete más bonito del mundo: el de 5 Colones. Se trata de una pintura titulada ‘Alegoría del Café’ que representa una visión idílica de un puerto de mar…El problema es que el artista que lo creó, el italiano Aleardo Villa, nunca había estado en el país, así que las mujeres del pueblo son europeas de piel fina, no centroamericanas, y los trabajadores cargan los plátanos de manera inapropiada…Nada que ver con lo que haría un auténtico ‘tico’…
Lo remarcable del billete es el color, brillante y luminoso. Parece un cuadro atrapado entre las manos. Una pequeña obra de arte convertida para siempre en moneda. La pintura original la podréis admirar en el Teatro Nacional, cuya fachada, con esculturas de Beethoven y Calderón, avisa del imponente vestíbulo de mármol del interior que no tiene nada que envidiar a ninguno de los europeos. Es producto de la época más próspera del país, cuando el banano y el café hicieron de oro a muchos terratenientes.
El dinero llegaba a espuertas y parecía que nunca se iba a acabar, así que había que construir un lugar para exhibir esta riqueza. La cafetería es como una pequeña bombonera y se me antoja un lugar delicioso perfecto para tomarse un tentempié del tipo que sea.
Para llegar al Teatro Nacional habréis paseado por alguna de las calles peatonales que rodean la Plaza de la Cultura. Si tenéis suerte quizá os crucéis con una fiesta de cumpleaños o disfrutéis de las palomas que revolotean en los alrededores. Así, casi sin daros cuenta estaréis en la puerta de otro Mercado con historia que encierra mucho coraje, el de sus antiguos inquilinos que de un día para otro se vieron casi en la calle. El Borbón fue fundado en los años 50 por la familia del mismo nombre y hace año y medio sus herederos lo pusieron a la venta con el riesgo para los puestos de trabajo que eso suponía. Los vendedores se constituyeron en cooperativa y hoy ya son 150 asociados los que dan continuidad a este mercado de abastos que comenzó en la diminuta plaza exterior y que ahora ocupa toda una manzana.
Nadie quiere perder sus raíces en el Mercado Borbón. Don Mario, por ejemplo: 82 años, comenzó a trabajan en el puesto de sus padres a los 15 años, y hoy sigue al pie del cañón. “Si salgo de aquí, me muero”, nos dice. Y seguro que es verdad porque lo que se percibe en todos ellos es su complicidad, su compañerismo, sus ganas de agradar al visitante y su fuerza, esa que les ha permitido llegar tan lejos. Antes de marcharos de San José para buscar nuevos destinos en este paraíso de la naturaleza que es Costa Rica nos paseamos cuando cae la tarde por Amón, un barrio que alberga alguna de las antiguas mansiones de los terratenientes cafetaleros.
También hay edificios Art Déco y casas Victorianas multicolor. Los cafés y restaurantes tienen mucho encanto, igual que sus tiendas. Pequeñas boutiques con productos de artesanos o artistas locales que recuerdan que San José se mueve, que San José quiere dar guerra y que detrás de esos muros grises solo hay ‘pura vida’