Innsbruck y el padre de Felipe el Hermoso
Es popular sobre todo en invierno por la cantidad de deportes que se pueden practicar con nieve, pero Innsbruck es una ciudad regia y señorial que merece la pena todo el año. Hoy nos paseamos por esta preciosa villa Austriaca, adorada por el Emperador Maximiliano I que dejó su mano y su bolsillo en las obras más importantes y conocidas del lugar: nos referimos al Tejadillo de Oro y a la Iglesia de la Corte, la Hofkirche, excepcional conjunto escultórico que retrata a toda la Dinastía de los Habsburgo.
Si llegáis a primera hora de la mañana sentiréis el frescor de los Alpes cercanos asomados a esta plaza abarrotada durante todo el día. El famoso tejadillo tiene una historia agridulce, dependiendo de a qué fuente recurramos. Según las guías bien intencionadas esta monumental obra fue levantada a requerimiento del Emperador para celebrar su amor por la Sforza, su segunda mujer. Claro que otras versiones aseguran que él estuvo muy enamorado de su primera consorte, María de Borgoña y al morir, se vio obligado a buscar otra compañera con dinero y posición. La afortunada fue una fémina con las arcas llenas, a la que no conocía y apenas hablaba. Blanca María Sforza, cansada de la fría relación, amenazó con divorciarse, pero para impedirlo, le construyó este ‘balconcito’ en el que no faltaba ningún detalle arquitectónico de postín.
Hoy en día sigue siendo la atracción turística principal de la ciudad, la que congrega enormes riadas humanas de todas las partes del mundo. Pararos frente a él unos minutos y observad a vuestro alrededor. Indias con ‘shari’, egipcios con chilabas, japoneses con bolsos de marca y cámaras de foto profesionales... Todos quieren una instantánea frente a este tejado de 1800 azulejos de cobre bañados en oro. En la balaustrada del primer piso, ocho escudos de armas, en la del segundo, atención a los dos relieves centrales que muestran a Maximiliano y a las 2 mujeres de su vida. La primera, la Borgoña madre de sus 2 hijos. La segunda, la Sforza, la que aportó una enorme fortuna.
Dicen que desde aquí la pareja contempló muchos festivales, desfiles y torneos. Hoy hubieran podido ver la ‘Golden Roof Challenge’, una prestigiosa prueba deportiva retransmitida en directo a todo el país en la que participan importantes atletas de salto de longitud y de pértiga con el Tejadillo de Oro como privilegiado fondo. El premio es importante y en estas casi 20 ediciones, los finalistas han venido desde todas las partes del mundo. Da igual que llueva o truene, lo digo en el sentido literal del término, a las 7 de la tarde, comienza la competición. Se ve que en Austria están tan acostumbrados a la lluvia que no dejan que el agua modifique sus planes…No son las condiciones óptimas, para los participantes pero hay que seguir con la prueba…
La otra gran obra que Maximiliano dejó en la ciudad es la Hofkirche, la ‘Iglesia de la Corte’, un monumental oratorio compuesto por 28 estatuas de entre 2 metros y 2 metros y medio de altura y otras 23 más pequeñas, que rodean al Cenotafio del Emperador. Lo dispuso todo para descansar en esta ampuloso templo, aunque finalmente sus deseos se vieron frustrados. Deambular por las enormes figuras de bronce produce inquietud y desasosiego. Es como si desde el más allá vigilaran tus pasos y observaran tu mirada. Son imágenes que representan a familiares directos o indirectos de Maximiliano, así que encontramos, al lado del altar, las que corresponden a su hijo Felipe el Hermoso y a su esposa Juana de Castilla, conocida como ‘La Loca’.
En el centro, el Cenotafio en mármol negro cuya construcción duró más de 80 años. Maximiliano no descansa aquí, sí lo hacen los restos mortales de Andreas Hofer, el héroe nacional del Tirol que inició la rebelión de los montañeses contra los bonapartistas. Hofer es una figura de referencia también en la actualidad: hay jardines, plazas y museos como el ‘Das Tirol Panorama’ en el que representan una de las batallas contra los franceses en una pintura de 360 grados…Andreas, su recuerdo y lo que representó sigue muy presente en el Tirol…
La capilla está al lado del Hofburg, el Palacio Imperial, que se comenzó a construir a partir de varias edificaciones ya existentes en el siglos XV. Poco a poco se fue expandiendo conforme a los gustos de cada momento, hasta que en el siglo XVIII, en la época de la Emperatriz María Teresa quedó más o menos como se ve actualmente. Fue por entonces cuando se completó la Sala de los Gigantes, y también el fabuloso Salón de Baile que hoy se puede alquilar para eventos privados. Se visitan las habitaciones de la madre de María Antonieta y también las de la archi-conocida Sissi, a la que por cierto dicen que no le gustaba la zona. ¡Ella se lo perdió!.
A la entrada del Palacio aprovechad para hacer una parada en ‘Sacher’, la famosa pastelería que inventó el bizcocho de chocolate más conocido del mundo. Su salón de té ofrece variedad de pastas y dulces elaborados a diario…Aunque si lo que buscáis es algo más informal, probad justo en frente, en ‘Kröll’ sus ‘strudel’ de distintas frutas con ricota y queso blanco que están para chuparse los dedos.
Innsbruck es un lugar para disfrutar, sobre todo, cuando el tiempo acompaña. Nada más salir el sol, cerca del mercado local, se prepara una improvisada playa urbana a orillas del Río. La animación es máxima. Buen momento para mezclaros con los locales que os acogerán con amabilidad. Antes de retirarnos a cenar, no podemos dejar de acercarnos al trampolín de saltos olímpicos de Bergisel, un símbolo ya universal y una atracción turística arquitectónica de primer orden ya que fue proyectado por Zaha Hadid. Os sonará nada más verlo porque el concurso que se televisa cada 2 de enero tiene lugar en esta colina. Considerado el trampolín más moderno del mundo, se erigió por primera vez en 1925, aunque fue el 2001 cuando se levantó esta moderan instalación que puede acoger a 28.000 personas.
No dejéis de subir a la torre. Desde allí podréis contemplar el lugar exacto en el que los esquiadores se preparan para precipitarse al vacío. 47 metros de auténtico vértigo separan la gloria del fracaso tras un año de preparación. Y fijaros en un curioso detalle más. Una vez que los deportistas se han tirado, cuando están volando intentando mantener el equilibrio para caer en perfecta posición, lo que ven cuando levantan la vista es…¡Un cementerio!. ¡Sí señor!...En la imagen se aprecia… Al parecer el camposanto estaba aquí mucho antes de que se colocara la pista de saltos, pero es imposible no pensar en la macabra broma del destino, que recuerda a los deportistas el trágico final que les aguarda si su error es de bulto.