Verla asomar en brazos, viva y limpia, esta bebé arroja vida a una Guatemala hoy hundida en el dolor. Porque los rescatistas llevan horas sacando muerte. La ceniza asesina quemó sus sistemas respiratorios. Con la lava a sus pies siguen trabajando en un radio de 20 kilómetros donde reina un silencio que duele. Sin ruido tras engullirlo todo. Los ojos del presidente guatemalteco ya han visto la devastación en las poblaciones de las faldas del volcán. El tsunami de lava a 30 km de la capital causó esta procesión de féretros. No hay consuelo. A pocos supervivientes pudieron rescatar, la asfixia llegó antes que la ayuda. Enseñan las mascotas vivas sacadas de la zona cero. Y en los albergues, miradas perdidas. Más de 3.000 evacuados y casi 2 millones de afectados.