Impresiona y mucho asomarse al cráter del Kilauea. Si la imagen asusta, el ruído que hace la cantidad ingente de lava, mucho más. Ruge mientras se sigue cocinando en esa inmesa olla de 5 kilómetros de largo por 3 de ancho. Y no a fuego lento precisamente, hierve con tal fuerza que da miedo. La situación es peor que ayer. Pero a la imparable actividad, hay que sumar dos nuevas grietas en el volcán. A ras de suelo vemos las abiertas en las carreteras. Son como venas del Kilauea por donde sale humo y peligrosos gases tóxicos que no disuaden a algunos de hacerse selfies. Los más atrevidos hasta trepan por la lava solidificada mientras las explosiones siguen sonando. Estos días hemos visto al monstruo engullir coches, tragarse casas y comerse bosques mientras los vecinos esperan desesperados. 35 años lleva el Kilauea despierto. Ahora es un fiera negra y roja que avanza sin frenos.