Además de los propios cayos donde transcurre la aventura de los concursantes, uno de los lugares más emblemáticos de cualquier edición de Supervivientes es La Palapa. O, dicho de otra forma, el plató en Honduras. Cada jueves, este lugar concentra, en cuatro horas de gala, momentos vitales que marcan el concurso y el destino de nuestros supervivientes: expulsiones, nominaciones, discusiones, trasvase de miembros de un equipo a otro y hasta juegos de líder transcurren bajo este techado construido por la productora en uno de los cayos.
Pero no sólo la atención de la audiencia se concentra en este lugar mágico cada día de gala, sino también el esfuerzo de todo el equipo que, semana a semana, debe sacar adelante una conexión en directo en un entorno complicado nada favorable a este tipo de despliegues. Aunque cada jueves vivamos la comunicación entre Jorge Javier, Lara Álvarez y los concursantes como un acto fluido que transcurre con total naturalidad, las implicaciones técnicas de esa conexión son titánicas.
Es el trabajo incansable de nuestros compañeros de directo, unido al milagro de la tecnología, lo que permite a Jorge Javier hablar con Yurena mientras una lluvia torrencial cae sobre ella en un minúsculo islote en mitad del mar. Y son ese tipo de logros los que convierten a Supervivientes en el programa más ambicioso de la televisión nacional.
Foto: José Ramón Moreno