“No digas ‘no puedo’. Di ‘denme tiempo’”
“No digas ‘no puedo’. Di ‘denme tiempo’”. Victoria, rutera venezolana, sonríe. En sus ojos, la determinación de acabar la marcha que nos conduce desde el pueblo de Coporaque al de Yanque, en el valle del Colca, y que atraviesa el valle arqueológico de Uyo Uyo. Victoria y su amiga Daniela, ambas venezolanas, son ‘cóndores’, uno de los tres grupos en los que los ruteros se dividen para afrontar su primera marcha de esta ruta 2014. Los ‘cóndores’ son los que asumen que su ritmo es más lento, les siguen las ‘águilas’ y, tras ellos, los más veloces, los ‘jaguares’, que hacen de escoba de los que se van quedando atrás. El objetivo es que todos lleguen más o menos al mismo tiempo al punto de destino, saliendo a distintas velocidades.
Estas ‘cóndores’ hacen un alto en el camino que asciende hasta 3.800 metros con un desnivel de 200 metros. A algunos de sus compañeros les cuesta subir, pero ellas están determinadas a alcanzar su objetivo. Mientras respiran profundamente y toman un poco de agua hablan de sus experiencias en la Ruta BBVA. A Victoria le brillan los ojos al hablar de lo que está viviendo. Se le nota la pasión que ha encontrado en la ruta. “Es inspirador”, sostiene porque “se ven las posibilidades que se tienen. No solamente tener un carro [coche], una casa, estudiar lo que te dijeron. Aquí ves profesiones que no conocías como geólogos o arqueólogos”. Alaba las charlas y conferencias, al tiempo que recuerda las palabras de un ganadero de llamas que dirigió unas palabras a los jóvenes el día anterior: “Como dijo el hombre de las llamas, el objetivo es ser buenos profesionales porque los jóvenes somos el futuro”.
El día para Victoria, Daniela y el resto de ruteros comenzó en el pueblo de Coparaque, en el margen derecho del río Colca. Collaguas, incas y españoles, por ese orden, lo poblaron. Cuentan que cuando el inca Mayta Capac llegó a la zona, estaba poblada por los collaguas. Para conquistarles de forma pacífica, el Inca decidió casarse con la hija de uno de los jefes principales, la princesa Mama Yacchi. Para cortejarla “le construyó un palacio de plata”, cuenta nuestro guía Octavio, aunque parece que en realidad fue de cobre. Allí, el Inca permaneció un largo tiempo. De ese palacio ya no quedan más que las trazas. Sobre él, los españoles construyeron el Templo de Santiago Apostol en su camino evangelizador.
Desde este lugar situado en el centro de Coporaque, los ruteros emprenden la marcha del día siguiendo al guía Zacarías Ocsa, un natural de la zona, autodidacta quien, de joven, asombrado por lo que los viajeros le contaban de su pueblo, tan antiguo, decidió un día acercarse a Arequipa y pedir “un libro alquilado” en el que poder conocer esa historia. La pasión por su pueblo y sus avatares le llevó a los archivos de Cuzco, a convertirse en guía e, incluso, a publicar libros con las historias que sus vecinos le relatan. Muestra de ello es el ejemplar que nos enseña sobre la guerra del agua entre Coporaque y Yanque en los años 70 ó el rescate del joven Ciro, desaparecido, y hallado muerto seis meses después. Además de todo ello, Zacarías disfruta contando historias de su pueblo, añadiéndole expresiones y anécdotas de su propia cosecha.
Zacarías nos conduce por una estrecha y empinada senda desde la que se divisan las famosas terrazas en las que se cultivan desde tiempos preincaicos los productos de la zona. Los ocupantes del valle del Colca transformaron sus paisajes con el fin de lograr tierras fértiles que les permitieron obtener productos para sobrevivir. En la actualidad se cultivan cerca de 4.000 hectáreas de estas terrazas. Otras 5.000 están abandonadas. La técnica empleada por los wari para su construcción y, después, por cabanas (que pueblan las zonas bajas del valle y hablan quechua) y collaguas (que habitan en las tierras altas y hablan aymara), consistía en elaborar muros de piedra o pircas unidas entre sí por argamasa de barro. A continuación estas superficies se rellenaban con piedras pequeñas y se cubrían con tierra fértil. Los andenes que ascendían por el valle se comunicaban por medio de escalinatas de piedra (takilpo) empotradas en la pared. La construcción de andenes permitía detener la erosión de los suelos, aprovechar el agua de los deshielos a través de canales y manejar el sistema de cultivos. Se calcula que en época prehispánica la población del valle era de unas 70.000 personas.
Tras los incas llegaron los españoles en 1540. Una de las transformaciones que realizaron fue trasladar el pueblo viejo de Yanque, Uyo Uyo, al otro margen del río Colca. En la actualidad es el único resto arqueológico que ha sido restaurado. Los altos y anchos muros sorprenden por su consistencia y recuerdan a los del famoso Machu Picchu. El pueblo no se podía expandir y los conquistadores españoles decidieron cambiar su ubicación. De esta manera trazaron un nuevo pueblo, con una Plaza de Armas central, y calles lineales, el actual Yanque.
Con la llegada de los españoles, llegó también la viruela, que diezmó a la población. Falleció tal cantidad de personas que se les enterró en tumbas colectivas, conocidas hoy en día como Yuraq Qaqa. La “gente importante”, como indica Octavio, “se enterraba en la parte más alta, cerca de su dios Sol, en las tumbas colgantes”. En este lugar, se pueden ver huesos semiescondidos en la pared rocosa a los que se realizan ofrendas, como hojas de coca, para que los viajeros lleguen sanos y salvos a su destino.
Tras ver las tumbas, atravesamos las terrazas para llegar a Uyo Uyo donde el reposo se ameniza con los ‘cuentos’ de Zacarías y las preguntas de los chavales. Algunos sucumben al calor y la fatiga y echan una cabezadita. Otros comparten galletas, fruta o frutos secos, mientras los médicos atienden a los más agotados. Los más atienden a Zacarías. Con la llegada de ‘águilas’ y ‘jaguares’ se reanuda la marcha hacia Yanque. Antes de llegar al pueblo, atravesamos un puente que cruza el río Colca.
Aunque parece moderno, se mueve mucho más que el puente inca que atravesamos por la mañana con los autobuses. Las construcciones ya no son como las de antes. Una nueva subida de escaleras nos lleva a una acequia en altura. Alonso Comas, experto del Canal de Isabel II, nos cuenta más tarde que la construcción para llevar el agua entre montañas es curiosa porque en vez de utilizar acueductos, situan una especie de tubería que lleva el agua hasta el fondo del valle y, desde allí, por su misma fuerza sube a la misma altura de la que ha bajado. En ese punto ya se puede construir una acequia que transporte el agua.
Vamos llegando a Yanque. Ya en el pueblo vemos dos mujeres con un águila y una llama. Por un sol, dejan hacerse un par de fotos con los animales. Mauricio, que es un joven peruano de Arequipa, exrutero, que participa de apoyo este año, me cuenta que conoce al dueño del águila. El hombre la encontró un día a punto de morir. La curó y la dejó libre. Sin embargo, el águila volvía una y otra vez y, al final, decidió atarla para que no se escapara más y obtener beneficio económico. “¿Y no ha intentado escaparse?”, le pregunto. “No”, asegura Mauricio, “está domesticada”. Asombrada me uno a mi grupo de ‘cóndores’ hasta llegar al centro del pueblo.
Tras el almuerzo, no todo van a ser caminatas y mal de altura. Hay tiempo para un disfrute más tranquilo en las termas de ‘La Calera’, en Chivay. Se trata de unas termas naturales al aire libre, con el agua entre 38 y 40 grados. Se recomienda que el tiempo máximo en el agua sea de unos 35 minutos. Los chavales se lanzan al agua en cuanto la ven. Disfrutan con este momento de relax que les servirá para coger fuerzas para los próximos días. La marcha a las fuentes del Amazonas, a 5.100 metros, se acerca. El jefe del campamento, Jesús Luna, ha decidido, en vista de cómo está afectando el mal de altura y de la crudeza del camino, que sólo 90 personas emprenden la marcha dentro de dos días. Y los ruteros deberán hacer frente a una selección. ¿Quiénes de los ‘cóndores’, ‘águilas’ y ‘jaguares’ serán los elegidos? Pronto lo sabremos. No hay nada imposible, todo es cuestión de tiempo y paciencia en la subida, como afirma Victoria. Por ahora, hay que disfrutar del Valle del Colca y de la Danza de los Cóndores que nos esperan en la siguiente jornada.
Foto: Ángel Colina