Y llegó la aventura. En la última semana de la Ruta BBVA 2014 llegó la etapa cumbre: el ascenso al nevado Quehuisa, en la quebrada Apacheta, origen del río Amazonas, el más largo del mundo. Una expedición de 90 personas subió hasta los 5.710 metros de la cumbre y consiguió el objetivo.
Para entender la expectación que suscitó esta etapa en toda la expedición rutera hay que saber que la ruta BBVA 2014 lleva el nombre ‘En busca de las Fuentes del Río de las Amazonas’. La Sociedad Geográfica de Lima, creada en 1888, en conjunción con una expedición científica polaco-rusa-italo-peruana, emprendió la tarea de determinar el nacimiento del río Amazonas en una empresa propuesta por el polaco Jacek Palkievicz bajo el nombre de Amazon Source 96.
Pavklevicz organizó una expedición entre el 3 y el 18 de julio de 1996, siguiendo el principio geográfico de que para determinar el origen de un río debe seguirse las aguas del tributario más alejado. Por eso, aunque en el valle del Colca se cree tradicionalmente que las fuentes del Amazonas están en el nevado Misti, tal expedición concluyó que el origen del río Amazonas ha de establecerse en la Quebrada Apacheta, en el monte Quehuisa, porque, como señala Zaniel Novoa, Presidente de la Academia, “reúne ciertos caracteres geomorfológicos, hidrológicos e hidrográficos: mayor altura en la divisoria de aguas ,mayor caudal y mayor longitud, todo lo cual le otorga prelación sobre las otras quebradas”.
Con este esfuerzo se determinó que la naciente del río Amazonas se encuentra en un pequeño manantial glaciar, en el mote Quehuisa, a una altura de 5.170 metros sobre el nivel del mar, cuyas aguas proceden del deshielo del permafrost a una temperatura de 0,2ºC, y descargan en la superficie constituyendo el pequeño riachuelo denominado “Quebrada Apacheta”. Con este hallazgo, el Amazonas se constituye en el río más largo del mundo, superando una longitud de 7.000 kms.
Pero no todo el mundo podría acceder a la cumbre y participar en la etapa. Una mala noticia. Sólo 58 de los 203 chavales podría subir al Quehuisa. Se trata de un Parque Nacional que no permite una gran cantidad de gente en la ascensión. A eso había que unirle la exigencia de estar subiendo una montaña a 5.100 metros de altitud: el mal de altura y la fatiga podían hacer que muchos de los que ascendieran se quedaran en el camino. “La ruta no va de hacer montañismo ni de subir un 8.000. La ruta trata de solidaridad, cooperación y compañerismo”, afirmaba Jesús Luna, jefe del campamento, cuando daba la noticia a los ruteros en la noche del lunes tratando de paliar la decepción de los muchachos.
Hubo que hacer descartes. Primero, los enfermos (por esguinces, gripes, etc); segundo, los que habían sufrido en algún momento mal de altura, más propensos a que les volviera a pasar; y, tercero, los que habían estado enfermos en la ruta aunque ya estuvieran recuperados.
Aún así, había más gente que quería subir que plazas. Sólo quedaba el sorteo, tras el autodescarte de quien no quisiera subir. El momento tuvo sus instantes de dramatismo. Se realizó en los autobuses, con papeles. Sólo 5 de cada grupo podría subir.
En algunos grupos no hubo problemas, como el de Octavio, un joven rutero argentino. Sólo 5 podían y querían subir. “Justo, no más”, señala Octavio. En cambio, en el de la chilena María Jesús y la española Adriana hubo más problemas. En su grupo, todo de chicas, ocho querían subir. Tres se autodescartaron. “Yo, por no tener líos con otra chica”, explica María Jesús. Aunque luego se les cedió una sexta plaza, entró la última autodescartada y María Jesús se quedó fuera. Adriana tenía dudas. Había tenido algún síntoma de mal de altura y Luna había pedido que todos los que pensaran que no podían subir, cedieran su plaza para que fuera alguien que pudiera llegar. Adriana también se autodescartó.
En los grupos en los que finalmente hubo sorteo, también hubo dramas. Incluso gente a la que le tocó, también se sentía mal. Quizá por eso, Federico, argentino, montañero y en buena forma, renunció a la plaza que le tocó en el sorteo. En otros grupos, hubo algo más de conflicto. “Alguno está algo resentido, pero se les está pasando rápidamente”, explica Silvia, monitora. Ella también quería subir, pero con los monitores pasó lo mismo. También hubo sorteo.
Sofía, de Valencia, cree que “había mucha gente ilusionada”. Ella no subió porque considera que “si subes es para disfrutar de la montaña porque te gusta, no como un reto personal”. Y añade que “tendría que haber sido todos”. María Jesús está de acuerdo: “O subimos todos o no subimos ninguno”.
Su compañera Adriana cree que también “es una presión para el que sube porque tiene que subir. No poder y hacer que un monitor te baje es también una presión”.
“Hay que alegrarse por los que suben”, dice la joven Sofía haciendo suyas las palabras de Jesús Luna: “Aunque sólo llegue uno a la cima, toda la Ruta estará representada”.
Y llegó el momento. La expedición salió hacia la quebrada temprano. Sin embargo, tres fueron los primeros obstáculos que se encontraron: a uno de los coches se le rompió la dirección; la rueda de otro se quedó atascada en un surco del camino y, por último, un riachuelo se interpuso en el camino y hubo que poner piedras para que los coches pasaran.
Sin más incidentes, se llegó al punto de inicio de la ascensión, a 4.500 metros. El objetivo, a 5.170 metros. Jóvenes, monitores, médicos, periodistas y el grupo de material seguían a Jesús Luna, el ‘gran’ jefe, y al guía local. Las claves, ir muy despacio e hidratarse mucho para esquivar el mal de altura. Alguna que otra pastilla de Sorochi también ayudaba. Cuatro de los chavales, tres chicas y un chico, no pudieron seguir. Una monitora les acompañó hasta abajo. El resto continuó a buen ritmo y sin más paradas de las necesarias.
Finalmente, el grupo corona el nevado Quehuisa. Los ruteros besan la placa donde puede leerse “Aquí nace Amazonas, el río más grande del mundo". Curiosamente, en ese punto no hay agua a plena vista, sino que se encuentra a un metro o metro y medio de profundidad: es un agua subterránea, el permafrost. Los jóvenes disfrutan de la recompensa a su esfuerzo, se hacen fotos y muestran las acreditaciones de los compañeros que no pudieron estar en ese momento y que se quedaron en el campamento.
Jesús Luna habla con Miguel de la Quadra-Salcedo desde la cima utilizando el teléfono satélite: hay que informar al director y creador de la Ruta cuya energía se siente en todo momento. Tras la felicitación, comienza el descenso. Debido a que se ha empezado tarde, se corre el peligro de que se haga de noche y el guía decide tomar un atajo e informar a los coches del nuevo punto de destino.
Pero algo no sale bien. La falta de comunicación o que el guía se ha perdido. Sea lo que sea, los coches no están en el punto acordado. Y se hace de noche. El guía decide llevar a los expedicionarios por otra ruta en busca de los coches una vez más. Es un camino duro. La falta de aire sigue notándose. Tras pasar lo que parece un pajar de ganado, Luna decide que todo el equipo se refugie del frío en él. Enseguida los chicos de material hacen una hoguera y todo el mundo comparte la escasa comida.
Acurrucados esperan, confiando en la experiencia, pericia y sentido común del jefe del campamento.Gracias al teléfono satélite, están perfectamente localizados y la organización de la Ruta se pone en contacto con el grupo de rescate de montaña de la policía, que acude en auxilio de los ruteros. Aunque han de esperar algunas horas debido a las distancias enel Valle del Colca, a la una de la mañana ven aparecer a los policías que les guían sin problemas, al fin, a los coches que les esperan.
La expedición que debía durar unas 7 u 8 horas ha durado algo más, pero sin ningún incidente. Bueno, quizá algún resto de paja en los calcetines o el agotamiento tras una aventura que acabó bien. Al llegar, los ruteros son recibidos entre aplausos y muestras de alegría por sus compañeros. Hoy, todos han estado en el Quehuisa porque 57 de ellos han pisado la cima y todos juntos han logrado un gran éxito.
Fotos: Angel Colina