Toribia tarda 15 días en tejer una bufanda de alpaca tras hilar la lana. Aparenta unos 50 años años, pero podría tener menos. Su piel curtida y sus rasgos serios la avejentan. Viste con una larga falda, que llaman ‘pollera’, hasta los pies, una blusa bordada y un sombrero blanco. Vive en Tocra, en la provincia de Yunque, en la región de Arequipa en Perú, a 4.500 metros de altitud. Igual que ella, Justina y Martina tejen la lana de llamas y alpacas. Justina pregunta de dónde proceden los jóvenes. Al enterarse de que vienen de 21 países y que muchos llegan de España, a más de 9.000 km de distancia, no puede evitar una exclamación: “Uy, de tan lejos”.
Forman parte de la comunidad de Tocra, vecinos y socios de DESCO, Centro de Estudios y Promoción del Desarrollo, una institución no gubernamental del desarrollo que forma parte de la sociedad civil peruana desde hace 49 años dedicada al servicio de la promoción del desarrollo social de los sectores menos favorecidos del país.
Ellas y sus familiares y vecinos han dado la bienvenida a los jóvenes de la Ruta BBVA que han podido conocer de cerca a alpacas, llamas y vicuñas en la Reserva Nacional de Salinas- Aguada Blanca, donde está instalado este Centro de Desarrollo Alpaquero. Se trata de una vasta extensión de puna en la que grupos de vicuñas, llamas y alpacas se desplazan al pie de los nevados Chachani, Misti, Pichu Pichu y Ubinas, conjunto de volcanes apagados entre los que destaca el cono del Misti.
Los 203 chavales han podido aprender a diferenciar a estos animales de pelo grueso y denso y apariencia orgullosa e indiferente y han podido, incluso, arrearlas. Eso sí, aquellos a los que el fatídico ‘mal de altura’ no les había afectado.
Foto: Angel Colina
Ni los médicos se han librado de algunos de los problemas que lleva aparejado el ‘mal de altura’: mareos, nauseas, malestar general… Se produce cuando se sube a alturas superiores a los 4.000 metros y puede atacar a cualquier persona, incluso siendo un experto deportista. No distingue entre jóvenes y viejos, deportistas y sedentarios, hombres o mujeres. La única manera de evitarlo es con la aclimatación: ir subiendo poco a poco de altura y bajar para poder volver a subir sin que el cuerpo genere tanta desconfianza a estar más cerca del cielo.
Los médicos han tenido trabajo y así nos lo cuenta dos de los miembros del equipo de facultativos, Cristina Delgado y Javier González. “Hemos subido muy rápido, del nivel del mar en Lima a 4.500 metros”, señala Cristina.
Algunos de los chavales han sufrido también los efectos del calor por el día y el frío intenso por la noche, que les han producido problemas como diarreas y faringitis. Han llegado más débiles y les afecta más fácilmente. “Son síntomas iniciales y, en general, todos recuperan rápido”, explica Javier González. Por eso aconsejan respirar hondo, beber agua y líquidos como el té de coca, bebida local que ayuda a paliar los efectos de este mal, y nada de ejercicio brusco, algo “muy difícil cuando te invitan a bailar y arrear llamas”, sonríe Javier. Aunque también se puede tratar con analgésicos, la solución más eficaz, señalan, es descender si se empiezan a notar síntomas más graves que pueden provocar un edema.
Los que no han padecido los dolores de cabeza, las taquicardias y las nauseas han podido disfrutar del baile con la danza ‘wititi’, la danza del cortejo y del amor que los habitantes de Tocra nos han ofrecido. Tras recibir la hospitalidad de este pueblo, la Ruta BBVA inicio de nuevo el camino, esta vez hasta Chivay, desde donde partirá la visita al valle del Colca.
Foto: Angel Colina