Entre langostas y lobos de pelo fino
San Juan Bautista. Isla Robinson, 19 de diciembre. En estas islas de Juan Fernández hay muchas cosas exclusivas. Y algunas viven en el océano o a caballo entre sus aguas y la tierra. Por eso uno de los objetivos de los expedicionarios de la Ruta Quetzal BBVA ha sido ver a los lobos marinos de pelo fino o de dos pelos, llamados así porque tienen una capa de pelo larga que cuando se corta deja ver otra debajo con un pel o como el de las focas; esa es su peculiaridad y el motivo de su casi extinción hace un siglo. Según cuenta Hernán Diaz, neurobiólogo, que ha estudiado durante años a estos animales, hubo una expedición que en un sólo viaje se llevó cuatro millones de pieles hacia el Reino Unido. Una carnicería.
Hoy hay unos 80.000 ejemplares en el archipiélago y esta es su época de cría. Para verlos hay que navegar para bordear la isla e ir a su encuentro, Un grupo de periodistas de televisión fuimos a su encuentro, primero en Tres Puntas, donde los descubrimos nadando y descansando al sol sobre las rocas del acantilado; luego en Bahía del Padre, encontramos una lobería que incluye hasta 1.000 ejemplares, algunos de los machos, descomunales.
Resulta emociónante verlos y escuchar cómo se comunican. “Ush, ush, ush”, o algo parecido es el sonido que hacen: Hay diferentes tonos para machos, hembras y crías, y un especialista como Hernán Díaz los distingue. Su sistema de comunicación es inteligente, se ha comprobado científicamente que tienen capacidades cognitivas y sensoriales similares a las de los delfines, aunque los lobos añaden el poder estar en tierra.
No nos perdemos detalle de sus peleas, sus arrumacos, sus juegos, el intento de las crías por nadar y volver a la orilla. Unas crías con alta mortalidad en los primeros meses de vida, cuando se golpean contra las rocas, y a las que sus madres protegen nadando más de 200 kilómetros para cargar alimento (calamares, sobre todo) y generar leche con la que alimentarlas.
En estas aguas del Pacífico viven también las langostas que se degustan en varias partes del mundo, incluída España. Los pescadores las capturan en nasas que ponen en la bahía o a varias horas de navegación. Pesan generalmente 800 grs, pero hemos visto ejemplares de 8 kg. Dos veces por semana se realizan vuelos entre la isla y el continente para llevar las langostas hasta su destino: cada viaje se envían un millar de estos crustáceos.
Hoy hemos comprobado no sólo lo bien que se come en Isla Robinson Crusoe (cada uno de los tres días que hemos estado ha sido riquísima y abundante la comida, gracias Jimena, gracias Carmen), sino la hospitalidad de sus habitantes. Hoy nos han hecho Perol, un guiso característico, para más de 300 personas. Nos han cocinado langostas, pulpo, cangrejos dorados (casi un kilo cada uno, se capturan a 700-1.000 metros de profundidad y se comercializa su carne), vidriola (pescado blanco de la zona riquísimo), con verduras y hortalizas. Una delicia que hemos comido en el campo de hierba sobre el que han montado las tiendas los expedicionarios, con el fondo musical (que invita al baile) del grupo de la Comunidad de Juan Fernández. Los chicos y chicas, en edad de crecer, han repetido ración y han agradecido públicamente la hospitalidad de los juanfernandinos o robinsonianos.
Ha sido el punto final a nuestra estancia en la isla del tesoro, de Selkirk, el inspirador de Robinsón; las islas de Juan Fernández en mitad del Pacífico, con ninguna cobertura de telefonía móvil, sin apenas coches, con grandes cuestas arriba de sus montañas volcánicas, pero con mucha amabilidad, cortesía, cariño, buena música en el Cumberland (increíbles sus sándwiches de pescado, como hamburguesas pero con el filete de pescado a la plancha) y las puertas abiertas de la confianza, algo casi desaparecido en el común de los lugares.
Embarcamos de nuevo en el Valdivia, el buque de la Armada de Chile, nuestra casa flotante rumbo al continente. Nos despedimos en el muelle con un concierto de los ruteros músicos y del coro, bajo al batuta de Víctor, el monitor de Música. Estupendos.
Nos alejamos de Isla Robinson, cada vez más pequeña en el horizonte. Nunca la olvidaremos.