El cielo no existe para los mayas
El cielo maya está reservado para dioses. Sí. Las deidades disponen de plenos derechos allá arriba mientras que los mortales se tienen que conformar con el 'Xibalbá', el inframundo. No es malo ni bueno. Según te portas en la vida, el 'Xibalbá' te trata bien o mal.
"Nosotros nunca vamos a estar con las deidades" bromea Lirio Suárez. Con sangre española, italiana y un perfil indio que desvela la fuerza de la genética maya, esta mujer es la delegada del Instituto Nacional del Antropología e Historia del Gobierno mexicano y, mientras habla de dioses mayas, nos guía por Edzná y Uxmal, dos de las ciudades mesoamericanas más importantes de la Península de Yucatán.
Entrar en Edzná es darse de bruces con los ritos y las tradiciones mayas. Comenzó a poblarse hacia el 600 a. C. y fue abandonada hacia el 1450 d. C, poco antes de la llegada de los conquistadores españoles. Hasta llegar a Edzná hay que abrirse paso en la frondosa selva tropical hasta un pequeño túnel que obliga casi a arrodillarse para entrar haciendo reverencia. Su arquitectura es producto de la mezcla. Muy parecida a la del Petén guatemalteco, recoge la impronta de cada pueblo maya, lugar de paso e importante capital comercial comercial de la zona. "Edzná era el lugar por donde todos tenían que pasar antes de irse a otras ciudades. Es un museo", cuenta Suárez.
La plaza de los cuchillos, lugar de sacrificios, recibe al visitante antes de adentrarse en la Gran Acrópolis para disfrutar de la majestuosidad de la 'Casa de los cinco pisos'. Vuelvo con la imaginación a los años en que Edzná fue habitada para ver a los guerreros sacrificando doncellas frente al túnel que purifica al visitante mientras los 270 chavales de la Ruta Quetzal BBVA cantan y se hacen fotos en medio de la selva mexicana. Edzná pudo tener unos 20 o 25 mil habitantes. Ninguna otra civilización logró desarrollar urbes tan avanzadas ni tan pobladas en un clima tropical como los mayas. Fueron astrónomos, matemáticos y arquitectos que lograron desafiar a la selva y construir grandes ciudades como Edzná y Uxmal.
Si Edzná es una urbe sagrada donde cada piedra fue testigo de los rituales y tradiciones de este pueblo, Uxmal nace de la tierra para levantarse sobre la selva y convocar a los dioses. Llegamos a ella con 30 grados y el sol parece que no dará tregua. Sin embargo, parece que no contábamos con el permiso de 'Chac', dios maya de la lluvia y de suprema importancia en esta zona por las sequías que provoca la piedra caliza al no retener la abundante agua de lluvia. Mientras escalábamos por las grandes pirámides, los rayos dieron aviso del chaparrón que nos obligaría a abandonar las ruinas. La magia de estas rocas va mucho más allá de las sensaciones. Según los libros de las profecías mayas, Uxmal será el escenario del juicio final.
Es ahí donde Lirio cuenta que cielo, tierra e infierno están en el mismo plano y el árbol sagrado. Con sus raíces profundas es el que llega hasta el inframundo, el 'Xibalbá'. Sus ramas son tan altas que también alcanzan el cielo. Según la profecía maya en el segundo solsticio de 2012 llegará el final de esta era. Sin embargo, los mayas no tendrán un hueco en el cielo porque sólo existe para sus dioses.