Gamboa. Escribo este post desde el hotel donde estamos alojados los periodistas. Hemos vuelto de la aldea emberá y del campamento de los ruteros para enviar las crónicas y, en nuestro caso, preparar un vídeo que lo muestra detalle a detalle. Por eso recurro a Julio Michel, titiritero del grupo Libélula, para contáros que los chicos y chicas están estupendos, con el ánimo recobrado y las fuerzas también (lo del aspecto de las botas ya lo dudo).
El día ha comenzado con energía. Tras la diana de rigor interpretada por Julio a la 6 de la mañana, los chicos y las chicas de la Ruta Quetzal BBVA han estado en el río dándose un chapuzón. Un placer incluso para los más remolones (doy fe del agua limpia y templada del río Pequení) Y luego el buen desayuno preparado a la lumbre: huevos, plátano y té de canela (de éste también puedo dar fe que es delicioso) Plena forma para no quedarse sentado.
Y así ha sido según mi confidente Julio. Los talleres han dividido a los ruteros en grupos para ser testigos de cómo recogen los indios el maíz que cultivan (y lo han comido), como pescan con un sistema artesanal en el río que tienen a la puerta. Hoy los expedicionarios se han metido de lleno en lo que a día de hoy conservan los miembros del poblado Emberá Purú que acoge a la Ruta: sus costumbres, sus danzas, las creencias y mitos que mantienen.
Una exhibición de color y cultura a la que ha dado contrapunto un antropólogo español, Joaquín Arinza, con años de vida en Panamá, que ha recordado a los emberá del poblado que, pierden referencia de su pasado, del orígen de sus pinturas, sus danzas, sus mitos; elementos que, según el experto, repiten hoy más como reclamo turístico que como herencia vivida.
Vivir en la selva no es sencillo y los emberá de este poblado, como el resto de sus vecinos y congéneres se abren a un turismo que contribuye a mejorar sus ingresos. Vivir dentro del Parque Nacional del Río Chagres impone condiciones: no pueden cazar y la pesca con condiciones. Su supervivencia, que se abre ahora al turismo, se centra en el cultivo de maíz en "fincas" entre la selva, en la pesca y en la búsqueda de oro; sí, oro, y para ello batean los sedimentos del río Pequení para encontrar "1 punto, 4 puntos de polvo fino dorado", como nos explicaban unos emberá de otra aldea aguas arriba.
A los ruteros la convivencia les encanta. Los emberá son hospitalarios. Una coincidencia qe se nota en cada momento. Unos y otros gustan de conversar (lo cuento porque lo he visto) . Es fácil ver a un chico, a una chica, interesarse por su vida cotidiana; es habitual verlos jugar y abrazar a los niños de la aldea.
Cuando este sábado sea la hora de comer en España, los ruteros dejarán el poblado emberá en cayuco. En grupos de a diez, más o menos. Llevará su tiempo mover a casi 350 personas. Cuando sigan el Pequení tendrán que bajar en algún momento al agua para ayudar a la embarcación en tramos de poca agua por falta de lluvia (y eso que parece que en el cielo no cierran el grifo) La diestra mano de dos emberá, delante y detrás, del cayuco, les guía. Después de atravesar el lago Alajuela llegarán a Puerto Vigía. Y pondrán el campamento en Gamboa, junto al Canal de Panamá.