Chichén Itzá es una de las Siete Maravillas del Mundo. Sin embargo, caminar entre los restos de esta gran ciudad maya es esquivar vendedores de artesanía 'prostituida' que puedes comprar en México pero también casi en cualquier aeropuerto del mundo. Chichén Itzá es el punto de encuentro de cientos de turistas que buscan inmortalizarse junto al gran juego de la pelota o la serpiente emplumada. Caminar entre sus ruinas es dividirse entra el pasado y el presente. El pasado de una civilización que dejó una cultura que ahora admira otra civilización que no entiende del cuidado a la tierra y que pasea entre el castillo y el templo de los guerreros sin interesarse por comprender la historia de esas piedras.
Poblada desde el 500 a. C., Chichén Itzá significa "la boca del pozo de los itzaes" por los cenotes sagrados en los que acumula agua y que fueron lugares de ofrenda y sacrificios. Patrimonio de la Humanidad, tiene el juego de pelota más grande todas las ciudades mayas de la Península de Yucatán. Conocer el juego de la pelota es comenzar a entender los ritos, los sacrificios y la cultura maya. En casi todas las ciudades, había uno dónde los jugadores impulsaban la pelota con las caderas de un lado a otro de la cancha intentando hacerla pasar por el aro.
Según cuenta el Popol Vuh, libro sagrado de los mayas, "en un principio había dos grandes jugadores de pelota que estaban todo el día botando la pelota. El ruido molestaba a los señores de la noche, a los señores del inframundo, que decidieron retar a los jugadores con el fin de sacrificarlos. Les retaron a viajar al inframundo y les coloraron una serie de trampas que lograron sortear. En un momento determinado, perdieron el juego de pelota y uno de los hermanos gemelos fue colgado de un árbol de calabazo y el otro fue desmembrado y tirado a un arroyo. Tiempo más tarde, una hija de un dios del inframundo, fue caminando y un calabazo la inundó y la dejo embarazada. Su padre descubrió que estaba embaraza y corrió matarla porque sabía que solo podía tener hijos de uno de los gemelos".
Cuando llegaron los españoles, la ciudad estaba abandonada aunque algunos mayas aún viajaban a Chichén Itzá para rendir culto a los dioses. Hoy, los mayas que quedan en la región, tres millones en la Península de Yucatán, de los cuales casi 800.000 aún utilizan la lengua maya, viajan a "la boca de los Itzaes" para agasajar al turista con ofertas e intentar salir adelante. Chichén Itzá ya no es un lugar sagrado donde rendir culto a los dioses, es un mercado donde comprar recuerdos e inmortalizarse junto a las ruinas de la civilización maya.
La urbanización y el desarrollo turístico de Cancún o La Riviera Maya ha llevado a los mayas al abandono de la agricultura. Dejan sus pueblos para ir a trabajar en el sector turístico o en la construcción de grandes complejos hoteleros. Sin embargo, según el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la pobreza económica acompaña a la población indígena.