"El Vaca" contra el ADN del crimen de Arriate
"Sólo falta que acusen a mi cliente de matar a Manolete". La desafortunada frase, casi un eructo verbal, se la escuchamos hoy al abogado Andrés Galvez defensor de "El Vaca" minutos antes de que arranque el juicio por el asesinato de la niña María Esther Jiménez Villegas el 19 de Enero de 2011. Lo más curioso es que ese abogado que a partir de hoy intentará evitar que la Ley aplaste a su cliente demuestra con su comentario cierta ignorancia del caso, o peor, bastante mala idea. Porque aunque Manolete no tenía en su cuerpo el rastro genético de "El Vaca", María Esther sí.
María Esther, vecina de Arriate, conocía a su asesino y ambos conocían la caseta donde encontraron su cuerpo adolescente. María Esther, con sus facultades mentales lévemente disminuidas, confiaba ciegamente en su verdugo. Por eso la chica entró en la caseta con esa persona, por eso se quitó la gorra blanca y la colgó confiada en una tubería del chamizo, y por eso se sentó en el suelo, con su pierna derecha doblada bajo el trasero, en la misma posición distendida en que la encontraron un día después. María Esther apenas pudo defenderse cuando en esa postura recibió el primer golpe en la cara con una piedra de 3'9 kg, y después de ese otro, y otro...hasta que su agresor se levantó y desde arriba le golpeó en la zona superior de la cabeza con la misma piedra. Le fracturó el cráneo. Ni rastro de agresión sexual. Problamente porque la conocía, el asesino le tapó la cara a María Esther con la capucha de su sudadera.No quería mirarle la cara y se marchó por donde había llegado. Según los forenses, esto ocurrió entre las últimas horas del día 19 o primeras del 20 de Enero.
Encontraron el cuerpo al día siguiente. Los investigadores se centraron en los vecinos de ésta casi pedanía de Ronda. Fueron días de confusión, también para nosotros que como periodistas intentábamos arañar algún dato. Los guardias civiles de Homicidios de Málaga y sus compañeros de la UCO (Unidad Central Operativa) establecieron su cuartel general en el Ayuntamiento y recogieron ADN de todos. Empezaron las preguntas y en éstas se presentó un tal Carlos, amigo del menor apodado "El Vaca". Carlos contó que al ver la noticia en televisión corrió hasta los guardias para relatarles que, al menos en tres ocasiones en los últimos años, "El Vaca" le había propuesto "coger a una chica, secuestrarla, violarla, darle un palo y tirar por ahí su cadáver". A Carlos le siguió Makombo, el mejor amigo de "El Vaca" y contó algo parecido. Ya con todas las cartas en la mano los guardias llamaron como testigo a "El Vaca". El sospechoso lo negó todo pero incurrió en contradicciones. Primero dijo que no conocía a María Esther, más tarde confirmó que la veía todos los días de los últimos dos meses. De paso repitió hasta en tres ocasiones que no había estado en las cercanías de la caseta donde habían encontrado el cadáver de la desdichada María Esther. En su segunda declaración como testigo "El Vaca" insistía en que esa noche acompañó a Makombo a un partido de fútbol y llegó a su casa a las 21:00. Su familia, y en especial su madre, le daban coartada pero los guardias hallaron las grietas. Los padres de "El Vaca" y su hermana insistían en que llegó a casa a esa hora, pero no coincidían en que programa de tv vieron, en que orden cenaron, o las horas en que se habían ido a la cama ese día de la semana anterior. Los guardias le dejaron ir. Antes le hicieron una fotografía de sus manos, con heridas de arañazos en los nudillos y la muñeca que el sospechoso atribuyó a un accidente en el campo.
"El Vaca" aguantó el tormento de los guardias durante 15 días sin confesar. A veces acorralado, otras se crecía ante la prensa."El Vaca" se reía ante las preguntas cargadas de intención de nuestra reportera de Las Mañanas de Cuatro, Desiré Hernández. Entonces ya sabíamos que él era el principal sospechoso, y los que eran sus amigos también. Los otros menores que se citaban con "El Vaca" y María Esther para pasar las tardes en la parada de autobús, grababan al sospechoso con sus teléfonos móviles y nos ofrecían las imágenes previo pago de 100 euros.
Mientras, los guardias reconstruyeron con ayuda de testigos el itinerario de la víctima la noche del crimen, los testigos habían visto a María Esther con un jóven que se mostraba esquivo. Justo después de que "El Vaca" dejara a Makombo jugando al fútbol, una chica vio a María Esther camino de la caseta a las 21:15 hablando con un jóven q no llegó a ver bien. El panadero la vio poco después más cerca de la caseta pero el chico misterioso se escondió entre las sombras. Otros les escucharon charlar a ambos ya poco antes de la hora del asesinato. Sin embargo, el estudio grafológico de dos notas anónimas amenazantes que poco antes de su muerte recibió María Esther exculpaban a "El Vaca".
Y en eso llegaron los resultados de criminalística. Los guardias habían encontrado ADN de "El Vaca" en el cerrojo de la puerta de la caseta. Mezclado con la sangre de María Esther en la piedra homicida. En la manga izquierda de la chaqueta de María Esther, y en la capucha de su sudadera. Los CSI de la Guardia Civil hallaron fibras de la ropa de María Esther en la sudadera roja de "El Vaca" y viceversa. Y por si no era suficiente llegó el informe del instituto de toxicología de Sevilla confirmando que bajo las uñas de la chica había ADN de "El Vaca" también. Había llegado el momento de detenerle. El 3 de febrero durante el registro de su habitación los guardias descubrieron en la balda inferior del armario las zapatillas que llevaba "El Vaca" la noche del crimen. Los guardias recortaron unos trozos para analizar y dieron positivo. Las manchas de las zapatillas eran de sangre de María Esther. Pero "El Vaca" estaba muy lejos de confesar. El detenido se entretuvo dándose cabezazos contra la ventanilla del coche patrulla camino del cuartel de la guardia civil. Luego se negó a responder las 99 preguntas que le hicieron los investigadores. Al día siguiente tampoco quiso declarar ante el fiscal de menores. Sólo seis meses después el detenido decidió hablar ante el fiscal. Negó haber matado a María Esther, pero ahora sí admitía haber pisado la caseta "para hacer botellón, y dos días antes del crimen revolví la caseta porque allí habíamos escondido unos ordenadores robados antes de revenderlos". "El Vaca" ya sabía que el ADN le incriminaba e intentaba justificarse pero era demasiado tarde. Los guardias descubrieron que lo del robo de los ordenadores había ocurrido en realidad meses antes de lo que decía "El Vaca". Hoy el que fue su mejor amigo le ha desmentido. Makombo (que fue sospechoso de haber participado junto a "El Vaca" en el crimen) le ha contado al juez que el presunto asesino no estuvo en el asunto de los ordenadores robados. "El Vaca" ya sólo puede agarrarse a la coartada que le dan sus familiares.
Un caso sencillo que a simple vista no parece que vaya a complicarse ante el juez. Y sin embargo, Malena y yo nos quedamos con lo que conocemos del asunto entre líneas. Lo que nos martillea la conciencia cada vez que vemos la cara de María Esther en las fotos. No se trata de datos del crimen, se trata de "todo lo demás" que cuentan los testigos y el mismo "El Vaca" en sus declaraciones: que muchos en Arriate despreciaban a María Esther "la corta de entendederas" que la marginaban, amenazaban, insultaban y escupían. Que la trataban a patadas. Y que utilizaban a la pobre chica como blanco de todas sus bromas pesadas, además de aprovecharse de su condición para que les hiciera todos los recados y favores imposibles. Así fue como María Esther fue como un cordero al matadero, buscando la sonrisa de un muchacho que correspondiera a su corazón adolescente.
Ah. Y desconozco si podrían condenar a "El Vaca" por la muerte de Manolete, pero por el asesinato de María Esther "El Vaca" tiene todas las papeletas. Lo veremos en unos días. Aunque, de ser condenado, como menor sólo puede serlo a un máximo de ocho años en un centro de menores.