Los suicidas siempre levantan la cabeza cuando ven llegar el tren
Siempre fue un hombre encantador. Atento, educado, buen conversador...guardaba caramelos en los bolsillos para repartirlos entre los niños del barrio . Ni los vecinos, ni su familia, ni el juez, sospecharon de Ramón Laso Moreno cuando en 1988 su primera esposa murió decapitada por un tren de mercancías. La muerte de Dolores se archivó como suicidio. Así fue como Ramón evitó un costoso divorcio tras ser sorprendido en infidelidad flagrante. La familia de la víctima nunca lo creyó y contrató a un detective privado. Jordi Colomar llegó donde no podía llegar la policía. Él fue encajando piezas hasta que, justo un año después, les sorprendió la muerte en dudoso accidente del hijo de Ramón y la fallecida Dolores. El coche lo conducía Ramón, él contó que un camión del que jamás se supo, les empujó por un barranco de 25 metros. El coche ardió y no pudo salvar a su hijo.
El sospechoso accidente que se cobró la muerte de Daniel Laso tuvo tres consecuencias consecutivas. Ramón cobró más de tres millones de pesetas del seguro con los que montó un videoclub, la policía fijó sus ojos en el pobre viudo y el detective Jordi Colomar fue estrechando el cerco. El caso dio un vuelco en menos de un año. Los investigadores demostraron que el coche en el que se mató el hijo de Ramón Laso mientras circulaba en carretera, en realidad tenía metida la primera marcha. Ramón Laso aprovechó que el niño dormía para bajarse del coche, meter primera, y tirarlo por un barranco. El niño no murió por accidente, su madre tampoco se había quitado la vida. Ramón la estranguló y la dejó sobre las vías para simular el suicidio. Sin embargo, los suicidas que eligen ese modo de quitarse la vida siempre levantan la cabeza cuando ven llegar el tren. No pueden evitarlo y el reflejo les provoca unas heridas características en el cuello. Dolores Camacho no las tenía y Ramón Laso acabó confesando.
El doble parricida fue condenado a 57 años de cárcel pero su proverbial encanto, se convirtió en el jefe de cocina más popular de la cárcel, y la ayuda del antiguo código penal le pusieron en la calle en menos de siete años. Hay quien dice que al tercer mes de su ingreso en prisión conseguía escaparse una vez por semana hasta un club de alterne cercano. Julia Lamas fue la siguiente en rendirse a sus encantos. Fueron pareja durante años hasta que el 27 de marzo de 2009 desapareció junto a su cuñado Maurici Font. Casualmente la última persona que los vio fue Ramón Laso. El detective Jordi Colomar volvió a cruzarse en su camino y los Mossos se aplicaron en la pista. Ramón Laso gritó a los cuatro vientos que su novia Julia había huído con su cuñado Maurici para vivir una historia de amor adúltero pero hace unas horas, tres años después de la doble desaparición, Ramón Laso ha vuelto a ser detenido. El adelanto de la noticia nos puso en marcha a todos. Una historia impresionante, la que todos los "suceseros" nos gustaría contar. Aprovechando que Malena estaba concentrada en otra historia y le falló el olfato, no he dejado de rebuscar para intentar recolocar todas las piezas del que se va a convertir en el caso más discutido del año. Ramón Laso, una vez más había rehecho su vida, vivía en la casa que estaba a nombre de la desaparecida Julia, regentaba un bar y se había vuelto a casar. Lo primero que hizo tras la ceremonia con Margarita fue suscribir un seguro de vida que él cobraría en caso del fallecimiento de su nueva mujer. Los Mossos llegaron antes.
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Hoy en televisión hemos visto al Ramón de siempre, tranquilo y sosegado. Quizá crea ese falso dogma judicial de que sin cuerpo no hay asesinato, pero desconoce la montaña de indicios que obran en su contra. Ramón nunca denunció la desaparición de su ex mujer. Intentó cobrar la pensión de su cuñado Maurici con malas artes, los testigos le situan en varias escenas del caso, y los Mossos saben que fue Ramón el que tras la desaparición de Julia y Maurici llamó a un periodico local haciéndose pasar por éste último insistiendo en que la pareja se había fugado por voluntad propia. Y todo por dinero.
Dos décadas después el cara a cara entre el detective Jordi Colomar y Ramón Laso se ha resuelto de nuevo a favor del primero. La investigación de los Mossos hará el resto. Sólo falta encontrar a Julia y Maurici. Ahora buscan en el patio del chalet de parricida y en un huerto de su propiedad la prueba definitiva de que Ramón Laso es el asesino más frío y calculador que ha dado la crónica negra española de los últimos 20 años.