"Señor guardia, ¿podría aflojarle las esposas al capo?"

telecinco.es 08/03/2012 23:58

Como otras muchas, esa tarde disfrutaban de un par de cafés anónimos en el bar frente al piso que les hacía de oficina en el centro de Jerez. No tenían la calidad de un café napolitano, pero seguro que en la cárcel les sabría más amargo. Llevaban tres años esquivando la celda que la Guardia Civil y el Cuerpo de Carabineros les tenían reservada. Más de mil días a salto de mata, cambiando cada seis meses de ciudad, refugiados en España pero disfrutando de los placeres más fugaces de la vida. Nadie en ese bar de Jerez podría imaginar que de esos dos hombres morenos, el cincuentón que vestía un polo azul, era Giuseppe Polverino, el señor de un ejército de 1.000 delincuentes. El jefe más poderoso del clan mafioso de la camorra italiana, la familia Polverino. El otro, su fiel escudero Rafaelle Vallefuoco y jefe de sección del clan.

La Justicia Italiana buscaba a Polverino por varios asesinatos y una larga lista de delitos. La Unidad Central Operativa de la Guardia Civil le acusa de ser el máximo responsable del tráfico de hachís desde Marruecos a Italia pasando por España. “Pepe” Polverino (así exigía que le llamaran) es el propietario de un imperio de mil millones de euros. Sólo en España gobernaba tres “paranzas” o grupos operativos que operaban desde Tarragona, Málaga y Jerez. Los dos primeros ya desarticulados por los guardias de la misma forma que en octubre de 2011 cayó la red de blanqueo que operaba a su servicio en Tenerife. Allí la Camorra estaba a punto de colocar a uno de sus abogados como concejal de un ayuntamiento siguiendo sus métodos habituales. No lo consiguieron, pero esos ligeros traspiés no le quitaban el sueño a Polverino, porque en Italia dispone de decenas de grupos similares y en España se sentía fuera del alcance de los guardias gracias a las identidades falsas de gran calidad que por seguridad renovaba cada año.

El reloj del bar marcó las 19:30 de esa tarde del 7 de marzo. Los dos mafiosos apuraron sus cafés y pagaron la consumición, una minucia al lado de los 200.000 euros que el capo guardaba en su casa para los gastos del semestre. El aplomo de los italianos contrastaba con el creciente nerviosismo de los vecinos, alterados por el grupo de zarrapastrosos, probablemente toxicómanos, que desde unos días rondaba el barrio. Todavía les inquietaba más la llegada de un BMW azul que a primera hora aparcó en una esquina sin que sus ocupantes con pinta de atracadores de bancos, echaran pie a tierra en horas. Como era de esperar, en cuanto los mafiosos salieron a la calle, toxicómanos y atracadores se les echaron encima pistola en mano y les redujeron sin piedad. Los presuntos delincuentes eran guardias del grupo de Huidos de la Justicia, y las presuntas víctimas, dos delincuentes del listado de los treinta más buscados de Italia.

los italianos se repusieron con chulería de la detención pero fue algo pasajero. Intentaron tomarle el pelo a los guardias “no somos quienes buscáis, os habéis equivocado, que coño estáis haciendo…”, los mafiosos continuaron con esa actitud dentro del coche camuflado que les trasladaba hasta que enfiló otra calle diferente, la de la vivienda del capo di capi. “Ésta no es mi casa”, lo intentó por última vez, pero la ironía ya mudaba en desasosiego. En la casa los guardias se aplicaron con éxito en el registro y encontraron los 30 teléfonos móviles con sus 60 baterías que presuntamente el mafioso usaba en sus negocios. Adherida a cada teléfono, una pegatina con un nombre diferente para recordar el destinatario de las órdenes. Un teléfono diferente para hablar con cada hombre. Quebrar esas medidas de seguridad les llevó meses de trabajo a los guardias y carabineros obligados a pinchar y monitorizar 60 números los primeros y 250 los segundos. Esas horas de intimidad entre guardias y mafiosos sirvieron a los hombres de la UCO para constatar el poder de Polverino. Si su lugarteniente Rafaelle quería fumar, le pedía permiso con sumo respeto. Si su jefe se animaba a disfrutar de otro cigarrillo, Rafaelle apagaba el suyo hasta que el capo acabara el pitillo. Rafaelle no perdía de vista a su jefe aunque ésto le hiciera perder la perspectiva hasta el punto de girarse indignado hacia los guardias para espetarles "señor guardia, ¿podría aflojarle las esposas al capo?" ..."¿Asi que éste es tu capo di capi no Rafaelle?" contestaron los guardias. "No signore, éste no es mi jefe, es mi vida" contestó. Al fondo, Polverino les miró con una sonrisa de oreja a oreja...( Qué difícil tuvo que ser para los guardias concentrarse en un registro cuando te sientes parte del reparto de "El Padrino III").

Lo cierto es que, al menos temporalmente, Polverino y su lugarteniente han aparcado su vida de lujo y placer fracasando en sus planes de alianza con el otro clan camorrista que se mueve en España, el de los Nuvoletta. ¿Y los flecos de ésta operación de la UCO? Los hay, pero son muchos y tienen nombre de mujer. Son las esposas “oficiales”, las ex con hijos compartidos, las “no oficiales” nacidas en Colombia y Marruecos, unas prostitutas amigas y una larga lista de mujeres que los mafiosos usaban de testaferros como propietarias de viviendas, coches de lujo y cualquier posesión susceptible de ser rastreada por los investigadores. Los guardias esperan su testimonio con ilusión.