Rosario Porto lloró de impotencia durante la reconstrucción
Rosario Porto llegó a la reconstrucción con el mentón alto y la mirada al frente. Pelo cortado para la ocasión y solícita como le había aconsejado su abogado. Pero antes había llorado en el juzgado durante las pruebas psiquiátricas.
Al final no la pasearon por el centro de Santiago como querían los investigadores. Y se salió con la suya el fiscal. Resguardada en esta furgoneta con cristales tintados, tal y como avanzamos ayer, la comitiva reconstruyó los tres viajes que aquella tarde Rosario Porto asegura que hizo a Teo. En el primero explicó que volvió a Santiago porque Asunta estaba mareada. Ya no se acordaba de donde la había dejado, y temblorosa y al borde de las lágrimas dijo su casa, la de su ex marido, la confluencia de dos calles, y finalmente señaló otra calle.
El segundo viaje a Teo fue más rocambolesco porque nada mas llegar a la finca se marchó hacia el centro comercial donde dice que quería comprar unas bolas de pilates, que ya tenía y encontraron en su piso . No llegó al Decatlón porque se olvidó el bolso en la finca. Por eso dice que regresó a Teo. La furgoneta, en la que Rosario iba contando sus andanzas, se paró quince minutos frente a la puerta de la finca. El mismo sitio donde el día del crimen un vecino vio a Rosario con las luces del coche apagadas. Según ella porque esperaba que se cerrara la puerta automática.
De regreso a Santiago Rosario inventó una nueva versión para justificar porque tardó cuarenta minutos en vez de los quince del viaje de ida. Fue a una gasolinera, contó, pero había mucha cola de coches y al final no repostó. Luego encontró mucho tráfico, explicó ayer. A la tienda no volvió a por las pelotas porque cerraban, aunque estaba abierta hasta las once de la noche. Rosario Porto temblaba otra vez y bajó la mirada. Pero de su hija no dijo ni una sola palabra.