No les detuvieron el mismo día. Los investigadores ganaron tiempo y con una orden judicial prepararon los calabozos con micrófonos. Era una encerrona y funcionó. Les pusieron uno enfrente del otro y a través de la ventana con barrotes Rosario Porto le espetó a su ex marido:
- Mira tus jueguecitos donde hemos terminado. ¿Te ha dado tiempo a deshacerte de eso?
Alfonso Basterra cortó la conversación:
- Calla que pueden estar escuchando
El significado de estas palabras sólo lo saben los investigadores. Y la conversación la han aportado al sumario. De momento la pieza fundamental del caso Asunta es un gran secreto que solo conocen el juez y los guardias civiles que trabajan sin descanso para no dejar ni un cabo suelto. Uno de esos cabos es el tercer hombre, un enigma sin resolver desde el primer día. Nunca lo han descartado pero tampoco han encontrado ni un resto biológico que les haga pensar que alguien ayudó a la pareja a deshacerse del cadáver. Por eso ahora remueven las ramas de nuevo y llamarán a declarar a conocidos de la pareja que ya habían sido interrogados.
Mientras, Alfonso Basterra defiende su inocencia a través de un periodista amigo del Correo Gallego. Dice que espera que Rosario salga de este embrollo y que rezará por ella. Pero habla como si el embrollo no fuera con él. Asegura que en los últimos tiempos se había acercado más a su exmujer, que el cariño siempre queda y quizá por eso no le importó comprar los ansiolíticos que le recetaron a Rosario tras una crisis de ansiedad. Basterra emplea la lógica para decir que si hubiese querido ocultar algo no habría comprado los sedantes en la farmacia de al lado de su casa. Bien pensado.
El padre de Asunta también insiste en que no le dio a su hija sedantes ni antes ni el día de su asesinato, en la última comida que le preparó a su hija. Y apela al dramatismo al decir que ya no va a poder cocinar más para su niña. Su exmujer, a través de su abogado, dice que tampoco ella le dio sedantes a Asunta. Pero la realidad es que la niña tenía pastillas enteras en el estómago, murió antes de poder digerirlas todas. Ya lo hemos contado pero insistimos porque son datos clave. A esas pastillas enteras hay que añadir las metabolizadas en la sangre, las filtradas en la orina y en las grasas.
Los investigadores creen que los sedantes se los dieron estando juntos, padre y madre, en la última comida. Se basan en una evidencia científica. Asunta se marchó con su madre de la comida en casa de su padre a las 17:20, en eso no mintió Alfonso Basterra. Pero, según la autopsia, cuando murió Asunta, antes de las 20:00 (entre dos y cuatro horas después de comer), ya había metabolizado en sangre varias cajas de orfidal. Para los investigadores está claro donde ingirió la dosis letal. Quizá Alfonso Basterra ha cometido un error revelando que la niña se marchó de su casa a las 17:20.