La reinserción automática del delincuente existe (al menos de momento)
Lo más impactante de ésta historia no es el desparpajo de sus protagonistas capaces de montar un ilusorio negocio de aparcamiento- express en la estación de Atocha, ni siquiera la inocencia de los que picaron entregándoles las llaves de sus queridos vehículos a unos perfectos desconocidos a cambio de un papel. Como en las buenas películas de suspense lo mejor es el final.
La historia arranca en junio de 2011 cuando cualquier conductor a punto de perder el AVE a Sevilla llega a Atocha en su coche y se da de bruces con el letrero de "completo" en el parking de la estación. Hoy tiene suerte, los tres presuntos trabajadores de la supuesta empresa "Atochapark" le abordan en la cola del aparcamiento con sus chalecos reflectantes y su tarjeta identificativa de la empresa. Sólo un puñado de euros más y se harán cargo del coche aparcándolo en un lugar privado y seguro hasta su recogida. Basta con rellenar el resguardo, una fotocopia tamaño folio en la que se especifica el nivel de combustible, y si el coche está limpio o tiene daños de chapa. Un negocio redondo, porque como mínimo cobraban 25 euros por coche y día a multiplicar por 20 vehículos como mínimo por jornada, pero es que además en cuanto el propietario les perdía de vista salían de la cola y, junto a la veintena de coches que habían reunido en esa próspera mañana, ponían rumbo al descampado situado detrás del Alcampo del barrio de Vallecas. Allí tenían los coches de sus víctimas a su disposición, en ocasiones como hicieron con un Audi Q7, para usarlos como "cundas" trasportando por un par de euros a toxicómanos hasta los poblados de la droga. El resto del tiempo disponían de los vehículos como si fueran propios, o aún peor, porque no fueron pocos los dueños que a su vuelta comprobaron que su coche había viajado casi tanto como ellos, al menos unos 2oo kilómetros más en algunos casos. Ellos fueron los afortunados porque otros acabaron recogiendo el coche en depósito municipal después de que se lo llevara la grúa, o recibieron en su casa una multa por exceso de velocidad.
Finalmente entraron en juego los policías de la comisaría de Retiro y de la brigada móvil de Atocha de la Jefatura de Madrid. Los agentes visionaron los vídeos de las cámaras de la estación, y terminaron agarrando a los farsantes. En realidad los estafadores se hacían pasar por otra empresa legal que se dedicaba con seriedad a los mismos menesteres, de hecho uno de los detenidos había trabajado con anterioridad en esa empresa. Así fue como se hicieron con el modelo de resguardo que entraba la empresa legal, tacharon con tipex su nombre y le añadieron una letra más consiguiendo que los apresurados viajeros se tragaran el anzuelo. Una estafa ingeniosa pero sin mucho recorrido, la sopresa llegó más tarde.
No hace falta entrar en detalles para contar que un juez dejó en libertad con cargos a los estafadores, y que los policías ya veteranos de estos asuntos regresaron a la estación de Atocha para comprobar si los delincuentes habían vuelto a poner en práctica tan lucrativo negocio. Y los policías tenían razón, pero sólo en parte. Efectivamente los estafadores habían vuelto al negocio, pero ésta vez con los papeles en regla. Los agentes se sorprendieron y mucho, pero ahí estaba todo, en los papeles. Recorriendo el mismo camino que algunos grandes ejecutivos, pero a la inversa, los delicuentes se habían transformado en empresarios. Pocas veces se ha visto a unos policías más satisfechos de su trabajo y un ejemplo más evidente de que la reinserción automática de los delincuentes existe. Al menos de momento.