Para algunos, disfrutar de más de un millón de euros en varias cuentas, acciones y patentes, no es suficiente. Manuel Joaquín Blanco García quería más. El dinero sólo era un medio de vida que le permitía dedicarse a lo que de verdad mitigaba sus angustias y le producía placer: acosar a menores en la red para posteriormente abusar de ellas.
Manuel Joaquín, había trabajado en Estados Unidos, de allí heredó una acusada manía por aparentar mucha menos años de los más de cincuenta que ya tenía. Lucía coleta, tatuajes y falsa actitud juvenil, siempre buscando el calor de los más jóvenes en los botellones. Pura farsa. No era un “peter pan” simpaticón, sino un depredador sin escrúpulos que operaba con el alias de “malochico17” en la red.
El relato de la sentencia pone los pelos de punta. “malochico17” siempre contactaba con sus víctimas potenciales antes de que cumplieran los 13 años, y no actuaba hasta que alcanzaban esa edad conocedor de que hace unos años la Ley no castigaba a los adultos que mantuvieran relaciones sexuales consentidas con mayores de 13. Así consiguió contactar con dos menores, a las que fue engatusando vía chat con sus edulcorados “te amo” ( que dan nombre a la operación TAMO que se saldó con su detención) hasta que terminó arrancándoles una cita en un hotel de Madrid, siempre a oscuras, para mantener el engaño sobre su edad.
Los abusos continuaron durante dos años, en los que “malochico17” fue aumentando la luz en las habitaciones del hotel hasta descubrir su verdadera identidad, aunque admitiendo tan sólo que tenía 35 años. Cuando las víctimas descubrían el engaño, o intentaban alejarse de él, para reconducir sus relaciones hacia otros chicos de su misma edad, el ciberacosador mostraba su cara violenta. El ciberacosador las extorsionó amenazándolas con difundir los vídeos sexuales que la habían enviado y se hizo con sus cuentas de correo electrónico. Y cuando no pudo evitar que las chicas escaparan, cumplió sus amenazas publicando uno de los vídeos aunque tapando su cara para evitar ser reconocido.
No lo logró, los policías de la Brigada de Investigación Tecnológica le siguieron e identificaron sus tatuajes. Evitaron que se apuntara una nueva víctima e intervinieron la correspondencia que mantenía con sus futuras víctimas.
Durante el proceso “Tamo” alegó que las relaciones sexuales con las menores de 13 años eran consentidas y desconocía su verdadera edad. Incluso su abogado llegó a acusar en falso a la policía de filtrar los datos de su defendido, “Tamo” ha terminado condenado a 29 años de cárcel por abusos y pornografía infantil. No le sirvió de nada guardar durante años en su ordenador el artículo 29 del Código Penal que establece la edad mínima de consentimiento sexual en los 13 años. Algo que va camino de convertirse en un vestigio del pasado.