Una mano en el timón y en la otra 40 kilos de coca
No hay muchos que puedan decir que vivieron una vida de aventuras."El melenas" sí es uno de ellos. Al menos capitaneó durante unos años su propio destino. Justo hasta que los Equipos contra el Crimen Organizado ( ECO ) de la Guardia Civil le pusieron ese apodo después de rastrear su huella por medio mundo.
Antes de ser "el melenas", este mallorquín de 42 años consiguió conjugar el negocio con la aventura y el placer. Antiguo carpintero naútico, por sus venas corría agua salada pero su billetera no le permitía zarpar con rumbo desconocido. Con el tiempo encontró una solución. Su solución. El hombre se convirtió en el cabecilla de una organización "casera" de tráfico de cocaína. Media docena de hombres a los que sumó más adelante un ciudadano venezolano necesitado de dinero y papeles en tierra firme, preferiblemente Europa. La droga la compraban en Venezuela a unos 3.000 euros el kg y los barcos en Puerto Rico. Así, con una mano en el timón y en la otra 40 kilos de coca, atravesaban el océano Atlántico hasta Canarias y Baleares. Allí escondían su mercancía en los acantilados más escarpados únicamente accesibles en bote. La droga permanecía en sus escondites durante semanas, repartida en pequeños fardos metidos en bolsas de neopreno. Sólo la sacaban cuando llegaba el comprador que pagaba unos 40.000 euros por kilogramo de cocaína. Entonces la gente de la banda descendía con mochilas desde los apartamentos que habían alquilado en la zona hasta sus zulos cargados de droga. Cada viaje a Suramérica les reportaba una media de 3 millones de euros, y después de cada trayecto hundían la nave para no dejar pistas. El dinero lo blanqueaban con la compra de pisos y chalets, y el resto se lo gastaban en buenos coches, buenas casas y buen vino.
Y sin embargo, para "el melenas" todo ésto no era más que un puro trámite de supervivencia. Hacerse rico traficando con cocaína "estaba bien", pero lo que a él le interesaba de verdad era patronear su barquito a través de medio mundo. En su última travesía salió airoso y con vida de dos fuertes tormentas que le sorprendieron en el Atlántico a bordo de una embarcación de ocho metros de eslora. "El melenas" apuntaba todos los detalles en sus cuadernos de bitácora. Estaba orgulloso con su vida de contrabandista de cocaína, pero su soberbia le llevaría a la cárcel. Los guardias de los ECO de Baleares y Canarias supieron apreciar cada dato de sus viajes ilegales reflejado en sus cuadernos recién requisados en el registro de su casa. Ahora, además de acusarle de tráfico de drogas también podrían acusarle de banda organizada gracias a los cuadernitos de marras.
Fue hace unos días y atraparon a toda la banda. Antes, los guardias del EDOA y los ECO pasaron 86 horas de vigilia cercando las viviendas de los traficantes. Unos guardias vigilaban desde la azotea, otros desde los matorrales del campo de golf que circundaba las casas. Poco faltó para que la operación se fuera a pique, cuando uno de los traficantes decidió salir a evacuar su vejiga en un matorral y a punto estuvo de tropezar con uno de los guardias apostados. La Guardia Civil les detuvo en cuanto recogieron la droga por última vez. "El Melenas" se asustó, creyó que otra banda de narcos venía a robarles y asesinarles. Y encima, ese día cumplía 43 años. Cuando constató que eran guardias civiles, el cabecilla de los traficantes sólo acertó a balbucear: "Menudo regalazo me dais, estamos jodidos de todas formas".
Así terminó sus días de aventuras "El Melenas", aunque en realidad hacía dos años que había perdido su libertad, justo el día que los equipos antidroga le fotografiaron durante un seguimiento y le pusieron su apodo. Al teniente del ECO de Baleares que le detuvo le habría gustado conversar con el marinero de sus hazañas transoceánicas. Otro tipo de charla, en una situación diferente, entre aficionados al mar. Ahora ya no quería hablar con "el melenas" salvo de guardia civil a traficante.
¿Valen la pena 4 o 5 añitos de aventura y dinero a cambio de 15 años de cárcel? Ahora a "El melenas" le sobra tiempo para charlar con sus compañeros de "chabolo". Es lo que tiene la cárcel, que el reloj corre más lento que en medio del Atlántico con una mano sobre el timón y la otra sobre 40 kilos de coca.