Vivimos enganchados y en internet todo se magnifica. Los amigos parecen más amigos, los juegos parecen más divertidos, la vida parece más emocionante. Muchos menores se pierden la vida real, la que pasa delante de sus narices y se basa en conocer, aprender y disfrutar de las personas. Creen que su mundo virtual es divertido y olvidan que en la red los delincuentes se mueven con soltura, o los menores se lanzan al acoso, y a la violencia verbal sin saber que están cometiendo un delito y que están poniendo en peligro a otros compañeros. Los niños pueden llegar a perder el control de sus vidas con una foto inadecuada subida sin pensar, una frase, un insulto, o un videojuego que les convierte en héroes y muchas veces villanos. Porque también los niños se convierten en “yonquis” del mundo internet.
Los chavales creen que todos los seguidores que tienen en las redes sociales, chats y canales de mensajería que utilizan compulsivamente, son amigos. Agregan a cualquiera a su lista de seguidores sin percibir los peligros que les acechan. Nos cuentan que tienen hasta 400 seguidores y que si un amigo de un amigo de un amigo les pide ser agregado, ni comprueban si lo conocen. Se fían. “Cuantos más seguidores mejor”. Frases así hacen temblar a la policía que imparte cada año más de 4000 charlas en colegios. También la Guardia Civil da esas clases que deberían convertirse en asignatura para los menores.
Hemos asistido a una de esas charlas con la policía que se ha celebrado en un cine después de ver la película "Mujeres, hombres y niños". La cinta ilustra los excesos en las redes sociales, o en el whatsapp, que pueden llevar a los menores a vivir situaciones dramáticas de las que no saben salir. La película lleva la realidad hasta extremos que ponen los pelos de punta. La niña anoréxica que ante la tentación de un pastel de carne lanza un SOS en la red que responden al segundo otras anoréxicas que se aseguran de lavarle el cerebro a toda prisa para que no sucumba a la comida.
También acuden a esta clase tan especial algunos padres que confiesan no saber cómo ejercer el control sin atacar la intimidad de sus hijos. La policía les enseña que el equilibrio entre libertad y seguridad en la red se logra enseñando a los hijos desde bien pequeños a utilizar internet con responsabilidad, con horario, con normas.
Después de ver a una madre que “remotea” todos los canales de su hija y fiscaliza su ordenador y sus móviles para asegurarse de que no comete errores y de que ningún “amigo” se sobrepasa, los chavales reaccionan indignados. “¡Por qué le voy a enseñar a mi madre aspectos de mi intimidad!”. Gritan sin pensar que cada día le cuentan a sus 400 seguidores parte de su vida, una parte muy íntima. Pero a una madre, ¡NO!
La película muestra también el extremo contrario. El de la madre que elabora un página web a su hija en la que sube sus fotografías cada vez más insinuantes, porque la niña cada vez es más mujer. La joven está pletórica porque cada vez tiene más fans. Esa exhibición deja perplejas a las más jóvenes que se preguntan cómo es posible que la madre no proteja a su hija y la ponga ante los peligros sin medir las consecuencias. El ejemplo es perturbador y hace reflexionar sobre esas fotográfias inocentes que cuelgan en sus perfiles y que, a veces, corren a rescatar porque ya no les gusta, o se han dado cuenta del error. “Una vez en internet has perdido el control”, les explica la experta en redes.
La policía explica que también hay que educar a los padres. Por supuesto, los padres que desatienden a sus hijos en la vida real, los abandonan en internet. En esta nueva experiencia, padres e hijos aprenden con la policía después de ver juntos la película. Es otra manera enseñar a los menores y a los adultos.