Tras apuntalar la investigación que demostraría que Bruno asesinó a su inquilina de origen argentino, Adriana, los guardias se han lanzado en busca de sus restos. Sin embargo, en realidad buscan dos cadáveres. El de Adriana y el de Lidia, tía de Bruno y propietaria hasta su desaparición del chalet de Majadahonda.
Los guardias sospechan que antes del crimen de Adriana, Bruno asesinó también a su tía. La mujer que convivía con su sobrino desapareció sin dejar rastro hace años. Ahora sabemos que poco antes de su desaparición, la tía de Bruno harta del sobrino que se había instalado en su chalet, intentó echarle sin éxito y mantuvo un enfrentamiento con él por motivos económicos. El entorno de Lidia cuenta como la mujer, desesperada, decidió vender el chalet para deshacerse de Bruno. Su sobrino no lo permitió enfrentándose con ella pero Lidia estaba convencida. La mujer puso un anuncio en prensa para vender su adosado y le dijo que estaba decidida a mudarse a Salamanca cerca de unos familiares. Poco después desapareció sin dejar rastro ni despedirse de sus vecinos. Nunca más la vieron. Bruno se quedó con la casa y alquiló habitaciones aprovechando que nadie se interesó por el paradero de su tía. Antes consiguió un documento de cesión en usufructo del adosado que firma Lidia. Criminalística revisa si la firma es falsa.
En las últimas semanas los investigadores de la guardia civil la han buscado por residencias de varias provincias, han peinado cualquier rastro en los servicios sociales de estas zonas y consultado los registros de defunciones. No hay nada, Lidia se esfumó, dejando sus cuentas bancarias abiertas y sin usar durante años. Nadie ha sacado un euro de esas cuentas que en los últimos años iban engordando hasta alcanzar la cifra de 20.000 euros sin que nadie las tocara. En esa cuenta estaba domiciliado el IBI y otros recibos de la vivienda por lo que Bruno ha disfrutado de ella estos años gratis. Ahora rastrean en otras cuantas de la tía que se cerraron al agotarse los fondos, por si fue su sobrino quién consiguió que su tía le autorizara a hacer movimientos. Piensan que pudo obligarla antes de matarla.
La Guardia Civil no ha buscado con ahínco a la tía Lidia muerta en la finca de Toledo propiedad de Bruno, todavía. De momento iban a buscar a Adrian. Los guardias descubrieron esa propiedad rastreando en los registros a su nombre. Pipo y Elton, perros del servicio de cinológico, expertos en hallar rastros humanos y cadáveres marcaron. La guardia civil se llevó 20 muestras, dos de sangre, de dentro del contenedor que contiene los aperos de labranza. No esperan que sea sangre de Adriana pero hay que analizarlos. Los canes son los mismos que marcaron decenas de sitios dentro de la casa del presunto asesino e incluso en el coche de una de las víctimas.
El primer informe preliminar de criminalística confirma las sospechas de los investigadores, el ADN de los restos hallados en la picadora de matanza del chalet del presunto descuartizador de Majadahonda pertenecen a Adriana, la inquilina que el 30 de marzo desapareció sin dejar rastro. Un informe que por razones obvias centra su estudio en la máquina que se encontró en el garaje, insonorizado, del chalet. Los investigadores esperan que la ampliación del informe confirme más positivos en los cuchillos que requisaron en la vivienda y las muestras de salpicaduras que tomaron en el suelo, paredes, bañera y desagüe del garaje.
La principal hipótesis sigue siendo que Bruno H. asesinó a la inquilina a la que alquilaba una habitación del chalet horas después de que ésta regresara de Argentina el pasado 30 de marzo. El primer ataque pudo tener lugar en el salón del domicilio, por las gotas de sangre halladas en el suelo, aunque no se descartan otras estancias de la casa por la multitud de rastros que se han recogido durante los registros. No todas las pruebas serán incriminatorias dado que Adriana vivía en el lugar del crimen y usaba el cuarto de baño, de lo que los investigadores no tienen duda es de que las escenas más truculentas del presunto crimen se vivieron en el garaje de la casa donde encontraron manchas el primer día y donde los perros detectores de rastros Pipo y Elton, se volvieron literalmente “locos” durante el segundo registro. Allí creen que descuartizó su cuerpo y tras intentar pasarlo por la picadora desistió sacando del domicilio los restos repartidos en varias bolsas. Es de madrugada cuando un testigo fundamental en el caso declara que le vio repartiendo las bolsas en varios contenedores de basura muy atento a que no se vislumbrara el contenido de las mismas. El mismo día de su detención la policía judicial de la Guardia Civil de Madrid ordenó separar en el vertedero de Pinto la basura que procedía de la zona para comenzar días después su análisis detallado en una tarea que les podría ocupar más de diez meses. Los guardias creen que tras deshacerse del cadáver Bruno se llevó el coche de su víctima y fue tan torpe como para esconder el coche a menos de 600 metros de la casa de su familia en Móstoles donde todavía usa una habitación. La misma estancia donde la Guardia Civil halló las llaves del coche y el ordenador de la víctima.
En los días siguientes al crimen Bruno usó presuntamente el móvil de su víctima para responder a la familia de la víctima haciéndose pasar por ella. Les dijo que había conocido a un chico de Barcelona y se marchaba con él dejando su trabajo en una hamburguesería de Majadahonda. No le creyeron y presentaron una denuncia de desaparición mientras Bruno escribía en el ordenador dos cartas fingiendo ser la víctima despidiéndose del restaurante. Una la echó en el buzón del local sin que le detectara ninguna cámara. La segunda la encontraron en su habitación de Móstoles firmada por él haciéndose pasar por Adriana. Bruno pensó que sería buena idea redondear la gran mentira viajando a Barcelona con el móvil de la víctima para despistar a los investigadores dejando un rastro electrónico falso. Y cuando llegó el momento les contó lo mismo que al hermano de la víctima, que Adriana se había marchado a Barcelona. Los guardias visionaron las cámaras de seguridad de la estación de la Renfe en Barcelona y no vieron a Adriana pero sí vieron a Bruno completamente sólo. Así desmontaron su mentira. Faltaba encontrar a los seis inquilinos anteriores a Adriana cuyos contratos encontraron los guardias durante los registros. Los seis están localizados y han hablado con cinco de ellos. Sin embargo las pesquisas continuarán porque los guardias creen que al menos otras 40 personas pasaron por ese chalet en los últimos años salvo en los dos periodos en que Bruno estuvo internado en un centro siquiátrico del que salió sólo hace unos meses.