Blanco y en botella
La certeza absoluta no existe en biología. Esta frase pronunciada hoy por dos expertos en el juicio por el crimen de Asunta resume lo ocurrido el viernes con los peritos del Servicio de Criminalística de la Guardia Civil que analizaron la camiseta de la niña.
Los seis peritos contaron la verdad. Y se les entendió perfectamente. Todos los presentes en la sala y los que no perdimos detalles de la señal del juicio a través de un ordenador y unos cascos, comprendimos lo que explicaron.
Describieron con precisión todos los hechos del día que se contaminó la camiseta de Asunta con el semen de Ramiro. El día 1 de octubre cuando dos peritos ya había descartado que hubiera semen en la camiseta de Asunta, pidieron una segunda opinión a otros dos colegas del departamento, expertos en agresiones sexuales. Entre estos dos técnicos estaba la persona que había trabajado en el caso de Ramiro. Sus manos, con unas tijeras, habían cortado el preservativo de Ramiro. Y el 1 de octubre esas mismas manos con esas mismas tijeras hicieron dos recortes en la camiseta de Asunta. Dos recortes en los que ese día se encontró semen. Al día siguiente continuaron trabajando en la prenda e hicieron una decena de recortes más con las mismas tijeras. Pero ya no se encontró más semen en el resto de recortes.
Todos en el juicio entendimos cuándo y cómo se produjo la contaminación. Aunque los peritos de la Guardia Civil concluyeron con esta frase ambigua : “No hemos encontrado evidencias objetivas de que haya habido una contaminación en el laboratorio”. Un juego de palabras para no reconocer contundentemente el error y no tirar a la basura años de trabajo en un laboratorio de prestigio mundial como es el de la Guardia Civil.
La decisión de no reconocer el error y sacrificar la honra y el futuro de Ramiro, inmerso en una acusación de agresión sexual un tanto extraña, no fue de los peritos. Eso está por encima de ellos. Y por eso durante meses emitieron informes negando la contaminación. Y no sólo dejaron tirado a Ramiro. Abandonaron a su suerte a los guardias civiles de Galicia que investigaban la muerte de Asunta.
Claro que hubo reunión entre el jefe de la investigación de Galicia y el jefe del Servicio de Criminalística de Madrid. A esa reunión en Madrid acudió el jefe de Policía Judicial de Coruña, que apenas firma algún informe del sumario y por tanto no hemos ni visto ni oído, pero que dirigió un equipo de valientes con absoluta dedicación y entrega. Unos guardias que no dejaron pasar por alto ni un detalle en esas primeras 24 horas cruciales; descubrieron las cuerdas que ataron a Asunta, o las mentiras de Rosario gracias a las cámaras que la grabaron en el vehículo llevando a Asunta hacia Teo. Ese capitán que trabajó sin tregua con su gente, lidió también con la chapuza del semen. Y lo único que le importó dejar claro es que, para resolver el entuerto, no necesitaba que Criminalística reconocieran su error de laboratorio.
Si los peritos no querían o no podían dar marcha atrás con datos objetivos, él no aceptaría un pacto que luego pudiera ser utilizado por la defensas para anular el proceso. Tampoco la otra parte pretendía un pacto. Los mejor era que cada uno trabajara por su cuenta, para poder llegar a demostrar la verdad. Y la verdad es que Ramiro nunca estuvo en Galicia y las dos manchas de semen descubiertas el 1 de octubre de 2013 en el laboratorio de Madrid, no estaban en la camiseta de la niña cuando el cadáver fue encontrado, ni el 30 de septiembre cuando ya fue analizada en Madrid.
Hoy los dos expertos ajenos a la Guardia Civil han reforzado ese relato con una conclusión muy básica: “Por el tamaño de la uretra es imposible eyacular dos microgotas como las encontradas en la camiseta de Asunta. Y cualquier hombre lo sabe”.