José Bretón hoy estaba muy inquieto. Se movía, se tocaba la ceja, respiraba agitado, miraba con interés, reflexionaba, seguro, sobre los que decían los expertos. El retrato que los psiquiatras han dibujado puede que haya sorprendido. No ha dicho que es una psicópata, o que es un maltratador de libro. Han explicado que de frío nada. “Es irritable, se dispara, de hecho se nos vino abajo en cuatro ocasiones”. El psiquiatra confesaba que el punto débil de Bretón es su padre. Hablando de las palizas que le daba se puso a llorar, aunque lo justificó “porque yo era muy travieso” decía Bretón. Bartolomé le maltrató hasta los ocho años, le pegaba con una correa. Lo confesó la madre, la que compensaba las palizas con exceso de protección. Bretón vivió en los excesos, de la rigidez del padre a la entrega absoluta de una madre que quizá no marcó como es debido los límites emocionales. Por eso tiene tan baja tolerancia a la frustración. Por eso decían hoy en la sala que tiene excesiva sensibilidad a los contratiempos e incapacidad para perdonar agravios. ¿Es vengativo?, preguntaba la fiscal. “Eso es lo que dice Ruth”, contestaba el experto. Los psiquiatras han dicho que tolera mal las afrentas. “Es incapaz de perdonar, aunque él diga lo contrario”, aseguraban.
Bretón es obsesivo, rígido, narcisista, puntilloso, acaparador, retraído, reservado y no excesivamente inteligente. No porque el cociente no lo tenga alto. El problema, han explicado, es que puede ser potencialmente inteligente y luego no tener aptitudes como la memoria de trabajo o la velocidad de procesamiento. Es el caso de Bretón. De hecho el psiquiatra insistía en que suspendió dos cursos de Bachiller. Aclarado que no es ninguna lumbrera preguntaban los abogados si pudo manipular los test. Y claro, es eso lo que hizo. “No manipula la realidad, manipula las respuestas”. En un par de pruebas el resultado fue el de una persona sumisa y empática pero se dieron cuenta de que había simulado. En eso es un especialista. El ejemplo perfecto su intento de suicidio hace años. Avisó para que lo encontraran, dejó una nota echando la culpa a una novia que le había dejado un mes antes, por cierto, y no se tomó ni una pastilla. Su padre creyó encontrarlo en estado comatoso pero no pasó ni un día en el hospital. Fue una llamada de atención más de un hombre del que empezaba a asomar su cara más oscura. Hoy no le han preguntado pero Bretón se convirtió en un tirano que se mostraba sin careta en el ámbito familiar. En la calle era otra cosa pero Ruth vio la evolución del verdadero Bretón, el machista que no la iba a dejar marchar tan fácilmente.
“Bretón estaba desesperado porque Ruth lo había dejado”. “No podía soportar que Ruth lo abandonara”. En esa desesperación intentó un acercamiento estratégico con flores, cartas y mensajes. Cuando fracasó, decidió quizá utilizar a los niños para hacer que ella volviera. Es la elucubración de uno de los psiquiatras que dice que pudo presentarse como víctima de un rapto para buscar juntos, de la mano, a los niños. No es mala teoría y casa con la insistencia de Bretón en hablar con Ruth después de la desaparición. “Que me traigan a Ruth”, repetía en la cárcel. A los psicólogos les decía en prisión “todavía puede arreglarse”. Quería ver a Ruth y la llamaba para prometerle a Ruth que él le devolvería a los niños. Era todo un juego macabro porque los niños estaban muertos. Es lo que falla en la hipótesis del experto. La policía le dio muchas vueltas al móvil y al final llegó a una conclusión mucho más terrorífica, si cabe. Bretón mató a sus hijos para hacer el mayor daño posible a su mujer. Y simuló la pérdida para aumentar el dolor y hacer que perdurara en el tiempo. Pero pillaron su mentira y quizá los huesos de la hoguera puedan demostrarla. También se está demostrando en el juicio que no se arrepiente de nada. Intenta eludir su responsabilidad y busca salir de la cárcel. No siente lo ocurrido. Bretón cree que Ruth merecía un castigo. Bretón no está loco. “No sufre ninguna patología psiquiátrica, no sufre ningún trastorno de personalidad y sabe perfectamente lo que está mal”. Bretón no deja nada al azar.