No dejaba pasar la oportunidad de contárselo a cualquiera que quisiera escucharle. Cuando los policías de la sección 3 de la UDYCO central le detuvieron en Madrid durante una operación de narcotráfico, a Manuel le faltó tiempo para comunicarles "soy el hermano de Iván el del tiroteo en la iglesia". Ni siquiera había pasado un mes de ese terrible 29 de septiembre en que Ivan Berral entrara armado en una iglesia madrileña y asesinara a una embarazada antes de pegarse un tiro en la boca. Manuel llevaba encima el DNI del asesino suicida por motivos sentimentales o de "trabajo" para disponer de dos identidades diferentes.
Manuel no contó nada más relevante. Se negó a declarar como los otros cuatro detenidos. Tampoco tenía mucho que contar, se le acusa de ser uno de los intermediarios de la organización. Supuestamente, el hermano del asesino de la iglesia se dedicaba a recoger paquetes de droga para llevarlos al "taller" donde "el mecánico" (así hablaban los delincuentes en los pinchazos telefónicos) fabricaba los éxtasis españoles. Manuel no era importante, aunque él creía con orgullo que ser hermano de un asesino da cierto caché.
Lo que de verdad importaba a los especialistas en drogas de diseño de la policía era que acababan de desarticular una banda de jóvenes emprededores. Un grupo de menores de 30 años que vieron una oportunidad única de mercado. ¿Para qué arriesgarse a importar las pastillas de éxtasis desde Holanda si tú mismo podías fabricarlo? Así que como hacen muchos otros empresarios dirigieron sus miradas a China donde, como no, por menos de 6.000 euros encontraron "la entabletadora", la primera máquina industrial de fabricar éxtasis. Así la anunciaban los que la venden: capaz de fabricar 7.000 pastillas por hora con un kilo de material. Así reza en las especificaciones técnicas del invento, doy fe. La máquina la metieron en "el taller" que era un piso de la calle Galileo en el barrio madrileño de Moncloa, y uno de los cinco se quedó encargado de la producción. También llegaron de China envueltas en papel de periodico de ese gran país los troqueles para hacer las pastillas con forma de manzana ( las "apple" si es que usted ya las conocía...) las WB o WarnerBross, las Pac-Man y unas cuantas más...
El sistema era simple. La droga, de momento no se le puede llamar así, la compraban en China, también. Desde allí enviaban la Metilona en paquetes de unos 300 gr camuflados como productos limpia-alfombras (¿adivinan el país fabricante del limpia-alfombras?). Los traficantes, como ya ocurrió con la Ketamina recién ilegalizada en nuestro país, aprovechaban el vacío legal para enviar la Metilona de momento desconocida en Europa pero con los mismos efectos que MDMA (la droga de los éxtasis). Los paquetes de Metilona los recibía una red de receptores, entre ellos un kioskero, a razón de unos 100 euros por paquete recibido cada semana. Ninguno conocía a los jefes de la empresa. El encargado de recoger la droga era Manuel, el orgulloso hermano del asesino, a cambio de un sueldo nada destacable. La droga iba a parar al "taller" donde estaba la máquina y allí otro de los jóvenes, un estudiante de Derecho con espíritu de alquimista, hacía la mezcla polvorienta que tras pasar por la máquina se transformaría en un producto de mercadotecnia. Sí, un producto de márketing, porque las pastillas eran eso y poco más. El que hacía la mezcla no era un experto, la cortaba hasta la saciedad de forma que el principio activo, lo que coloca al consumidor, era mínimo en cada pastilla. Y por último: aunque fabricaban los éxtasis con colores y logotipos diferentes la mezcla siempre era la misma. Todas las pastillas eran iguales. "Que quieres una apple?...no hombre, tómate ésta Pac-Man que pega mucho más...". Una estafa. Un negocio redondo, mínima inversión con máximos beneficios. El coste de fabricación de cada éxtasis ronda los 0'60 euros y en la calle se vende a 10 euros.
Los policías de UDYCO central detuvieron a los cinco, requisaron dinero, droga, maquinaria y acabaron con el narco-negocio, y de paso también acabaron con la estafa a los consumidores. No es la primera vez que cogen droga cortada o descubren una estafa monumental. Hace un tiempo detuvieron a un traficante cuando le vendía a otro un kilo de cafeína haciéndola pasar por cocaína. Una faena, porque sin la droga es más difícil obtener una condena. Sin embargo, el razonamiento de uno de los jefes de ésta operación me pilló por sorpresa "sí, es una faena, pero tiene su lado bueno. A lo mejor te quedas sin detenido, pero nos alegramos de que los compradores de ese camello se estuvieran metiendo cafeína en vez de la dañina cocaína". Una prueba de que los policías de "narcóticos" como dicen en las pelis, son humanos y del Real Madrid, como ustedes o como yo.
Por cierto, el chollo de importar Metilona tiene los días contados. Los delincuentes se esmeran en conseguir sustancias que no estén fiscalizadas, pero la Metilona, como le ha pasado a la Ketamina, será ilegal en breve por iniciativa de ésta investigación policial.