Hemos sido testigos del trabajo que desarrolla en el aeropuerto de Barajas el equipo de Guardia Civil de análisis de conducta. Les llaman Ícaros y trabajan en un programa pionero en Europa, que se basa en la anticipación; detectar a terroristas y delincuentes antes de que actúen. El estudio pretende ser en un futuro una base científica que sirva de instrumento para luchar contra la criminalidad en general, y el terrorismo yihadista en particular.
Una barrera de ametralladoras cubre la espalda de otra seguridad más sutil. Los Ícaros se despliegan por la zona del filtro, observando, con paciencia, analizando. Si ven un giro brusco, un comportamiento anómalo, algo que se salga fuera de lo normal que haría un pasajero, entonces ya no le quitan ojo. Un abrigo en pleno verano, una mujer con maleta grande no facturada, un joven que no para de mirar a los lados nervioso…
Mezclados entre los pasajeros buscan conductas anómalas , y no se guían por patrones ni por perfiles. No se trata de parar a los que llevan barba, o a las mujeres con velo. No buscan a los de una religión concreta, o una raza. No quieren discriminar. Miran a todos los viajeros como si fueran con el mismo uniforme. Los Ícaros ven más allá y la gente no les ve a ellos. Así nos lo explica su responsable, la cabo Carmen Feijóo.
Hasta que intervienen porque consideran necesaria la entrevista al pasajero. Les hacen preguntas aparentemente inocentes, pero inesperadas. Y mientras tanto se comprueban los antecedentes. Si las sospechas son cada vez más contundentes, entonces no se deja que embarque el sospechoso, y su equipaje es retirado de la bodega del avión.
Les ayudan otros ojos que los viajeros tampoco ven. Barajas es como un Gran Hermano. Cerca de 5.000 cámaras nos observan. Nos siguen, nos miran la ropa, la forma de andar, las maletas.
Si hacemos una ruta extraña, si no facturamos el equipaje, si vamos tapados hasta los pies… El futuro pasa por el reconocimiento facial. Pero es un misterio que no debemos desvelar.
Durante los cuatro días que dura la operación de agosto, alcanzaremos cifra record de viajeros con cerca de 4 millones de personas abarrotando los aeropuertos españoles. El más solicitado, el de Madrid. Y el día grande, el viernes, con 200.000 viajeros, juntos, en Barajas. Todo un reto para la seguridad frente al terrorismo que evoluciona, cambia y mejora después de cada atentado. El de Bruselas nos ha hecho mejorar. En el de Turquía se detectó un poco antes, y de ahora de lo que se trata es de anticiparse todavía más.
Las barreras de hombres armados, la tecnología más puntera de escáneres corporales o marcadores químicos, todo ha tenido que amoldarse a ese terrorismo volátil y oportunista que nos golpea. De los fondeos en aviones y equipajes buscando explosivos, y los controles exhaustivos en los filtros (momento de quitarse chaqueta, cinturón y zapatos y todo tipo de electrónica), han pasado a controlar los pasillos, las entradas a las terminales, las llegadas en taxis o en vehículos particulares. Los agentes de la Guardia Civil encargados de la vigilancia tienen claro que trabajan en una zona vulnerable pero eso no implica que tengan que tener miedo. Eso sí, están atentos y concentrados en su trabajo.