La madre de Diana salía del juzgado rota de dolor, con la sensación agria de que la desaparición de su hija va a caer en el olvido. Llorosa pedía a los periodistas, ávidos de noticia, que la dejaran pasar y, antes de atizar al juez o a la fiscal, prefería consultar lo que tenía que decir, con su abogado. Juan Carlos Quer salía después por la misma puerta y en su ánimo la intención de explicar educadamente el estacazo que acaba de dar el juez a su hija Diana y a toda la familia. Apenas ha terminado su discurso pausado. Se ha quebrado.
Cerrar provisionalmente la causa y levantar el secreto significa quitarse de encima el “marrón” de investigar y devolver la responsabilidad a los agentes de la Guardia Civil, de la UCO y de la Unidad Orgánica de Policía Judicial de Coruña que llevan el caso. Por supuesto y vaya por delante que los investigadores no iban a tirar la toalla tan pronto como el juez, que por cierto es nuevo y apenas lleva en su puesto tres meses (hecho que demuestra cuánto ha influido la fiscal en esa decisión unilateral que no han consultado con los investigadores). Ellos, el juez y la fiscal, son más "listos" que los guardias de la UCO y de Galicia, y ya saben, han decidido, que ninguno de los sospechosos investigados es sospechoso ya. Lo nunca visto en un caso de desaparición tan compleja.
Lo alarmante no es que se quiten el “marrón” judicial con la excusa de los tiempos en la nueva ley de enjuiciamiento criminal (6 meses para una causa simple, 18 meses para una compleja. Habrá que saber porque se la lleva por delante a los 8 meses ; ni simple ni compleja). Lo repugnante es el auto en el que destila tanta “sabiduría” al decir que los sospechosos a los que “pincharon el teléfono” no han hablado, sólo faltaba que fueran tan tontos… Y tampoco han confesado los feriantes, los amigos, los conocidos, los delincuentes que frecuentaron las fiestas de A Pobra, los novios de Valeria y de la madre de Diana y de la propia Diana, e incluso los que pudieron atropellarla porque iban muy borrachos y decidieron deshacerse del cuerpo. Sí. Todo eso y más pusieron en marcha y retomaron varias veces. Y con todo la Guardia Civil no descarta a nadie. Ninguno está libre de sospecha policial, ahora bien, a partir de hoy sí de la judicial.
Lo que nadie entiende, lo que duele, lo que indigna es que el cierre lleva aparejado que las vigilancias que la guardia civil lleva a cabo, ahora mismo, sobre varias personas, serán desveladas. Se sabrá quienes son los dueños de los cuatro coches que pasaron por el puente de Taragoña a la hora que el móvil fue arrojado. O quiénes son los dueños de una veintena de móviles que hicieron el mismo recorrido que el de Diana. Se revelarán líneas de investigación que no están muertas. Y deja paralizado al departamento de Ingeniería de Criminalística que está pendiente de desencriptar el móvil de la joven que podría albergar el gran secreto. Hay dos empresas trabajando y la propia Guardia Civil en el descifrado, pero la pregunta es qué ocurre a partir de ahora. Quién debe pagar esos servicios si al final es una empresa privada la que encuentra la llave del tesoro.
El juez podrá decir misa cuando se escude en que levantar el secreto no implica publicar el sumario. Que se lo digan a la gente del juzgado. Porque cuando el sumario salga de la caja fuerte en la que estaba y pase a una estantería más, veremos cuánto se tarda en contar. De momento en la causa no había partes personadas, porque había secreto, y ningún acusado. Pero sobre todo porque había secreto. Ahora el padre y la madre de Diana podrán presentarse para conocer mejor lo que hay, o quiénes son los sospechosos esos a los que el juez, y no la Guardia Civil, ha retirado la sospecha. No creo que a la Guardia Civil le vengan bien dadas. De cualquier manera su investigación peligra.