Los policías del grupo XIV de la Udyco de la Brigada de Policía Judicial de Madrid son jóvenes pero veteranos de "la pringue" que crecieron pateando los poblados de la droga.Expertos que conocen por sus nombres, apellidos,tatuajes y debilidades a los cientos de traficantes de cocaína y heroína que abastecen Madrid y regiones vecinas. Algunos de éstos policías ya han esposado a varias generaciones de familias de traficantes, y son los únicos que consiguen burlar las medidas de seguridad de los búnkeres de la droga para recoger pruebas y detenidos. Y sin embargo, nunca habían visto algo como lo que confirmaron en su última redada con "el clan de los Fernández Fernández".
Además de droga y dinero, siempre billetes pequeños, la sorpresa les esperaba en el dormitorio de los niños. Allí, tras el cabecero de la cama de los pequeños de la casa, escondían los traficantes su arsenal. Un fusil de asalto CETME que perteneció al ejército español, dos escopetas de corredera y una pistola, todos con su correspondiente munición. Una operación que se cerró con cinco detenidos (incluído su cabecilla "El Púa") y un suspiro de alivio. Siempre es un consuelo retirar armas de fuego de circulación, pero todavía más si se hace en un territorio en ebullición como Cañada Real. El motivo es que tras la desarticulación del hegemónico "clan de Los Gordos" la rivalidad entre los clanes de la droga restantes está servida. Durante años "Los Gordos" sometieron al resto de familias dedicadas al lucrativo negocio de la droga en Cañada Real, unas veces a golpe de billete y otras a golpes a secas.
Nadie se atrevía a vender cocaína en su territorio de influencia, nadie se atrevía a disputarle una nueva chabola de venta de droga a "Los Gordos", si les demolían un puesto de venta compraban otro en cuestión de horas. El precio, alrededor de 60.000 euros. A tocateja. Adela y Juan José dirigían el clan con mano de hierro y evidentes beneficios, de hecho en los últimos 15 años sólo un miembro del clan busco trabajo fuera de la droga y montó un bar que le duró tres meses. Luego regresó al "negocio familiar" y a las comodidades del dinero fácil. En casa de "Los Gordos" no se cocinaba nunca, se come de pedidos de fast food a razón de 300 euros al día. En casa de "Los Gordos" no se limpiaba, lo hacen los "machacas" , los esclavos que trabajan las 24 horas al día para el clan a cambio de un puñado de dosis de su enfermedad. En casa de "Los Gordos" se disfrutaban de vacaciones millonarias: 10.000 euros despilfarrados en un viaje de cuatro días a la Feria de Sevilla, "books" de fotos de vacaciones de yate y resorts, fiestas de cumpleaños con grupos de flamenco que componían canciones para el homenajeado. Y por supuesto, nada de conducir. Los coches de la familia (los Audi más caros del mercado) son para aparentar, la familia se gastaba un dineral en taxi y lo atestigua que varias compañías tenían grabados en sus GP'S la dirección del "clan de Los Gordos" como clientes preferentes.
Visto lo visto, y dado que por un motivo desconocido Hacienda no ha bloqueado las cuentas de miles de euros que menores del clan de "Los Gordos" tienen a su nombre, así como propiedades a nombre de testaferros, sin hablar de las ayudas sociales que se cree que siguen recibiendo de diferentes administraciones, "Los Gordos" son el modelo a seguir por el resto de clanes que ahora amenazan con disputarse su imperio. Esperemos que las incesantes operaciones policiales en el mayor hipermercado de la droga de Europa sirvan para apaciguar las ganas de medrar de los traficantes mientras, quizá algún día, alguna administración se decida a limpiar de una vez por todas la Cañada Real Galiana. Una esperanza infundada visto lo bien que viene para algunos tener fuera de Madrid, metidos en un agujero, a los miles de toxicómanos y traficantes que de otra manera empañarían el paisaje de un ciudad, eterna candidata a las olimpiadas.