Lo fácil era culpar a las víctimas de la tragedia del Madrid Arena
No fue por una bengala en manos de un descerebrado. La muerte de cuatro jóvenes en el pabellón Madrid Arena tiene otras causas y más responsables. El Ayuntamiento y los organizadores de la fiesta corrieron para desviar responsabilidades y culpar de la tragedia a los jóvenes que asistieron a la fiesta. Sólo la valentía de los testigos y el apoyo de las redes sociales impidieron que el silencio y las dudas taparan el escándalo, al menos hasta que la policía termine la investigación. Y de momento los hechos demuestran que supuestamente los fallos de seguridad desencadenaron la tragedia. La bengala y los petardos fueron posteriores a la avalancha, una prueba más de que esa noche todo falló en el Madrid Arena.
La explicación a la tragedia habría que buscarla mucho antes de la noche de Halloween. Habría que preguntarse porque el Ayuntamiento alquila elMadrid Arena a la empresa Diviertt por cuatro duros, a pesar de sus deudas con la Seguridad Social y decenas de incidencias por impagos y otras cuestiones en el registro mercantil. Ninguna administración pública puede firmar un contrato legal con una empresa similar. Lo siguiente que deberían explicar es por qué la empresa antes del evento comunicó al Ayuntamiento por escrito que el aforo sería de 7.000 personas con un protocolo de seguridad acorde a sus previsiones y no al aforo de 10.000 que tiene el pabellón. Tampoco nos cuentan que ese aforo es para varios niveles que habitualmente no deben estar comunicados entre sí, porque de estarlo pasaría ( pasó ) que todo el público se amontonaría en la planta baja para ver el recital del DJ.
Llama la atención el discreto despliegue de policía municipal que no desalojó a los centenares de jóvenes que hacían botellón descaradamente en las puertas del recinto. No explica la empresa privada de seguridad que se ocupaba de controlar la entrada a la sala la presencia en el interior de menores, bengalas, petardos, botellas de alcohol, etc… Numerosos jóvenes denunciaron que no se les validó la entrada, ni registró las mochilas, ni comprobaron la edad que figuraba en sus DNI. Y es unánime la denuncia del agobio y amontonamiento que sufrieron dentro de pabellón desde el arranque de la velada. Basta ver las imágenes y escuchar al pinchadiscos referir que “ya somos 15.000”. El tuit de otro de los pinchadiscos, el de “gracias a los 20.000 que se lo han bailado todo ésta noche…” lo borraron nada más revelarse el suceso, muchos lo grabaron.
Lo cierto es que la tragedia se rozó en numerosas ocasiones, que durante horas miles de jóvenes estuvieron sentados sobre un polvorín esperando que una chispa les hiciera saltar por los aires. Eso ocurrió pasadas las 3 de la madrugada. Tal y como adelantamos en LAS MAÑANAS DE CUATRO las imágenes de las cámaras de seguridad reflejan el terrible momento. Minutos antes de que el DJ estrella comenzara su sesión, los cientos de jóvenes que esperaban fuera haciendo botellón irrumpieron en avalancha en el pabellón saltando los tornos (sólo unos pocos llevaban entrada). A la vez, miles de jóvenes que bailaban en las plantas superiores bajaron en dirección a la pista. Las dos columnas confluyeron en el mismo vomitorio. Lo siguiente fue un gigantesco tapón formado por los cuerpos de cientos de personas amontonados en algún caso en varias alturas unos encima de otros. Un buen rato después, unos 15 mn, suenan los petardos y relumbran las bengalas, pero ya es tarde. De las 90 cámaras de seguridad el recinto, la policía centraba sus pesquisas en las dos zonas principales: el lugar por donde entró la avalancha de personas y el otro lugar, donde confluiría más tarde creando un tapón con la avalancha que bajaba escaleras abajo.
Dos de las jóvenes murieron en el acto, una tercera sufrió varias paradas cardiacas y falleció al entrar al hospital donde la había trasladado Emergencias-Madrid. La cuarta murió hoy. Al llegar los sanitarios, se encontraron con el servicio médico del pabellón desbordado. Tres médicos y auxiliares para más de 10.000 personas…
No pasaron nueve horas y el vicealcalde Miguel Ángel Villanueva comparecía remarcando que el suceso fue provocado por una bengala y el aforo no había excedido lo permitido. Sorprendentemente, o no tanto, el Ayuntamiento hacía suyas las teorías de la empresa organizadora y ésta no tardo en publicar un comunicado responsabilizando únicamente a las bengalas de la terrible tragedia. Una vez más los culpables eran las víctimas, esos jóvenes “violentos y malencarados” que pagaron 22 euros como si éste fuera un país civilizado en el que puedes confiar tu seguridad al celo empresarial y la vigilancia administrativa. No faltaron los que les batieron las palmas desde algunos medios de comunicación, “es sólo un accidente…la primera negligencia es de los padres por dejar ir a sus hijos a un evento similar…” semejantes barbaridades dijeron. Otros aprovecharon para comparar el asunto con otras fiestas que acabaron con violentas algaradas. Nada que ver con la realidad.
Sólo la valentía de los testigos que dieron la cara apoyados por la imparable maquinaria de las redes sociales permitió a los periodistas que queríamos informar con rigor armarnos de argumentos e imágenes. Gracias a esos testigos se frustró lo habitual: que las dudas interesadas amordazaran a la prensa mientras la policía guardaba silencio como es natural durante la investigación. Esos testigos nos dieron certezas que convertimos en preguntas, y las respuestas en información. Por eso ahora sabemos y adelantamos ya en LAS MAÑANAS DE CUATRO que, de momento, las muertes de cuatro jóvenes inocentes no las provocó una bengala sino una avalancha de gente que se coló aprovechando los fallos de seguridad de un evento que de descontroló desde el primer minuto y dejó navegando al pairo a miles de jóvenes hasta que naufragaron. También adelantamos que el empresario Miguel Ángel Flores insistió en su primera declaración en que sólo había vendido poco más de 8.000 entradas, y había cedido 500 a los relaciones públicas del evento. Los mismos relaciones públicas hablan de una venta en internet de más de 9000 entradas, la declarada en la investigación, y otro tanto de entradas vendidas por relaciones públicas y entregadas como regalo ( sólo los DJ’s se quedaron con mil entradas según las mismas fuentes ) por lo que según ellos se podría haber alcanzado un aforo de 20000. Es cierto que los cientos que provocaron esa brutal avalancha no tienen justificación pero ¿Quién permitió que estuvieran emborrachándose fuera del recinto hasta las 3 de la madrugada?¿El resultado habría sido el mismo si dentro del local no hubieran estado esperando miles de personas apretujadas?¿La distribución de las puertas permitió que dieran las condiciones idóneas para el aplastamiento?
Ahora, oficialmente se cuenta que la policía se centra en encontrar al o a los que tiraron la bengala, en realidad la investigación obviamente va un poco más allá…y ya saben que la empresa tenía todos los papeles en regla, que la bengala existe porque policía científica encontró la carcasa pero no fue la que provocó la avalancha, y que a pesar de las declaraciones del empresario tienen serias dudas de que cumpliera el aforo permitido.
Así que los culpables de la tragedia no son los jóvenes a los que el Ayuntamiento que debía defenderlos señaló como culpables. Es más fácil culpar a los que no se pueden defender que meter la mano en el bolsillo propio, no vaya a ser que al hacerlo encontremos una fotografía y en ella a políticos y empresarios cogidos del brazo sonrientes y satisfechos de su largo historial de negocios conjuntos. Al menos hasta hoy.