Los contrabandistas no fuman el tabaco que ellos venden
En Almería le llamaban con admiración “El Bill Gates de Aguadulce” y a pesar de lo chocante del apodo le guardaban respeto porque comandaba la mayor organización de contrabandistas de tabaco falso de Europa. Una organización en la que curiosamente todos evitaban fumar el producto que ellos mismos vendían. Los propios contrabandistas preferían las marcas auténticas porque su tabaco les parecía que olía mal y sabía peor, eso sin olvidar que no había pasado ni un solo control sanitario.
Lo sacaban de sus fábricas legales de Rumanía, Bulgaria, Grecia y Ucrania, pero tabaco de “marca blanca” hasta 32 diferentes, a unos 200.000 euros el contenedor que se España alcanzaba el precio de 1’5 millones de euros a razón de 2’5 la cajetilla de tabaco.
Lo que hacía grande a esta red de contrabandistas y la diferenciaba de las demás era su capacidad de transporte. Una parte de la organización se ocupaba de traer el tabaco falso hasta España, Andalucía sobre todo. Un segundo escalón operaba en España distribuyéndolo al por menor. En el tercer escalón los pequeños vendedores, a través sobre todo de bazares, carnicerías y quioscos pero cada vez más en domicilios particulares donde sólo se puede entrar con orden de registro y en los que no se superaba el material de contrabando almacenado por valor de más de 15.000 euros para evitar pasar el límite de una simple falta administrativa. En los comercios los vendedores aparcaban coches en las cercanías, cada uno de una marca blanca diferente, y guardaba las llaves bajo el mostrador esperando la petición de un cliente para ir a coger el tabaco del maletero de los vehículos.
Todo perfectamente organizado en una red que daba trabajo a decenas de contrabandistas, en total más de 40 detenidos por los expertos en delitos fiscales de la Unidad Central Operativa ( UCO ) de la Guardia Civil con apoyo de sus compañeros de Policía Judicial de la Comandancia de Almería. En Almería se encontraba precisamente el epicentro de la sección española de la red y su jefe de operaciones en España. Viorel, rumano de unos cuarenta años entrado en carnes por la buena vida, pero más conocido como “El Bill Gates de Aguadulce”. Todos le respetaban, más que por su extravagante apodo, por como presumía con desenvoltura del dinero que obtenía de sus negocios. Ahora está detenido y en su garaje esperan un BMW de la serie 7, un Mercedes y un Mini de su propiedad que de momento no irán a ningún sitio. En los pinchazos telefónicos de la operación deja como anécdota sus comentarios de preocupación por la baja forma en que se hallaba por culpa de frecuentar continuamente buenos y caros restaurantes. Un problema del que va a poder despreocuparse en el nuevo lugar al que le ha enviado el juez.