Concha García Campoy ha muerto. Tras ganar varias batallas, ha perdido la guerra contra leucemia. Nos había convencido a todos de que iba a ganarle el pulso a la muerte, por eso su pérdida nos duele todavía más. Y aunque siempre he desconfiado de los panegíricos post-mortem, y más todavía en ésta bendita profesión cainita, les juro que cualquier resumen vital que lean sobre Concha es cierto. No creo que nadie se atreva a escribir nada malo de ella, porque sería un mentiroso y un miserable.
Yo tuve la suerte de conocerla en septiembre del año 2006 cuando arrancaban “Las Mañanas de Cuatro” y el honor de compartir redacción, plató y viajes con ella los años siguientes. Me sorprendió encontrar a una persona sencilla, firme en su criterio pero dulce para expresarlo. Jamás tuvo una mala palabra para ninguno de nosotros. Nunca nos habló con la dureza que sólo reservaba para defender el programa y a su redacción frente a los que se atrevían a cuestionar su objetividad . Trabajadora como pocos, era capaz de presidir un acto de la Academia de Televisión y horas después arremangarse para acompañarnos a grabar durante días reportajes a pie de calle. Llegaba la primera y se retiraba la última después de invitar a cenar a todos.
Concha era el ejemplo de que una buena periodista puede llegar hasta lo más alto sin comprometer sus principios de rigor y honestidad. Era consciente de su posición privilegiada, y por eso nunca perdía de vista a los más desfavorecidos reflejándolo en las informaciones del programa. En el día a día, escuchaba todas las opiniones antes de plantear cualquier cuestión y solía debatirlas mientras compartía la comida con la redacción. Entonces también conocimos a la Concha divertida y guasona. Alegre, nunca rechazaba una celebración ni una petición de ayuda. Ahí va una anécdota: le pedí que nos presentara el libro “Red de Mentiras” sobre el caso Marta del Castillo con un día de antelación. Concha aceptó de inmediato pese a que tenía la tarde comprometida. Cuando llego al salón de actos, y antes de saludar a nadie ni atender a la organización, lo primero que hizo fue preguntar por las madres de los autores para darles “un achuchón”. Malena y yo siempre le estaremos agradecidos por el discurso impresionante que nos regaló.
En el programa, Concha también era la primera en dar la cara cuando venían mal dadas. Entonces convocaba a la redacción en el salón de actos. Explicaba la situación con la mayor claridad posible y contestaba a todas las quejas o preguntas de los redactores. Nunca se escondía. Tampoco se escondió de la muerte. La combatió con alegría durante años. Era su impulso vital contra la enfermedad.
Así era Concha. La prueba es que no sólo hablan bien de ella los jefes, todos los curritos la recordamos con cariño. A ella, y a Juanra, María Jesús…que fueron la espina dorsal de los que formamos aquel equipo. Hace siete años tuve la suerte de conocerla, y hoy he tenido la maldita mala suerte de tener que hablar de su muerte en su propio programa de televisión. Jamás pude imaginarlo.